Por Xavier Marcet
Sobrediagnosticarse es una de les formas más habituales de resistencia al cambio. El exceso de diagnóstico siempre fue una enfermedad infantil de la planificación estratégica y ahora lo es de la innovación. El diagnóstico excesivo no es refugio de prudentes sino de pusilánimes.
Lo he comprobado en multitud de ocasiones. Lo he visto en profesores de universidad que quieren crear una start up pero a los que siempre les falta un ensayo más para dar el paso. Lo he visto en planes estratégicos de universidad que hacen diagnósticos que, de tan lentos, son verdaderos ensayos históricos cuando ven la luz. Lo he visto en directivos que siempre piden un estudio más de mercado para evitar el abismo que sienten ante la innovación. Lo he visto en política, dónde los comités de estudio son puras tácticas de dilación y mareo de la perdiz. A toda esta gente, la llegada del Big Data los va a instalar directamente en la parálisis por análisis. Son ese tipo e gente que en vez de empezar a utilizar el análisis de datos en serio, pedirá veinte informes sobre el impacto del Big Data.
Pensemos por ejemplo en el mundo de las políticas de educación superior, cada gobierno ha pedido un libro blanco sobre la universidad (desde el informe Bricall del 2000) a cual más reiterativo. El problema de la universidad no es añadir diagnósticos, es de liderazgo, de volumen de recursos, de gestión de talento y de eficacia en algunas áreas, véase por ejemplo la valorización del conocimiento nacido de la investigación. Decir veinte veces que hay que cambiar la gobernanza universitaria para luego no hacer nada es para nota.
Los expertos en sobrediagnosticar siempre tienen un último as en la manga: el benchmarking. Cuando ya genera un poco de vergüenza pedir más estudios, entonces siempre queda el benchmarking. Adornar los análisis con un ramillete de buenas prácticas permite alargar más el momento de tomar decisiones. El benchmarking en innovación hay que hacerlo siempre después de generar un nuevo concepto, nunca antes. Y en estrategia, el benchmarking, puede ser relevante si no olvidamos que las prácticas de otros son protagonizadas por personas que no necesariamente tienen el mismo perfil de quién quiere emularlas.
La última bala en la recámara es la prueba piloto. Si no hemos estado suficientemente entretenidos con sobredosis de diagnóstico y con un benchmarking compulsivo, siempre podemos eternizar las pruebas piloto. No es que no haya que hacer pruebas, es que hay que hacerlas con agilidad y tocando cliente/usuario final. El Lean Start Up básicamente es un método que eliminó de un plumazo esas pruebas piloto que eran sobretodo excusas para no enfrentar decisiones clave respecto de una propuesta innovadora. A partir de prototipos imperfectos pero suficientes, se propone pivotar entorno a las reacciones de los clientes.
Ustedes creen seriamente que con tanto sobrediagnóstico, benchmarking y pruebas piloto por doquier, hubiera nacido Facebook, o Apple hubiera sacado el iPod, o Amazon estaría ofreciendo espacio en el Cloud ? No me gustaría que se me interpretase mal. Las cosas hay que estudiarlas. No puede haber ni precipitación tecnológica ni de mercado. Pero hay algo evidente, debemos tener claro cuando pedimos más conocimiento si realmente lo necesitamos para tomar un decisión responsable o cuando simplemente lo pedimos para darnos una prórroga tras otra que nos evite tomar decisiones. Los líderes innovadores saben que no van a poder eliminar el riesgo ni con cien estudios más. Saben que factores no menores en innovación como el sentido emprendedor, la empatía con el cliente, la agilidad en desarrollar soluciones, no se solucionan solamente con informes, si no fundamentalmente con actitud y liderazgo.
Tenemos una tendencia natural al sobrediagnóstico que va a chocar con la gestión de la complejidad que va a condicionar la dirección de las organizaciones. En el muevo paradigma de la gestión de la complejidad, será evidente que más que pedir más datos, lo fundamental será ser capaz de generar síntesis estratégicas y propuestas de valor innovadoras con mucha fluidez. Los que se instalen en el sobreanálisis nunca llegarán a síntesis operativas.
Necesitamos diagnósticos rápidos, en los que manejar datos muy diversos no nos haga perder la agilidad. Es mejor un diagnóstico rápido y útil que un diagnóstico perfecto pero fuera de tiempo, por tanto, inútil. La realización de diagnósticos ágiles y de síntesis estratégicas fluidas será una característica del nuevo management que deberá abordar el reto de la gestión de la complejidad.
La imagen pertenece a una obra de Rafael
Publicado en XavierMarcet.com . Post original aquí.
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