Accesibilidad cognitiva o la barrera de los necios

por Paloma Olarieta

¿Qué es y cómo nos implica la accesibilidad cognitiva especialmente a los profesionales de la comunicación?

La accesibilidad cognitiva trata de hacer un mundo más fácil de entender. Básicamente consiste en permitir a todas las personas la comprensión de la información que nos proporcionan nuestros congéneres y el entorno en que vivimos, para dominar la comunicación que mantenemos con ellos.

Su objetivo es un mundo en el que realizar las actividades del día a día, nuestro hacer cotidiano, sea fácil e intuitivo desde el punto de vista de la información y la comunicación.

Este concepto, accesibilidad cognitiva, aparece a finales del siglo XX. Completa a otros que tienen mayor recorrido e implantación: accesibilidad física y accesibilidad sensorial. La suma de los tres configura la deseada accesibilidad universal.

Al primero estamos muy habituados, nos vienen a la mente enseguida las rampas en los accesos, los aseos adaptados, el tamaño de las puertas. En el segundo, la accesibilidad sensorial, pensamos en los subtítulos de las películas, el lenguaje de signos, las señales acústicas en los semáforos, el braille.

La accesibilidad cognitiva tiene un menor reconocimiento y un tiempo de desarrollo de apenas 20 años. Para tratar de conocerla bien y entenderla es necesario hacer un breve recorrido por su historia y antecedentes, saber de su contexto y fines.

En el origen nos encontramos con el término de discapacidad intelectual. La evolución de su significado y el cambio de cómo mirarla y vivirla nos llevan a la accesibilidad cognitiva.

Las palabras son muy importantes, fundamentales. Crean nuestra visión del mundo. Son etiquetas que nuestro cerebro guarda para dar significado a la información que entra a través de los sentidos y con la que construimos las ideas y representaciones de la realidad. Es decir, determinan nuestra actitud ante la vida.

Fijémonos en las expresiones “idiota”, “imbécil”, “subnormal” o “retrasado”, … son términos que se utilizaban, hasta hace no muchos años, para etiquetar y diagnosticar a hombres y mujeres con discapacidad intelectual. Palabras que generaban comportamientos: se infantiliza a personas adultas, se las deshumaniza, aísla, somete e, incluso, aniquila.

A finales del siglo XX hay una evolución del término y un cambio de mirada que va calando en la sociedad. En esta nueva era, al principio se trabaja en “quitar barreras”, y aquí entran las palabras, otra vez la importancia de las palabras que determinan comportamientos. Esta idea eliminadora implica una connotación de “beneficencia”, de un acto unidireccional, casi simplemente arquitectónico.

Tras un arduo trabajo por parte de los movimientos sociales, a través de la concienciación y la incorporación de equipos multidisciplinares, llegamos al actual concepto de accesibilidad cognitiva, que se opone y supera ese otro basado en las limitaciones personales. Ahora la visión se centra en las capacidades y necesidades personales; y en su interacción con el entorno. En definitiva, en su inclusión plena y real.

Sí, ya no se nos ocurriría hablar de “eliminar las barreras de los idiotas”. Pero ¿Quién traza la línea que separa la discapacidad de la capacidad? ¿Quién decide que el mundo está bien explicado, bien diseñado? ¿Y que la comunicación es, realmente, comunicación?

En una sociedad multicultural, marcada por la brecha digital, la segmentación de públicos, con flujos migratorios constantes e imparables, el envejecimiento paulatino de la población, la obsesión por la inmediatez y la caducidad constante de las corrientes culturales, los gustos, las tendencias…

En un mundo así, quién, aunque sea a veces, solo a veces, no se ha sentido incapaz, vulnerable ante una información que no comprende, un entorno que se convierte en hostil, inexplicable. No es nada nuevo ni extemporáneo. El adjetivo necio proviene del latín ne scire, que equivale a ignorar. Todos ignoramos la mayor parte de las cosas, pero el adjetivo necio se refiere a quien persiste en la ignorancia. Tanto de quien la desconoce cómo sobre todo de quienes atribuyen a su propio conocimiento una superioridad implícita sobre el resto.

Por ello la accesibilidad cognitiva nos atañe a todos. A la sociedad en su conjunto, fuera de etiquetas y colectivos, porque a través de ella todos seremos un poco menos necios. Es un derecho que nos abre el camino a otros, a nuestra libertad de decisión y pensamiento. Especial responsabilidad tenemos las personas que por vocación nos dedicamos al mundo de la comunicación, ya que las palabras son nuestra herramienta de trabajo. A veces, nos perdemos en la forma y olvidamos el contenido y la importancia de hacerlo también inteligible.

Al fin y al cabo, gran parte de nuestro trabajo trata de crear un mundo más fácil de entender, más transparente, inclusivo, honesto y accesible para las personas. Lo que, sin duda, hará un mundo más humano.

Publicado en LLYC. Post original aquí.

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El arte de comprender emociones, la empatía

por Sofia Alcausa Hidalgo

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Podríamos definir la empatía como la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de comprender su visión de la realidad, su postura y sus opiniones libre de prejuicios.

La empatía no sólo puede ayudar a los demás sino a nosotros mismos.

“La capacidad de clocarse en el lugar del otro es una de las funciones más importantes de la inteligencia. Demuestra el grado de madurez del ser humano.”
-A. Cury-

¿Qué es la empatía y para qué sirve?

La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de entenderlo, de tratar de comprender qué pasa por su mente, cómo y por qué se siente así, pero no desde nuestra perspectiva sino intentando pensar como piensa él, con sus creencias, sus valores

La empatía parte de la validación, de comprender que los sentimientos de una persona son posibles en la situación en la que se encuentra, aunque nosotros en su misma situación tuviéramos otros.

Dicho en palabras más sencillas y con un ejemplo, para nosotros puede no ser muy importante el hecho de no tener hermanos pero para otra persona sí puede serlo. En esta situación, la persona empática apartaría su “escala de importancia” para entender el sufrimiento del otro desde “su escala de importancia”.

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El grado de empatía

Hay personas que tienen una facilidad natural para hacer lo que anteriormente hemos descrito pero hay otras que son incapaces de hacerlo. Sin embargo, ¡cuidado!

A veces confundimos la empatía con otro concepto que si bien no es lo mismo, es una parte fundamental para que se produzca la empatía. Hablamos del reconocimiento de emociones.

Nos referimos a reconocer la tristeza, la alegría, el miedo, el enfado. Hay personas que son capaces de identificar rápidamente el estado emocional en el que se encuentra otra persona y hay otras que no consiguen identificarlo, siendo un poco exagerados, aunque se lo escriban en la frente.

Lógicamente, en este paso previo a la parte más cognitiva de la empatía, influyen muchas variables: la familiaridad que tenemos con la persona que tiene la emoción, nuestro grado de cansancio, su predisposición comunicativa, etc.

La empatía tiene muchos aspectos positivos: facilita la comunicación, el consuelo, la resolución de problemas, etc. Pero también tiene otro extremo, el negativo.

Vivir continuamente en el resto de zapatos del mundo que no son los nuestros puede hacer que creemos una desconexión emocional con nosotros mismos que nos puede pasar una factura muy importante.

Así, es bueno practicar y entrenar la acción mental de ponernos en el lugar del otro, pero sin olvidar que es el otro y sin quedarnos permanentemente allí. Los primeros que tenemos que cuidar de nosotros somos nosotros mismos.

¿Cuándo demostramos empatía?

Podemos ser una personas muy empáticas, pero si no lo demostramos, si no lo ponemos en práctica no sirve para nada. Dicho esto vamos a enumerar algunas ocasiones en la que podemos utilizarla:

  • Cuando sabemos escuchar y comprender los sentimientos del otro sin estar tan pendiente de nosotros mismos y de nuestras propias palabras.
  • Cuando no sólo utilizamos las palabras para consolar. También un abrazo, una palmada en el hombro, un beso o una caricia nos hace ser más empáticos.
  • Cuando estamos con alguien que tiene un problema y le ayudamos con el sentido del humor por ejemplo.
  • Cuando nos expresamos con delicadeza y cortesía.
  • Cuando no mostramos gestos de aburrimiento, irritación, cansancio hacia lo que nos cuentan los demás.
  • Cuando no hacemos un comentario, una broma o un chiste que sabemos que le va a molestar al otro.
  • Cuando hacemos entender a un anciano o a un niño por ejemplo que lo entendemos, que lo comprendemos.
  • Cuando ayudamos a resolver problemas y somos capaces de calmar a los demás.

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¿Cuándo no demostramos empatía?

Por el contrario, también pueden existir momentos y situaciones en las que no mostramos empatía:

  • Cuando creemos que nuestros problemas son los únicos que hay en el mundo.
  • Cuando no escuchamos a los demás.
  • Cuando juzgamos y hacemos comentarios hirientes.
  • Cuando nunca ofrecemos una sonrisa, un gesto amable o una caricia a los demás
  • Cuando siempre que hacemos algo por los demás esperamos algo a cambio.

La empatía es una buena habilidad para practicar, pues nos permite comprender a los demás. Pero debemos tener cuidado con practicarla en exceso para no desconectar de nosotros mismos.

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Licenciada en Filosofía y Letras. La psicología, la música y la escritura son algunas una de mis pasiones. En definitiva, las más bonitas expresiones de nuestra alma. “Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad”, Confucio Ver perfil »

Publicado en La Mente es Maravillosa. Post original aquí.

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