Por: Eduardo Kastika – @EduardoKastika
¿Qué sucede con las empresas en donde la creatividad importa muy poco?
Nada. Hay empresas que no le dan ningún tipo de importancia a la creatividad. Desprecian el talento creativo y sobreviven como pueden absorbidas por problemas menores. Igual siguen existiendo y compitiendo en el mercado.
Claro, viven “arañando” la supervivencia. Bajando costos todo el tiempo, soñando con utópicos “cero defectos”, suponiendo que es posible aplicar la lógica del regateo constante en cada una de sus negociaciones.
Este tipo de empresas abunda. La misma inestabilidad de los mercados internacionales hace que casi ni se note. Pero no se nota en el corto plazo. En el mediano plazo el contraste entre las empresas comprometidas con la innovación y las que sólo se preocupan por sobrevivir es abismal. Mientras que algunas empresas propician la flexibilidad de la gente invirtiendo, por ejemplo, en viajes de capacitación para comprender los mercados internacionales, otras desalientan fervientemente todo tipo de interés personal que lleve a algún “empleado” a irse de las oficinas antes de las ocho de la noche.
No depende del nivel de facturación, ni de la nacionalidad de la empresa, ni de la categoría en la que compiten. Tampoco depende del cargo de la persona, ni de su nivel de remuneración, ni del área de la cual participa. Dos personas con el mismo salario, en una empresa del mismo sector, pueden estar viviendo en “el cielo” o en “el infierno” en cuanto al futuro que les garantiza su empresa desde la perspectiva de su creatividad.
Existe una enorme brecha entre cómo las empresas valoran y hacen valer la creatividad de su gente.
Mientras unas empresas ponen todos sus esfuerzos en hacer de la creatividad una estrategia, otras la EVITAN como si fuera lo peor que pueden hacer.
La creatividad no sólo genera disensos sino que, mal vista, genera opiniones contrapuestas.
Mientras que empresas trogloditas y casi prehistóricas buscan desesperadamente a “ese” gerente ultra especializado que haya desarrollado, en algún competidor, lo que la empresa necesita, otras buscan al profesional diferente, que haya estudiado otros temas, que pueda venir con una mirada fresca y renovadora.
La clave para pensar distinto
Para animarse a pensar distinto hay que tener buenos interlocutores. El valor agregado de un buen co-equiper es impagable.
Los años fueron dándole a los interlocutores distintos nombres y funciones: coach, consultor, líder, socio, partner, asociado, colega, amigo, referente, maestro, gurú y otros. No son exactamente lo mismo pero tienen algo esencial en común: se trata de personas junto con las cuales uno puede construir ideas o ir enhebrando estímulos para asumir el riesgo de la acción innovadora.
Hay organizaciones que están estructuradas de manera tal que uno tenga el mejor interlocutor al que podría acceder en cada caso.
Hay organizaciones que no. Que suponen que el acto de pensar e innovar es el resultado de procesos mentales independientes del contexto. Tal vez no sea una posición explícita pero es lo que se refleja en cada decisión en la cual el entorno del individuo está librado completamente al azar.
Si miramos el logro creativo de una persona, fácilmente podríamos reconstruirlo a partir de la retrospectiva de las personas que incidieron para que cada paso fuera dado en la manera en que se dio.
Sin embargo, en el momento de decidir quiénes son las personas que más probabilidades tendrán de influenciar nuestras decisiones, difícilmente tengamos en cuenta el factor “capacidad para estimular el pensamiento creativo”.
Así como no estamos acostumbrados a filtrar los conocimientos que absorbemos ante la incorrecta suposición de que “el saber no ocupa lugar”, tampoco solemos dar la importancia y el valor que se merecen los buenos interlocutores. Ni estar atentos a lo perjudicial que es estar rodeados por pésimos interlocutores o –lo mismo– lo peligroso que es ir quedándose sin interlocutores.
Las decisiones para la mera supervivencia, el ingenio aplicado a lo mínimo, el zafar y el crear sólo ante las amenazas de un entorno que se mediocratiza, incluyen a las decisiones TIBIAS sobre nuestro entorno. Uno puede sobrevivir si negocia con su entorno. Pero difícilmente crezca y mucho menos evolucione. Uno puede sobresalir en entornos mediocres y hasta sobresalir cada vez más si el entorno se va deteriorando y uno “flota” y se mantiene. Pero esto no tiene nada que ver con la creatividad entendida en un sentido amplio y abierto. La creatividad como un modo de serle fiel a nuestras ideas, nuestros sueños, nuestros proyectos y nuestras pasiones.
Por eso un desarrollo serio de nuestra creatividad depende de definir seriamente “de qué estamos hablando”. Porque si estamos hablando de la creatividad del que se con-forma (con horma) con la supervivencia cotidiana es una cosa. Pero si estamos tratando de crecer, de ver más allá, de mejorar los ambientes en que vivimos, de hacer que la película no nos pase por nuestros ojos; en ese caso, el tratamiento que le tenemos que dar a la elección de nuestros interlocutores y de nuestros entornos es completamente diferente.
Nos equivocamos si suponemos que la elección de nuestros entornos para crear es una cuestión para privilegiados. También nos equivocamos si dejamos que el azar sea quien defina, en última instancia, cuál es el recorrido de nuestra creatividad. Bueno, en realidad nos hemos venido equivocando mucho: nos dio por la pintura porque nos entusiasmaba el tío que tenía el taller en el fondo de su casa, nos dio por la música porque nuestra abuela nos regaló su piano y porque la academia de música de la esquina de casa no justificaba no probarla, un día un amigo nos habló de Goethe y allí comenzamos a amar la lectura en serio.
Todos estos hechos fortuitos son extraordinarios pero…¿y si no hubieran existido? ¿Y si de hecho no existieron luego, en el momento en que hubiéramos necesitado que alguien nos advierta de lo contraproducente que es acumular información sobre la contabilidad durante 15 años sin siquiera darle importancia a los exóticos de recursos humanos?
¿Y si de hecho no existió el curso de creatividad que debería haber existido en el momento que decidimos hipotecar de por vida nuestra profesión decidiendo que lo mejor era la “seguridad” del tribunal de cuentas?
Con una estrategia coherente de reclutamiento, conservación y mantenimiento de interlocutores válidos, nuestros entornos se benefician muchísimo. Como decíamos, se trata de una cuestión de probabilidad: aumentar la probabilidad de que los entornos nos estimulen. Aumentar la probabilidad de que nuestras decisiones se vean estimuladas por elementos distintos a los convencionales.
En las empresas, las musas inspiradoras tienen nombre y apellido: tienen el nombre del gerente que nos desafió para que logremos lo que nosotros jamás hubiéramos intentado encarar, el nombre del proveedor que no está esperando que lo llamemos para traernos ideas, el nombre de ese gerente de marketing que insiste en invitarnos a los workshops de creatividad aunque nosotros seamos de un área diferente, el del gerente de capacitación que nos hizo anotar en el curso de “capacidad de liderazgo” aunque todavía no dependía nadie de nosotros.
Ud. puede ser la musa inspiradora de muchos otros. No es una pérdida de tiempo. No, en absoluto.
Publicado en Kastika, Micro-Blog. Post original aquí.
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