Algunas causas que explican la mediocridad empresarial

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Vivimos en una realidad donde se nos habla de excelencia empresarial, cuando lo que vemos día tras día es una mediocridad empresarial galopante. Un mundo disonante con líderes que exaltan y manifiestan un camino a la excelencia, a la disrupción… cuyos comportamientos, y acciones sin embargo evocan unas convergencias y unas igualdades preocupantes. No nos confundamos, en la empresa estamos gobernados y rodeados por Procustos.

Causas que explican la mediocridad empresarial

Éstas son algunas de las causas que explican la mediocridad empresarial.

El principio de Peter

El trabajador más productivo no es siempre el mejor candidato para los puestos de mando. Es lo que explica el Principio de Peter (Laurence J. Peter), que fue probado por el interesante estudio “Promotions and the Peter Principle” de Alan Benson, Danielle Li & Kelly Shue.

Dicho principio explica que en muchas ocasiones, el ascenso se pueda convertir en un camino hacia la incompetencia organizacional: el puesto original pierde a un profesional de máxima competencia, y el puesto gerencial se puede volver incompetente. En lugar de permitir al empleado brillar reconociéndole el éxito, el premio es un caramelo envenenado para el empleado (y un alivio para el que está jerárquicamente en la cúspide).

 

 

 

 

 

 

 

 

La proliferación de los ‘Bozos’ o complejo de Hipersimofobia

Para identificar síntomas avanzados de mediocridad en las empresas es interesante analizar lo que dijo Peter Thiel en Zero to One. Básicamente afirmaba que las organizaciones más disfuncionales eran justo aquellas en las que señalar que se está trabajando se convertía en una mejor estrategia para ascender. No es de extrañar la proliferación en la demanda de soluciones “tecnológicas” hechas por las consultoras de siempre para darle a esos directivos mediocres ese producto que les permita demostrar que se merecen el puesto (no te pierdas este artículo de Eduardo Manchón al respecto).

Sin embargo, se pueden identificar mucho antes los primeros síntomas de la expansión de la mediocridad en las empresas. Steve Jobs con su concepto Bozo, ha ilustrado mucha literatura alrededor de ese concepto, que no deja de ser el “Complejo de Hipersimiofobia”.

Al final, los mediocres imperan hasta que el reto decide que se terminó…. “‘You know who the best managers are? They are the great individual contributors who never ever want to be a manager but decide they have to be a manager because nobody else will do a better job than them”. El líder cree que elige al reto, pero no, antes o después es el reto el que acaba eligiendo al líder.

Síndrome de la Amapola alta

El síndrome de la alta exposición es especialmente cruel con los más competentes y sobresalientes. Los líderes incompetentes, y la propia organización, buscarán cortar aquellas cabezas que sobresalen, igualando por abajo. En general, los mediocres no se atreven a dejar volar demasiado en la organización a aquellos perfiles que sobresalen, no sea que destaquen demasiado, amenazando el status quo de la mediocridad empresarial. Para ello se preocupan muy mucho de dejar claro a los “nuevos”, hasta dónde se puede crecer, y cuáles son los senderos por dónde es peligroso moverse.

Al hacerlo, obligan al excelente a estar encerrado en una jaula. Es el motivo por el que en los colegios los niños con altas capacidades esconden su nivel, llegando incluso a suspender para no sobresalir.

Homogeneidad de pensamiento

Y sobre miedos e inseguridades, otro de los problemas que tienen los mediocres es encontrarse con críticas que siembren dudas. Ocurre mucho que personas y equipos y organizaciones que hablan con la boca grande de diversidad, tratan de expulsar más veces de las que se dice, y siempre bajo el pretexto de la toxicidad, a la diversidad de opinión, en lugar de aprovecharse de todo lo que aporta la afrenta al status quo.

Como decía Einstein, “una velada en donde todos los presentes estén absolutamente de acuerdo es una velada perdida”. Y a pesar de que es un hecho que los empleados díscolos son mejores empleados para la empresa que los serviles, la mediocridad empresarial elige siempre al servil y obediente.

El efecto Dunning Kruger

Lo del fenómeno del mediocre que se cree competente está muy extendido. Esto es un fenómeno conocido como síndrome Dunning-Kruger. Es un sesgo cognitivo, según el cual los individuos con escasa habilidad o conocimientos sufren de un sentimiento de superioridad ilusorio, considerándose más inteligentes que otras personas más preparadas, midiendo incorrectamente su habilidad por encima de lo real. Imagina lo que puede potenciarse este sesgo en un empleado mediocre al ser ascendido.

La elusión de la responsabilidad individual

En 2019, la fundación BBVA publicaba el estudio Internacional de Valores y actitudes en Europa acerca de la esfera pública. En uno de los apartados se mide el rol que se atribuye al Estado en asegurar las condiciones de vida digna de los ciudadanos respecto al propio ciudadano (responsabilidad individual). El clásico, “he suspendido” vs “el profe me tiene manía”.

De acuerdo a esto, sólo el 20% de españoles (o el 29% de italianos), consideraban que es cada persona la que debe ser responsable principal de asegurar su propio nivel de vida digno.

La servidumbre al estado es una corriente muy implantada en Europa, (una de las causas por las que creo que China y USA están cada día más lejos) y se basa en una premisa fundamental: el estado paternalista, un ente que debe resolver mis problemas, en lugar de favorecer un entorno para que yo pueda desarrollarme. Lejos de alejarse de esta forma de enfocar el desarrollo de los trabajadores, las empresas están favoreciendo ese paisanaje de empresas paternalistas, generando un mindset en el que ilusoriamente se piensa que los problemas de uno, los debe resolver el otro, y la consecuencia es clara, empleados mediocres, INDOLENTES e IRRESPONSABLES. Y económicamente las derivadas son claras…

Yo soy de la opinión de Charles Dickens: “en todas las cosas debe el hombre confiar más en su propia actividad que en la ajena.” Lo contrario es un mindset que acerca peligrosamente al individuo a una senda de servidumbre para con el estado.

En la empresa, esta actitud también existe. No son pocos los empleado que evitan asumir responsabilidades y que consideran que es la empresa la que debe garantizarle su nivel de vida, su formación, y su estatus, pase lo que pase. Y es lógico, el sistema laboral en España es un sistema paternalista donde los empleados suelen considerar que la empresa les paga poco, aunque a su vez, parecen obviar que la gran mayoría de su Seguridad Social la paga la empresa.

Este caldo de cultivo genera una absoluta dependencia al puesto de trabajo, un incentivo perverso a la rotación y favorable a permanecer en la empresa, haciendo que por una mera cuestión de coste-beneficio, se tienda a favorecer que sea la empresa la que deba asegurar el sustento económico de cada trabajador.


¿Cómo atajar la mediocridad empresarial?

La verdad es que el camino es complejo, y el reto mayúsculo. Habrá quién diga que haciendo del I+D+i una parte intrínseca de la cultura de la empresa puede lograr esquivar la mediocridad… pero seamos honestos, eso es tremendamente difícil. Los procustos son un ejército con más armas que nunca (redes sociales y cámaras de eco) para no sólo opinar, sino decidir.

Ya lo dice Alain Deneault: “Los mediocres se organizarán para adularse unos a otros, se asegurarán de devolverse los favores e irán cimentando el poder de un clan que irá creciendo atrayendo a sus semejantes”. Y no lo olvidemos, si los mediocres medran, gobiernan y dirigen la actividad empresarial, la solución de cada problema tendrá efectos negativos multiplicados.

Tal vez la única manera de salir de un mundo lleno de Damastes sea construirse un entorno donde minimices la dependencia de procustos, evitando así que no te igualen por abajo. ¿Qué opinas tú?

 

 

 

Publicado en makertan. Post original aquí.

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El riesgo de la mediocridad

Por Xavier Marcet

Post publicado en  Sintetia  el 1 de mayo de 2015

El principal rasgo de la empresa mediocre es su falta autenticidad. Falta autenticidad en el trato a los clientes. Falta de liderazgos auténticos. Jerarquías que pesan más que los argumentos y jefes de los que ya nadie aprende  por qué optaron antes por la arrogancia que por la necesidad de reaprender. Organizaciones en las que pensar en grande molesta por qué pone en evidencia. Consejos de administración que ya solamente saben leer números. Empresas en las que hay más gente procrastinando que creando. Empresas en las que la inercia acaba en indolencia y en las que las ortodoxias derrotan siempre a las dudas. Estas son empresas mediocres, envueltas en su bucle, en las que el talento cada vez quiere estar menos. Las empresas mediocres creen que a la gente de talento solamente le interesa el dinero y no entienden que lo que les interesa sobretodo son espacios dónde continuar desarrollando su talento. La mediocridad es un la anteposición de los límites, la definición perfecta de los imposibles, la entronización del presente como todo horizonte. Una empresa es mediocre cuando la media de sus profesionales son mediocres, son poco generosos, son críticos solo con los demás, les importan poco los proyectos, les importan relativamente los clientes, se importan básicamente a sí mismos.

Como dice el gran Jorge Wagensberg, la mediocridad es una decisión personal (http://cultura.elpais.com/cultura/2014/12/30/babelia/1419955867_296087.html). En las empresas, en las instituciones, en las universidades, pasa lo mismo. La mediocridad es una decisión, tomada por sus líderes o aprobada clamorosamente en asambleas, pero es una decisión. La omisión es una forma habitual de decisión sobre la militancia en la mediocridad. Y ¿cómo huir de la mediocridad? ¿Cómo romper esa regla por la que talento atrae talento y mediocridad atrae mediocridad? Pues empezando por uno mismo. Buscar nuestra autenticidad en nuestro entorno personal y en nuestro entorno corporativo. No hay nada más mediocre que esperar que le rescaten a uno de su propia mediocridad. Salir de la mediocridad requiere actitud, esfuerzo y fomentar  una espiral infinita de aprender – desaprender – reaprender. Salir de la mediocridad empieza por no abonarse  a las quejas fáciles ni la autocomplacencia. Lo que marca la línea de flotación de la mediocridad es la actitud ante el aprender, tanto personalmente como corporativamente.

La búsqueda de la excelencia (todavía es útil leer a Peters y a Waterman), la cultura innovadora, la preocupación por el desarrollo de las personas,  una concepción del liderazgo basado en visión y servicio, una misión que abrace a la vez a la empresa y a la sociedad,  y sobretodo un compromiso por la autenticidad, son factores que nos previenen de la mediocridad. En un mundo VUCA como el nuestro, huir de la mediocridad no es huir de la complejidad sino ensayar ágilmente nuevas síntesis que nos permitan explorar sin parar. Las empresas mediocres solamente saben explotar, las empresas de talento saben explotar sus negocios y explorar el futuro a la vez.

Todo el mundo que sostiene una empresa merece mi máximo respeto, puesto que no tiene nada de fácil. Pero a partir de ahí, hay empresas que nos inspiran, que nos interpelan, que nos hacer ser mejores y otras simplemente que no, que aunque sepan ganar dinero, seguirlas nos hundirá en la mediocridad.

La mediocridad está hecha de elecciones. De escoger cómo aprendo, a qué empresa aspiro a trabajar o cómo quiero que sea la empresa que quiero impulsar. También de la visión que elijo para mi mismo y qué pienso que debe ser mi empresa. El manejo de la  mediocridad está siempre en nuestro tejado y depende de nuestras decisiones y de nuestros resultados (más que de nuestras palabras). Que sepamos ahuyentarla o que, cómodamente, nos instalemos en ella, depende de nosotros. Y esto es lo que duele.

(La imagen pertenece a una obra de Alessio Baldovinetti)

Publicado en XavierMarcet.com . Post original aquí.

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