Por Antonia Arévalo @AntoniaAreval
La primera impresión es lo que cuenta, lo dicen las buenas normas de comportamiento, lo dicen los expertos, disponemos exactamente de entre diez y treinta segundos para que quien tengamos en frente nos clasifique, nos ponga su etiqueta: apto, no apto, interesa, no interesa, me gusta, no me gusta. Diez segundos para que nosotros hagamos lo mismo, consideremos o descartemos en función de esas primeras sensaciones. Basado en nuestro instinto de defensa y supervivencia, necesitamos hacer evaluaciones al momento, decidir si quien tenemos delante es de confianza o supone una amenaza. Ese, que era un instinto de supervivencia, se ha convertido en una forma cotidiana de relacionarse, expandiéndose a multitud de ámbitos que no debieran entenderse como de amenaza, así las entrevistas de trabajo colectivas o las speed dating, ocho minutos para decidir si es el amor de tu vida.
Nos hemos instaurado en una velocidad de crucero tal que aquello de que la primera impresión es lo que cuenta, se ha instaurado como norma universal y así encontraremos multitud de artículos en los que se nos explica cómo gestionar esos segundos para causar una buena impresión, artículos en los que se nos recomienda ser puntuales, empáticos, amables, sonreír, mostrar una actitud positiva, transmitir confianza, cuidar la vestimenta, la higiene, el maquillaje, el perfume, preparar el slogan que define nuestra personalidad y mil otras cosas más…
Nos la jugamos a una, se la jugamos a una… porque no hay segunda oportunidad para una primera impresión.
Es inevitable el dejarnos llevar por esa primera impresión, pero…seguro que no vale la pena volver a mirar? Iniciar la aventura de descubrir quien hay detrás? Las primeras impresiones no son inocentes, ni neutras o asépticas, no están envasadas al vacío, ni carentes de nuestra propia carga emocional, prejuicios, miedos, creencias, enseñanzas, necesidades. Se rigen por lo que en psicología se llama saliencia, que no es otra cosa que el resorte que salta a nuestro entendimiento cuando conocemos a alguien, aquello que llama nuestra atención, obviando al resto. Se tiñen con el efecto halo que nos hace generalizar en base a una característica concreta.
Qué nos estamos perdiendo detrás de todo eso? Podemos confiar en nuestros propios filtros? De dónde salieron? Y lo que más susto me da… si todas mis relaciones las corto por el mismo patrón… Cómo me estoy enriqueciendo? Cómo puedo incorporar nuevas perspectivas? Cómo abro mis horizontes? No hay mejor medicina para los propios miedos que juntarse con quien no tiene esos, porque será capaz de acompañarnos hasta nuestros límites, de invitarnos a mirar más allá, de ayudarnos a descubrir que no eran tal, que no es verdad que aquí hay dragones, que lo que hay es territorio sin explorar, zonas desconocidas. Que mejor que acompañarnos por quienes ya han estado en ese lugar?
Hace ya tiempo que escucho a mis primeras impresiones, pero para el efecto contrario, cuando alguien me provoca esa especie de rechazo automático, cuando alguien levanta mis alarmas, lejos de salir corriendo… me quedo, me quedo y espero, me quedo y buceo, compruebo, miro más adentro, curioseo, pongo a prueba mis pensamientos, mis sensaciones, mis miedos, mis prejuicios, busco sus orígenes, sus raíces, a veces las arranco, a veces las dejo. Y si la primera impresión me arrasa…con más razón me quedo a bucear, quiero saber más, quiero saber si es real, quiero saber cómo de eso me puedo impregnar más, entender qué es lo que me atrae, con qué me identifico, dónde está, de dónde viene, a donde va…
Y así con esas segundas miradas, voy construyendo algo nuevo, más rico, más completo, más flexible, más permisivo, más humano. Descubro nuevos horizontes para mi, descubro grandes personas detrás de primeras impresiones “pobres” y “pobres” personas detrás de primeras grandes impresiones.
Así me permito explorar, descubrir, entablar conversaciones profundas con personas conocidas, desconocidas, a veces anónimas, a veces ya están, a veces están de paso, a veces se quedan, a veces se van, y siempre, siempre dejan algo.
“La curiosidad no mató al gato, le hizo descubrir que tenía siete vidas” (MT Saenz)
Un abrazo!
Photo credit: Pixabay descubrir mujer; wikipedia Lennox
Publicado en Mayeútika, llegar a ser lo que somos. Post original aquí.
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