Para los estudiosos de la creatividad es claro que existen diferentes aproximaciones para describirla: como una característica de la personalidad, como un proceso o como un juicio social (centrado en el producto). Algunos de estos estudiosos comparten, naturalmente, una aproximación más que otra o en algunos casos las observan claramente contrapuestas. Estas aproximaciones de alguna manera tratan de determinar en quién, dónde y cómo surge la creatividad.
Para muchas personas el quién puede ser obvio: una persona. Pero no lo es. De hecho se contrapone con el paradigma que supone que la creatividad está en el producto y que es el juicio social lo que determina lo que es creativo y lo que no lo es. Aún suponiendo que la creatividad estuviera en la persona. ¿La creatividad está cualquier persona o sólo en las que son geniales? La tendencia es a aceptar que es cualquier persona es creativa; la diferencia es que algunas personas simplemente son más creativas que otras, como algunas son más inteligentes que otras.
Lo anterior es importante, porque una cosa es estudiar lo que puede determinar la genialidad y otra lo que determina cómo ocurre un acto creativo o inteligente.
Sin embargo, algo que no ha sido estudiado con detenimiento es la creatividad como un proceso colectivo. Si bien es cierto, que desde algunas corrientes de la pedagogía y desde el constructivismo psicológico se acepta que el conocimiento es construido socialmente, el proceso creativo o la creatividad como tal no aparece en la literatura científica como un evento social o cultural. Es altamente probable que esto tenga que ver con las propias culturas generadoras de conocimiento. En culturas poco afiliativas o bastante individualistas como la cultura anglosajona ha de ser no visible que la creatividad puede ser un fenómeno colectivo. Esto no significa que las culturas individualistas sean menos o más creativas. Lo que estoy afirmando es que incluso en el aparente individualismo, la generación relevante y original de ideas es un producto social y no sólo un juicio social sobre un producto.
Es probable que el propio investigador sobre creatividad sea altamente individualista y que buena parte de sus ideas sobre su objeto de estudio provengan de aproximaciones introspectivas que después decide llevar a la investigación seria o a la experimentación. Seguramente esto sirve como una especie de anteojos que modifica la forma en cómo se estudia la creatividad.
Los ejemplos de creatividad colectiva son claros en el movimiento del software libre o en los activistas y promotores de iniciativas fabulosas como Creative Commons; sin embargo, es altamente probable que aún el comportamiento creativo aparentemente más individual la generación de ideas no sea más que el florecimiento de ideas nutridas y reguladas por el entorno social. De ahí lo absurdo de la propiedad intelectual a raja tabla. ¿Soy dueño absoluto de estas ideas cuando mi entorno cultural, social me nutrió? ¿debo de prohibir que mis ideas, arte, cultura, ciencia, conocimiento, tecnología sean usados cuando mi entorno socio cultural es en buena medida responsable de lo que produzco? Supongamos ahora lo contrario. Supongamos que fue mi única e inigualable habilidad de asociar, crear, imaginar, lo que generó la creatividad. ¿Soy dueño de lo que produjo un conjunto de neuronas no diseñadas y en el fondo no reguladas por mí?
La imagen que acompaña a esta entrada está tomada de: http://creativecommons.org.au/poolingideas
Publicado en Penagos. Post original aquí.
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