Bailando juntos o el reto de la sinergia organizacional

Por José Manuel Vecino

Construir un equipo de trabajo es una experiencia que implica reconocer y valorar el aporte que realizan los demás en los éxitos que alcanzamos en nuestra vida profesional. Cuando nos vinculamos a una empresa nos encontramos con las personas que serán nuestros compañeros de viaje en la gran aventura de la gestión laboral. Poco a poco vamos generando sinergias, espacios de conversación y estrechando lazos de colaboración y cooperación que nos permite considerar estos nuevos lugares como amigables y seguros.

Los vínculos que vamos creando con esas personas, desconocidas hasta hace poco, nos permiten creer que hemos sido acogidos en un sitio que nos ofrece la posibilidad de contribuir positivamente en los resultados de la organización. Nos comenzamos a mostrar ante los demás, dejando a un lado las timideces y prevenciones naturales que nos asaltan cuando estamos en ambientes nuevos y desconocidos. Lentamente vamos dándonos a conocer y conociendo las personas que ya llevan algún tiempo en esta cultura empresarial que nos recibe como uno más de su equipo.

Al ingresar a nuevos ambientes organizacionales comenzamos una etapa de adaptación que nos permite descubrir compañeros que nos aceptan y reciben en sus ya conformados grupos.

Simultáneamente comenzamos a percibir, también, que algunos otros pueden sentir algo de temor, inseguridad o hasta envidia con nuestra vinculación, quizá porque entramos a reemplazar a alguien que era apreciado por el grupo o simplemente porque no hubo la suficiente empatía desde el comienzo.

El desarrollo del trabajo que nos han encomendado debe realizarse, seguramente, con la colaboración y apoyo de otros que quizá no pertenecen a nuestra propia área, es el momento en que comenzamos a establecer vínculos y relaciones que podrían llevarnos al conflicto o por lo menos a situaciones poco cómodas, sobre todo si requerimos que la otra persona o área se convierta en nuestro proveedor de información o servicios para poder avanzar en la gestión que nos han encomendado.

La vida de las organizaciones es viva y dinámica, transita entre los procesos formulados y las decisiones gerenciales que no necesariamente pueden estar en línea con los propósitos establecidos por la estrategia organizacional.

La cotidianidad empresarial, siempre llena de actividad (y activismo) será la que muestre a los colaboradores si las tareas que se realizan conducen a los resultados esperados, es decir que la gestión no es garantía de resultados, hacer mucho no significa hacer lo correcto. Es la paradoja de quienes se descubren, al final del día, cansado por haber trabajado mucho, pero al mismo tiempo con la sensación interna de no haber avanzado en la consecución de los resultados esperados.

Cuando somos responsables de la tarea, no podemos olvidarnos de los resultados, quizá la rutina nos lleve a concentrar muchas horas y esfuerzos en tareas operativas y repetitivas que nos hacen olvidar de los resultados que espera la dirección de la empresa. Hacer un PARE, detenerse para visualizar la meta, revisar si la ruta que se lleva es la correcta y evaluar con el equipo los avances obtenidos, son la mejor manera de no errar en la gestión. Son muchos los casos que conocemos de gerentes que fueron despedidos por no asegurar el resultado esperado, quizá eran buenos en la planeación pero su ejecución no llevó al cumplimiento de los indicadores de éxito propuestos por la dirección de la empresa.

Los nuevos integrantes de nuestros equipos de trabajo deben conocer, desde el principio, cuáles son las expectativas que tiene la empresa respecto de su trabajo, qué se requiere de su gestión como aporte al trabajo conjunto que realizan y los recursos con los que cuenta para lograrlo.

Pilar Jericó, en sus reflexiones sobre el compromiso organizacional (y en el cual se inspira este texto), nos invita a profundizar sobre los aspectos que nos llevan a los resultados empresariales, se trata de comprender que todos debemos escuchar cuidadosamente la música que suena y que debemos bailar armónicamente para que resulte una buena danza. Bailar juntos significa que estamos escuchando lo mismo y nos acomodamos para no chocar, no entrar en contradicción y no arruinar el baile al cual hemos sido invitados después de un proceso de selección que quizá representó una gran inversión de recursos a la empresa.

Bailando juntos significa que estamos alineados con la estrategia y con los objetivos propuestos para hacerla realidad; nada peor que escuchar conversaciones donde los funcionarios de una misma empresa dan explicaciones distintas a un mismo cliente, o cuando los agentes de ventas de una misma empresa visitan a un mismo cliente para ofrecer el mismo portafolio de productos, o cuando no hay unidad de criterio frente a los precios de venta o los tiempos de entrega de los productos o servicios adquiridos, o a la solución de un reclamo, etc

Crear sinergia es integrar en nuestra manera de hacer las cosas la experiencia de los demás, entender que la alineación estratégica hace relación con el cambio como experiencia compartida.

El camino recorrido, por los miembros del equipo de trabajo, suele ser diversa y se enriquece con la experiencia que traen los nuevos que llegan a la organización, sin embargo es frecuente encontrar que quienes llevan más tiempo en la empresa se aferran a los paradigmas de éxito o fracaso que han vivido y suelen cerrar las puertas para nuevas ideas e iniciativas que implican arriesgar el statu quo y la zona de confort en la cual sentimos la seguridad de una semana más con trabajo (aunque el cliente se vaya).

Alinear la empresa, es entender que aunque puedan haber muchos grupos de trabajo siempre será un solo equipo el que sale todos los días a la cancha del mercado a jugar el partido más importante de su vida: el de mantenerse competitivo frente a los nuevos jugadores que llegan todos los días con nuevas maneras de hacer las cosas, con equipos que tienen visiones que van más allá de los triunfos parciales y buscan las cumbres más altas.

Bailando juntos significa también que podemos descubrir el poder que tiene el talento en nuestras empresas, el reto que significa generar espacios de comunicación que valoren la individualidad y al mismo tiempo descubra, como diría Mcclelland, la importancia de convertir a la empresa y al equipo de trabajo en un referente motivacional orientado a producir desempeños sobresalientes.

Espero que estas breves reflexiones puedan conectar con la importancia de darle la bienvenida a los nuevos integrantes de nuestros equipos, de acogerlos y contextualizarlos en los resultados que se espera de su gestión, de reconocer la música que deben danzar e identificar con quienes pueden y deben apoyarse para que no terminen por abandonar el baile antes de terminar la canción.

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¿Hacia una cultura del cambio o hacia un cambio de cultura?

por Jose Manuel Vecino

Una de las frases más recurrentes en las conferencias y reuniones empresariales tiene que ver con el cambio organizacional, se aborda como una urgencia y una necesidad, sin embargo en ocasiones se trata de frases que solo sirven de introducción o excusa para la presentación de contextos diferentes a los anunciados.

La cotidianidad organizacional nos lleva a reconocer una serie de situaciones que incluyen una variedad de hechos en los cuales estamos inmersos; desde las innovaciones tecnológicas que nos obligan a aprender nuevas maneras de relacionarnos con las herramientas y máquinas que nos ayudarán a cumplir y desarrollar nuestra gestión, pasando por el obligatorio aprendizaje de las tendencias gerenciales en temas tales como gestión por Competencias, Balanced Scorecard, Sistemas de Indicadores, etc.., hasta el reconocimiento de las nuevas tendencias organizacionales que nos obligan a diseñar experiencias de alta recordación para nuestros clientes o bien a implementar sistemas tales como los programas de protección y educación ambiental, responsabilidad social y las respectivas y necesarias certificaciones de la cuales cada día nace una nueva.

En otras reflexiones he diferenciado los términos cambio de transformación, así que para no quedarnos en la discusión semántica y avanzar lo dejaremos como dos palabras con significados diferentes pero que en general apunta a resultados similares orientados a nuevos esquemas ideológicos y conceptuales para las organizaciones.

Son muchos los autores que han trabajado sobre la importancia del cambio y las razones por las cuales muchos de estos procesos fracasan. Quiero hacer una breve mención a tres de ellos y con base en esto proponer mi propia reflexión que espero resulte de interés para quienes deben afrontar cada día el reto de generar alternativas para sobrevivir en contextos empresariales competitivos y exigentes.

El primer autor es J. Daniel Duck quien en su libro El monstruo del cambio menciona la ruta que debe seguirse en un proceso de cambio organizacional, los peligros que acechan en el camino, la mejor manera de abordarlos, las tentaciones que surgen en el proceso y la capacidad de generar alternativas para alcanzar la meta. El monstruo que aparece como una amenaza que puede llegar a paralizar a los líderes que pretenden arrastrar la organización a nuevos contextos que aseguren su sostenibilidad.

Por su parte el libro “Cambia el Chip, cómo afrontar cambios que parecen imposibles” es un libro de los hermanos Chip y Dan Heat que nos lleva a imaginar el cambio con tres componentes, el jinete, el elefante y el camino donde el jinete nos invita a comprender que la meta tiene sentido y que es preciso diseñar y seguir una ruta que nos permita alcanzar los propósitos estratégicos definidos. El elefante, que representa los sentimientos que recorren la organización, puede ser el mejor aliado o el más fiero opositor a los cambios en la organización, por tanto es preciso comprender que la estrategia no puede ser devorada por la cultura sino que debe convertirse en una oportunidad para comprender que el futuro siempre será mejor que el pasado, por brillante y exitoso que haya sido; finalmente el camino en esta metáfora representa la importancia que tiene la creación de hábitos organizacionales capaces de reconocer, valorar y aprovechar los talentos y capacidades de los colaboradores en la organización.

No podemos olvidar la importancia que da Peter Senge en “La danza del Cambio” a que los esfuerzos de cambio nacen en todos los niveles de la organización, se trata de encontrar aliados capaces de hacer realidad las intenciones y formulaciones de la dirección con relación a un cambio profundo que no nace de una directiva de la alta gerencia sino que anima a comprender que “la única ventaja competitiva que la compañía del futuro es la capacidad de sus directivos para aprender más rápidamente que sus competidores” (Arie de Geus, citado por Peter Senge). De crucial importancia mencionar de modo general algunos, no todos, de los retos del cambio que inician con: a) “La falta de tiempo” como perfecta excusa para abandonar las iniciativas de cambio o bien para dejarlas en manos de otros que quizá si puedan asumir el reto guiar la organización hacia aguas más tranquilas y seguras. b) La falta de ayuda o el reconocimiento de que el entrenamiento es indispensable para preparar a quienes tendrán la responsabilidad de obtener los éxitos que marquen la diferencia. c) Pertinencia o la justificación de asegurar que las decisiones tomadas son las correctas, d) Temor y ansiedad generados por la insuficiente comunicación del proceso y su alcance, el impacto en el clima laboral y la motivación pueden poner en riesgo el más loable de los objetivos. Continúan otros retos presentados por el autor pero los mencionados permiten ya consolidar un principio de reflexión sobre el tema.

La cotidianidad organizacional está rodeada de múltiples situaciones que obligan a tomar decisiones que vayan acorde con el desafío que significa convertir lo expresado en la sala de juntas en una realidad que cobre vida en todas las áreas y procesos de la empresa. Significa, para los líderes del cambio, entenderse a sí mismos como apóstoles de una misión que quizá nunca les será entregada oficialmente pero que de la cual serán responsables si los impactos esperados no se alcanzan,.

El cambio de cultura implica el reconocimiento de los componentes actuales, en términos de ritos, símbolos, paradigmas y creencias de quienes habitan cotidianamente las oficinas y plantas de producción de la empresa. Crear nuevos modelos de comprensión estratégica para la empresa implica la conversión de quienes dogmatizaron sobre las bondades de los tiempos pasados y estigmatizaron a quienes se atrevieron a recorrer caminos nuevos y desconocidos que terminaron siendo obligatorios para las organizaciones que quieran contar la historia en tiempo presente.

Arriesgarse a innovar y sugerir alternativas creativas que impliquen dejar la “zona de confort” puede significar una cultura del cambio, es una invitación a levantar la mirada al entorno e identificar la manera como la competencia hace su carrera, es una forma de valorar lo bueno que se hace adentro pero al mismo tiempo identificar la urgencia de ajustar, cambiar o mejorar los procesos y procedimientos que pueden significar la diferencia entre detenerse o permanecer.

La experiencia de vivir en una organización que reconoce y predica públicamente que está en proceso de cambio, permite reconocer que se trata de una empresa cuya dinámica obliga a estar alertas, a mejorar sus sistemas de gestión y sobre todo a comprender que su contribución es una de las llaves que permitirá abrir el futuro escrito como la visión que hace realidad los sueños que fueron escritos para ser vividos por una cultura empresarial que reconoce la importancia de vivir el cambio todos los días.

Bibliografía

  • J. Daniel Duck El monstruo del cambio. Empresa Activa 2001
  • Peter Senge. La Danza del Cambio. Editorial Norma. 2000
  • Chip y Dan Heat. cambia el Chip, cómo afrontar cambios que parecen imposibles. Gestion 2000. 2011

Publicado en De Gerencia. Post original aquí.

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La orientación al logro, otro desafío para el éxito gerencial

al-logropor Jose Manuel Vecino

La gestión gerencial en las organizaciones requiere un alto sentido de compromiso con los resultados, de tal manera que lo primero que debería recibir quien es nombrado o seleccionado para ocupar un cargo de dirección es la llamada “descripción del cargo” que le permita conocer desde el principio los entregables sobre los cuales será juzgado al momento de hacer la evaluación del desempeño.

La diferencia entre una gestión promedio y una sobresaliente reside en la capacidad de identificar la mejor manera de usar los recursos de los cuales dispone y su habilidad para desarrollar en el equipo de trabajo una rutina capaz de producir resultados sobresalientes y diferenciadores. La cotidianidad laboral que puede llevar a la rutina no es necesariamente sinónimo de aburrimiento por la condición repetitiva de la tarea. Aquí es donde aparece la importancia el sentido que tiene hacer la tarea para la cual hemos sido contratados.

La gestión gerencial exige la orientación al logro como condición para asegurar un camino que inicia dando una mirada al punto de llegada que le permita reconocer la complejidad de la ruta que debe recorrer, tener presente la meta anticipa una estrategia que optimiza los recursos que necesita para abordar con seguridad las tareas que, una vez realizadas, se convertirán en los escalones necesarios para avanzar, no siempre hacia arriba, pero siempre hacia adelante.

Los tres componentes básicos que están contenidos en la definición de la competencia “orientación al logro” son:

1) Planear: Se refiere a la capacidad de establecer con anterioridad los objetivos que se pretenden alcanzar, definir lo recursos tecnológicos, financieros y físicos que permitan asegurar los insumos necesarios para iniciar el proceso o entregar el servicio prometido. Es una manera de visualizar el camino que debemos recorrer y anticipar, a modo de posibilidad o probabilidad, las dificultades que deberemos sortear para iniciar el camino que nos llevará a la meta.

2) Ejecutar: En muchas ocasiones nos quedamos en la formulación de deseos, sueños y aspiraciones que pueden ser loables y hasta encontrar aliados en el equipo de trabajo, pero en muchas ocasiones terminamos por aplazar o nunca realizar esto que hemos diseñado con tanto cuidado. La capacidad de ejecutar es la puesta en marcha de la decisión, de realizar y convertir en realidad lo que hasta el momento es solo un proyecto o un plan bien concebido. Será la realidad de la ejecución la que permita adecuar los recursos, ajustar el proceso y reconocer la velocidad con la cual deberá realizarse la tarea.

3) Evaluar: Una vez finalizado el proyecto, el plan o la tarea es preciso hacer una revisión de resultados que nos permita contrastar lo planeado contra lo alcanzado, asegurar que se cumplió lo esperado y, especialmente, la capacidad de generar una reflexión que permita reconocer los aprendizajes alcanzados de tal manera que en el siguiente proyecto puedan incorporarse los mejoramientos que surgen como producto de la tarea realizada.

La búsqueda de resultados diferenciadores en la gestión debe encontrarse en capacidad de intuir caminos innovadores y llenos de propuestas capaces de retar la rutina que ha logrado mantener espacios de acción repetitivos. La consolidación del llamado “efecto resorte” nos hace creer por breves momentos que hemos dado un salto cualitativo y que por estamos preparados para alcanzar nuevas metas organizacionales, cuando en realidad se trata solo de un impulso que puede llevarnos de nuevo a la misma “zona de confort” de la cual partimos.

“Comenzar con el fin en la mente” es el segundo hábito que nos regala S. Covey en “los 7 hábitos de la gente altamente efectiva”, se trata de imaginar que somos capaces de tomar las riendas de nuestra realidad y hacer realidad nuestros sueños a partir de los insumos con los cuales contamos, tenemos la capacidad de “crear dos veces” lo que nos proponemos, la primera en nuestra mente y la segunda es la expresión de eso que imaginamos. Asumir el liderazgo de mis resultados implica reconocer que la fuerza para producirlos nace del interior, es cuando reconocemos que los recursos y los insumos solo adquieren su identidad transformadora cuando combinamos cada uno de ellos de acuerdo al plano mental que previamente hemos elaborado.

Es muy importante considerar en esta reflexión que la competencia como tal es la expresión en modo presente de quien interpreta la acción como parte de un proceso que está en permanente desarrollo y que incorpora los objetivos comunes del equipo de trabajo. En este sentido la experiencia como tal de quien se apasiona por un resultado, resulta ser compartida con todos aquellos con quienes hacen parte de su mismo sueño. La gestión gerencial se manifiesta en la capacidad de reunir, combinar y proyectar los deseos de un equipo de trabajo que espera, partiendo de un plan de trabajo, ejecutando las tareas correspondientes obtener resultados que les permitan ser evaluados para encontrar los aspectos de mejoramiento que podrán llevar a las personas, al equipo y a la empresa a desempeños y productividades superiores.

Cuando iniciamos un proyecto nos imaginamos que será un éxito, que alcanzará los objetivos planteados y que sin duda nos permitirá avanzar a nuevos estadios de desarrollo. La planeación nos permite anticipar las posibles dificultades que hallaremos en el camino y desde el comienzo preparamos soluciones para contingencias que quizá nunca se presenten pero que son potencial fuente de problemas para el éxito esperado. La ejecución de los planes y tareas nos embarcan de nuevo en la necesidad de medir y controlar cada uno de los pasos que se van dando en el desarrollo del proyecto, allí podemos caer presa del reino de la improvisación ya que es preciso tomar las decisiones adecuadas para salir al paso a las dificultades reales para las cuales quizá no preparamos acciones en la fase de planeación. Finalmente, la evaluación se convierte en un aliado para reconocer y aplaudir lo que hizo bien y al mismo tiempo para identificar y valorar los aspectos que deben ser mejorados y ajustados para próximos proyectos.

Finalmente, llevando un poco esta reflexión al desempeño, encontramos en la cotidianidad organizacional que a muchos colaboradores no les gusta ser evaluados por diversas razones que van más allá de la típica subjetividad de la cual siempre se acusan a las herramientas de medición. Se trata de descubrir y valorar la importancia que tiene la planeación de resultados a partir del reconocimiento de las fortalezas que nos permiten impulsar la gestión hacia resultados superiores y diferenciadores.

Espero que estas opiniones permitan generar la debida discusión sobre las metodologías que podemos utilizar para consolidar la competencia de “orientación al logro”.

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