Rosabeth Moss Kanter, titular de la cátedra Ernest L. Arbuckle de Administración de Empresas en la Harvard Business School y autora de numerosos libros, habla sobre los vínculos que existen entre el poder y la confianza, analiza los motivos por los cuales la impotencia corrompe y ofrece sus impresiones sobre su propio poder personal.
A pesar de que normalmente se suele afirmar que el poder corrompe, quizá haya que cambiar un poco la perspectiva y pensar que es precisamente la impotencia y la falta de confianza las que han dado lugar a esos conflictos.
En una ocasión usted afirmó que “el poder es el último secreto inconfesable de la organización”. ¿Qué quería decir? Dije eso hace unos veinte años, en una época en la que a todo el mundo le resultaba más sencillo hablar de dinero que de poder. El mundo era un lugar muy ordenado en aquellos tiempos; las organizaciones burocráticas y jerárquicas todavía no se habían puesto en tela de juicio y se suponía que todo el mundo sabía “cuál era su lugar”.
Socialmente, no se consideraba correcto afirmar que uno quería poder, dado que en aquella época eso significaba que se estaba tratando de conseguir “control” en lugar de eficacia. Sin embargo, en realidad, el poder es eficacia, es la capacidad de conseguir que se hagan las cosas, y eso es muy positivo. Aunque normalmente se da por supuesto que “el poder corrompe”, en la práctica creo que lo que corrompe es la impotencia: cuando las personas empiezan a tener la impresión de que están perdiendo, esa impresión las lleva a querer ocultar, negar y encubrir las cosas. Esta noción ha dado pie a todo un capítulo en mi último libro. Ha dicho que los mejores líderes tienen unas características universales en cierta medida. ¿Cómo definiría a un líder poderoso de la actualidad? Los líderes poderosos consiguen que se hagan las cosas y generan un alto rendimiento de una forma que resulta satisfactoria para las personas que lo desarrollan. Tienen éxito; podría decirse que, en la práctica, “ganan” sean cuales sean los criterios utilizados por su organización para definir esos términos. Ganar y perder son conceptos muy claros en el mundo deportivo, pero en el mundo empresarial no lo son tanto, puesto que existen muchísimas definiciones del rendimiento (y, en el mundo de las organizaciones sin ánimo de lucro, son conceptos aún menos claros).
En general, no obstante, ganar supone conseguir lo que la organización ha definido como “objetivo que merece la pena alcanzar”. Los líderes poderosos ayudan a otros miembros de la organización a alcanzar también esos objetivos. Los mejores líderes son muy hábiles a la hora de proporcionar a sus colaboradores datos reales, lo que significa explicar con claridad lo que está dando resultado y lo que no; también ofrecen ejemplos concretos de las capacidades que se necesitan para alcanzar el éxito.
Su último libro trata de la función esencial que desempeña la confianza en el liderazgo. ¿Están relacionados el poder y la confianza? La confianza es una expectativa de éxito que genera motivación, deseo, esfuerzo y energía, y está apoyada por un sistema que genera responsabilidad, colaboración e iniciativa. La confianza es el resultado de tener autoridad, de contar con otras personas que apoyan al líder en su ejercicio del poder. Cuando las personas tienen confianza, realizan el esfuerzo necesario. Invierten recursos financieros y de otra naturaleza. En lugar de tirar la toalla, insisten más en su actuación y, por tanto, tienen más probabilidades de tener éxito. La confianza también guarda relación con ofrecer apoyo o autoridad a las personas de toda la organización para que actúen y consigan hacer las cosas de forma responsable, es decir, que asegure el apoyo a los demás. Es importante comprender la delgada línea que separa el poder de la autoridad; los líderes son personas que sienten que tienen autoridad, lo cual forma parte de su confianza; tienen la impresión de que disfrutan del derecho, de la responsabilidad, de la capacidady del apoyo que necesitan para actuar.
Sin embargo, los líderes verdaderamente notables también se caracterizan por la confianza que depositan en los demás; creen que otras personas estarán a la altura de las circunstancias y tienen fe en que hagan lo correcto. Los líderes más fuertes suelen producir más líderes y más liderazgo en toda la organización, simplemente porque otorgan autoridad a las personas tratándolas con confianza.
¿Cómo puede utilizar un líder su poder para cambiar un escenario negativo y convertirlo en un ciclo de éxito? Lo bueno es que hay cosas que se pueden hacer cuando la organización (o el equipo) sufre pérdidas, cuando el rendimiento no alcanza el nivel esperado o cuando se cometen demasiados errores. Sin embargo, es necesario un liderazgo sólido, porque estos escenarios suelen ir acompañados por un comportamiento que agrava la situación: las personas dejan de comunicarse; se empiezan a esconder la información; pierden el respeto por los demás y por ellas mismas; se esconden tras las puertas de sus oficinas o sus departamentos; adoptan una actitud pasiva; y responden negativamente ante las nuevas ideas. Para comenzar la reconversión, el primer paso consiste en sacar a la luz los hechos incuestionables y conseguir que todo el mundo entable un diálogo sobre ellos. Se debe impedir que unos culpen a otros por los problemas; al contrario, hay que fomentar la responsabilidad personal o de grupo. He visto cómo se puede hacer esto, ya que hay personas que simplemente no toleran que se acuse a nadie en las reuniones: se pide a los asistentes que informen sobre sus propios resultados y, en caso de que haya un problema, que emprendan las acciones que permitan abordar ese problema, en lugar de quejarse. A continuación, se destacan las características positivas de la organización, ya sean sus productos, sus servicios o sus empleados con talento. No se debe subestimar nunca el poder de los sentimientos positivos. Al destacar los aspectos positivos, se ofrece a los profesionales esperanza para el futuro, lo que permite reducir los sentimientos negativos que dificultan la innovación. Por último, es necesario invertir en el personal para demostrar la confianza que se tiene en su capacidad de mejorar. Esto se puede hacer de una forma tan sencilla como corregir los problemas del entorno material de trabajo, las características de la oficina, la actualización de las herramientas, etc. Al hacerlo, se les estará diciendo: “Esperamos que estén a la altura de este nivel más profesional y sabemos que pueden hacerlo”.
He sido testigo de este tipo de actuaciones en empresas, escuelas y equipos deportivos. En 2002, los Montreal Expos (un equipo de béisbol que actualmente tiene su sede en Washington) tenían problemas graves y contrataron a un nuevo director que en una temporada creó un equipo ganador. El club no tenía dinero y la situación era terrible; sin embargo, fue capaz de cambiar lo poco que había en beneficio de los jugadores. Siempre resulta adecuado trasladar los recursos al personal que se encarga de prestar servicio.
Por el contrario, cuando una organización disfruta de una trayectoria positiva, ¿cómo pueden los líderes mantener el impulso y la confianza? Promoviendo el liderazgo en todos los ámbitos de la organización: consiguiendo que los profesionales asuman más responsabilidades y se propongan como líderes. Así, se consiguen más ideas, mayor innovación y más formas de mejorar un rendimiento que ya es bueno. En segundo lugar, estableciendo unos objetivos más exigentes, porque siempre habrá más cosas que hacer. El éxito se debe celebrar, pero al mismo tiempo hay que avanzar hacia el siguiente desafío. Por supuesto, como corresponde al entorno actual, el siguiente desafío suele estar a la vuelta de la esquina, por lo que no hace falta imponerlo de manera artificial. En cualquier caso, cuanto más se extienda el liderazgo, más personas tendrán la sensación de que pueden hacer aportaciones, abordar proyectos e innovar. Cuando esto se logre, se tendrán más probabilidades de crear una organización dinámica, una organización que no se estanque.
Al principio de su carrera desarrolló la “Ley de Kanter”. Descríbanosla, por favor. El principio fundamental es que todo puede parecer un fracaso cuando se está en medio del fracaso. Lo primero que hay que hacer cuando algo no funciona bien es decir lo siguiente: “Todavía estamos en medio del proyecto”. Todo el mundo está muy emocionado al principio de una gran iniciativa, pensando “Vamos a introducirnos en una nueva categoría de producto” o “en una nueva actividad” o “Vamos a tener una nueva instalación”, lo que sea. En medio de toda esa emoción, yo creo que se debe decir: “Vamos a hacer la planificación que necesitaremos si todo sale mal. Vamos a planificar lo que podría hacer que este proyecto descarrilara”. Es posible que la gente se resista a realizar este ejercicio porque, después de todo, es como echar agua al vino de toda esa energía positiva. Sin embargo, si se consigue que haya grupos que trabajen sobre esas cuestiones, no sólo serán capaces de imaginar muchas cosas que pueden ir mal, sino que también se sentirán más fuertes, porque ya han previsto lo peor que puede pasar.
Lo siguiente que se debe abordar es: ahora que se ha visto lo que puede salir mal, ¿qué se debe hacer para estar preparado? Esta cuestión está principalmente relacionada con el elemento esencial de la confianza y corresponde a la denominación de responsabilidad. Se afronta lo peor que puede pasar y se sabe que se puede superar. Los grupos que consiguen los mejores resultados a la hora de sobreponerse a las dificultades se recuperan porque están preparados de antemano para ello. Tienen la impresión de que son capaces de superar cualquier cosa. La diferencia entre los ganadores y los perdedores no es que los ganadores ganen en todas las circunstancias o tengan ventaja constantemente; de hecho, no la tienen. Frecuentemente se quedan rezagados, pero se recuperan rápidamente y no pierden dos veces seguidas. Los que no están preparados para las dificultades intermedias, los que no tienen una cultura de confianza, tienen muchas probabilidades de caer presas del pánico.
* Rosabeth Moss Kanter es catedrática en Harvard Business School, asesora de grandes organizaciones y entidades gubernamentales de todo el mundo y autora o coautora de 13 libros; entre ellos, grandes éxitos de ventas, como Men and Women of the Corporation y World Class. Fuente: E-deusto
Publicado en Emprendedores News. Post original aquí.
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En el día a día de tu emprendimiento hace falta poner en práctica estos dos conceptos centrales de la economía, para asegurar el uso racional de tus recursos.
por María Laura Lecuona
Los conceptos de eficacia y eficiencia son esenciales Un buen emprendedor debe combinar en forma permanente eficacia y eficiencia para hacer lo que hace falta y hacerlo de la mejor manera posible.para la productividad de tu negocio. Aunque en lenguaje cotidiano puedan usarse indistintamente, es importante que los diferencies y los puedas aplicar en el día a día de tu negocio.
¿Qué significa cada uno de ellos?
Eficacia es “hacer las cosas correctas”, es decir, hacer lo que se debe hacer para lograr los objetivos buscados. Se trata de determinar, entre todos los rumbos posibles, cuál se va a buscar, y de orientar los medios para alcanzar resultados. Ser eficaz en la pyme implica direccionar los esfuerzos hacia metas que tengan sentido y que ayuden a la supervivencia y crecimiento de la empresa.
Eficiencia, en tanto, es “hacer correctamente las cosas”, es decir, no importa lo que se haga, concentrarse en el uso adecuado de los recursos. Se trata de lograr los resultados con la menor cantidad posible de tiempo y dinero o, con los mismos recursos, lograr resultados superiores. En la pyme, la falta de recursos suele ser sistemática —siempre hay más cosas por hacer que tiempo y dinero disponible— y, por lo tanto, el uso eficiente de los recursos es imprescindible.
Un buen emprendedor debe combinar en forma permanente eficacia y eficiencia para hacer lo que hace falta y hacerlo de la mejor manera posible. Ambos conceptos son igual de importantes y necesarios para que un negocio pueda crecer, pero no siempre van de la mano.
Por ejemplo, las cocinas de dos restaurantes son eficaces porque logran responder a todos los pedidos con comidas apropiadas. Sin embargo, en uno de ellos se desperdician ingredientes, se producen demoras y los clientes se van insatisfechos. La ineficiencia de este restaurant atenta contra la rentabilidad del negocio.
Por otra parte, un negocio puede ser muy cuidadoso en el uso de los recursos —y, por lo tanto, eficiente—, pero estar enfocado en objetivos irrelevantes o que ya no agregan valor. Es el caso de muchos negocios que ya han perdido vigencia, como la fabricación de corbatas o máquinas de escribir. Para volverse eficaces, debería estar pensando en cómo relanzar o recrear su negocio para adecuarse al nuevo escenario del mercado. (ver: “Ciclo de vida”)
Algunas pistas de que estás prestando atención a la eficacia en tu negocio: tenés objetivos claros, definís qué se quiere lograr con cada tarea, cuantificás los resultados buscados (cuotas de ventas, clientes atendidos, cantidades producidas, etc.), ponés objetivos al equipo de trabajo, revisás el rumbo con regularidad.
Algunas pistas de que también sos eficiente: planificás las compras y uso de materiales, evitás los tiempos muertos, sacás el máximo provecho de tus recursos, manejás pagos y cobranzas con fluidez, tus reuniones son breves y productivas, no generás desperdicios innecesarios.
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Cuando nos referimos al término “ser productivos” nos encontramos con diversas interpretaciones. Las empresas evalúan la productividad de sus empleados, o bien mediante sistemas taylorianos o bien a través de aplicaciones que evalúan la consecución de objetivos. Sin embargo, cuando nos referimos a la productividad propia, personal, como algo inherente a nuestra identidad, el término varía bastante.
Generalmente uno se considera a sí mismo productivo, cuando genera y lleva con éxito muchas actividades y proyectos. “Hacer más con menos” es la fórmula preferida y más común de definir mejoras en la productividad. ¿Pero hacer exactamente qué? Con frecuencia nos referimos o imaginamos a una persona productiva como una persona dinámica, con una agenda repleta de compromisos, que trabaja “full time” y parece atender todos los campos de su vida profesional, familiar y social. Reuniones, eventos, contactos, redes… Personas que disparan sobre todo lo que se mueve, pero en el fondo puede que no tengan muy bien definido cuál es el blanco al que le quieren dar.
Vivir ocupado no significa vivir con sentido. Para ser realmente productivo hay que darle sentido a nuestras acciones y proyectos.
Difícilmente podremos saber si cumplimos con nuestros objetivos personales, si éstos no están bien definidos y es probable que la rutina diaria nos disperse y llegue a difuminar hacia donde realmente queremos ir.
Clarificar nuestros valores y metas nos permitirá alinear de forma congruente pensamientos-sentimientos y acciones y conseguir que todos vayan en una misma dirección.
David Allen nos habla de la importancia de hacernos la pregunta ¿por qué? Con frecuencia caemos en una dinámica de hacer cosas sin detenernos a pensar en la utilidad que puedan tener y su conexión con nuestras intenciones reales y originarias. ¿Por qué convocar esta reunión? ¿Por qué lanzar esta campaña? ¿Por qué comprar el nuevo iPhone? . Si no hay una buena razón para hacer algo, será más productivo no hacerlo.
El poder del enfoque
Es conocida la utilización por parte de deportistas de élite, de técnicas de visualizacióny de enfoque hacia resultados. Imaginar el esfuerzo físico, la preparación y el éxito final, fortalece los sentimientos de autoeficacia y optimizan la actuación. Cuando nos enfocamos en algo se genera una predisposición hacia la meta. Es como si el Universo se confabulara con nosotros para conseguir nuestro objetivo. Todo hemos experimentado que cuando queremos cambiar de coche, de móvil o de casa y enfocamos nuestras preferencias en una marca o características concretas, aparecerán como por arte de magia, folletos, anuncios y promociones sobre el artículo en cuestión. Los veremos por la calle e incluso oiremos hablar de ellos a nuestras amistades. Igual sucede en cualquier ámbito. Cuando te enfocas en algo, instantáneamente surgen ideas y pensamientos que te dan acceso a información sobre el tema y que de otro modo no habrías llegado a tener. Este importante filtro se denomina Sistema de activación reticular. Resulta muy clarificador y os recomiendo leáis sobre este tema, el post de Jeroen Sangers en El Canasto.
De ahí la importancia de centrar nuestro enfoque y evitar la dispersión.
Mientras que la productividad laboral puede más o menos medirse en términos cuantitativos; la productividad personal es algo mucho más subjetivo y en definitiva., sólo puede valorarla uno mismo. Quizás para ti ser productivo sea tan fácil como conseguir en todo momento cumplir con tus tareas y horario de oficina, sacar a pasear al perro, tomar unas cañas con los amigos y ver una serie de TV repanchingado en el sofá, porque con ello cumples con todas tus expectativas de estabilidad, status y desarrollopersonal, mientras que otro se considera productivo cuando tiene llena su agenda de actividades y nuevos retos.
Puede que la abeja de la foto inicial, se considere más productiva por llevarse las flores a casa. Lo importante es no engañarse y darle a todo un sentido.
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“Los que saben, hacen. Los que entienden, enseñan”. ~ Aristóteles
Para la mayoría en nuestras vidas, alguna vez hemos “huido de los problemas” que podrían causar una conversación dañina entre nosotros y otra persona.
Pero como la vida funciona de forma natural, todo al final nos lleva a su cauce y no pone a todos en nuestro lugar, hace tiempo me encontré en un momento de la vida bastante crucial, de muchos cambios, parecía el hundimiento del Titanic, llevaba mucho tiempo en que más o menos iba saliendo de mi zona de confort cada x tiempo, pero siempre terminaba por A o por B volviendo a ella, de golpe todo, cambió, sabía que iba a suceder, algunas cosas no las tenía previstas, pero el salir de ella, descubrí otro mundo, otra visión, con lo cual tuve la oportunidad de reflexionar sobre el pasado y descubrir las razones por las cuales no estaba siendo escuchado y entendía mi voz interior..
Todos queremos ser entendidos a lo largo de nuestras vidas, ya sea en el trabajo, en casa, con la pareja, con los amigos, compañeros etc. Tal vez nosotros si relacionamos nuestra experiencia en la que, a veces, no importa cuánto nos esforcemos frente a los demás, parece que nadie nos entiende. Luego hacemos esfuerzos para obligar a la gente a que nos aprecie, a que nos entienda, defendiendo nuestro caso una y otra vez, por lo que simplemente creamos negatividad y hacemos la situación más incomprensible. Pasamos a la inversa, a ser nosotros las personas tóxicas para la gente de nuestro alrededor.
Si nosotros dejamos que esto nos ocurra, hacemos una pausa por un momento. Consideremos la idea de que, en muchos casos, somos más propensos a ser entendidos por los demás si estamos a la vez entendiendo lo que ellos nos dicen.
Hay veces que por culpa de nuestro propio ego, sin ser conscientes de ello, al hablar todo el rato con el YO en la boca, hace que las personas al final se alejen de ti, y sí, esto duele.
Pero eso no quiere decir abandonemos nuestra posición. En realidad, fortaleceremos nuestro caso para aprender y respetar las opiniones de los demás, aun cuando son una falta de respeto por parte de ellos. A menudo, es más, nosotros encontraremos que si escuchamos, si compartimos hacía ellos, los mismos nos devolverán sin quererlo el favor, existe una teoría que no nos damos cuenta que es la cadena de favores, nosotros empezamos el día ayudando a alguien, este alguien sin querer ayuda a otra persona y así vamos sumando un 1% en el día a día. Casi que creamos sin querer la cultura de la gratitud, colaborando y ayudando sin esperar nada a cambio.
Nosotros podemos sentarnos tranquilamente en el sofá de casa y reflexionar sobre el punto de vista de otra persona. Llegar a debatir, incluso llegar a la controversia de las ideas, así mismo, hasta llegando a una discusión, charla y conversación, pero el resultado que obtengamos será el que nosotros queremos aceptar, ya sea hacía un punto positivo o negativo, es nuestra elección el camino que queremos escoger.
Esta es la base para debatir de manera efectiva nuestras opiniones. Seguimos a este concepto y con frecuencia encontramos que nuestra voz sea escuchada y aceptada entre las personas que tienen opiniones diferentes que la nuestra.
Por mi experiencia he visto acciones que nos pueden ayudar a conseguir ese punto de equilibrio tan esperado través de:
1. Entendemos que la ira es una reacción normal y natural.
Es normal sentirnos enfadados, enojados por una acción, palabra, situación etc. Sin embargo, en cierto momento, la ira se convierte en una elección. Es en este momento cuando podemos hacer esfuerzos por comprender la posición de la otra persona que tenemos delante.
Si cuando nos enfadamos ponemos en práctica lo de esperar el minuto para situarnos, reflexionar de forma instintiva con un poco de práctica seremos capaces de dejar atrás la sensación sin convertirnos en su o en como si fuéramos una víctima.
2. No expresamos nuestro punto de vista hasta que nos sintamos tranquilos y cómodos.
Muchas veces tenemos un hilo de voz intuitiva en nuestra mente que nos dice que debemos ser pacientes, alguna vez la voz casi es pequeña, casi silenciosa porque el miedo a decir las cosas nos puede paralizar, esto puede provocar que nos ignoren. Cuando lo hacemos, podemos decir algo que pueda ser contraproducente para nuestro objetivo.
3. Establezcamos el objetivo de ayudar a los demás.
Si queremos expresar nuestra opinión sobre una cuestión importante, pero nosotros no tenemos el beneficio de los demás en la nuestra mente, sin darnos cuenta podemos ser vistos como egoístas o groseros.
4. Relacionemos las opiniones de los demás.
Consideremos la frase: “Veo dónde vienes.” Hagamos una pausa en esta frase hasta que realmente entendamos su lado.
Mucha gente nos dice: “Yo veo de dónde vienes, pero…” Esto no les mostrará que nosotros realmente lo queremos o lo hemos conseguido. Pensemos en un momento, hemos estado en su posición, ya sea en una escala más grande o más pequeña. A menudo, si nosotros transmitimos de forma positiva, constructiva, colaborativa, les aseguramos que realmente lo conseguiremos junto a ellos.
En el momento en que estamos en un argumento y se empieza a levantar la voz, se molestan, desgranado nuestros brazos, hablamos mal de los demás, nosotros nos convertimos en personas o seres de pensamiento irracional. La gente rara vez nos va a escuchar en este estado de ánimo.
6. No tomemos las cosas de forma personal.
“Bien y el mal” son palabras duras para describir conceptos que, lo que para nosotros puede estar bien para otros no, ” ejemplo en el trabajo, en el aprendizaje, en nuestras relaciones, etc.” Consideremos esto cuando nosotros comenzamos a crear el argumento de forma personal, de forma que lo que decimos pensamos que a nuestra forma de ver las cosas son ciertas, pero estas pueden chocar con otra perspectiva de otra persona, el dialogo, el cambio de ideas y de pensamientos, puede que nos produzca como si de un ataque fuera hacía nosotros, cuando lo que se está discutiendo, debatiendo, son otras formas de encarrilar y ver las cosas. Por eso es mejor no tomarnos las cosas de forma personal, crecer con los diálogos, la comunicación, el aprendizaje que otras personas nos pueden ofrecer. Saber decir no cuando decimos si.
7. No le digamos a una persona que se equivoca.
Tal vez nosotros no estemos de acuerdo con la posición que puedan adoptar ciertas personas, pero nunca ponernos a faltar el respeto, ponernos por encima de los demás, cortándolos, como si tuviéramos el don y el poder de la razón, sólo va a hacer que las personas que nos rodean se pongan a la defensiva, y tal vez hagamos lo mismo nosotros cuando recibimos estas sensaciones desde la parte contraria cuando son ellos los que nos lo provocan hacía nosotros.
8. Si nosotros somos incapaces de comunicarnos con eficacia mal resultados tendremos.
Si nosotros no sabemos recibir la información con éxito, nuestro punto de vista será posicionarse de forma unilateral, no sólo culparemos a la otra persona, sino que no daremos opción a poder crear sinergias. La conversación es de una calle de dos vías.
Nuestra mente nos dirá los lugares donde hemos cometido un error. Basta reflexionar sobre estos y decidimos lo que será mejor para hacer la próxima vez.
9. Aprendamos a saber cuándo sabremos retirarnos a tiempo.
Si nosotros sentimos que estamos en ese punto de desorden, donde no podemos llegar a escuchar a la otra persona, simplemente lo dejamos ir. Podemos revisar la cuestión más adelante, pero obligando con nuestras palabras, con nuestras acciones, sólo empeoremos las cosas.
También es cierto que el espacio y el tiempo después de una conversación confusa nos ayudarán para reflexionar sobre los puntos importantes que hemos discutido, debatido, lo que nos ayudará a identificar la posición de los demás y la nuestra.
¿Qué nos ayuda a decir lo que pensamos con calma y de manera efectiva?
¿Dónde encontramos nuestro punto de equilibrio en nuestra comunicación?
“Las criticas son el mecanismo de defensa que utiliza la gente asustada para protegerse del cambio”. – Robin Sharma
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Una Organización altamente efectiva trabaja de forma mucho más inteligente.
Como vimos en la brillante infografía que puedes encontrar aquí hay muchísimas maneras de perder tiempo en el trabajo.
Sin embargo, una de las grandes amenazas de la Productividad del Profesional en la Empresa son las Interrupciones en su Plan de Trabajo. Uno de los motivos es que como indica Jose Miguel Bolívar en uno de sus post decir ‘Sí’ significa también decir ‘No’
Creo que puede ser de utilidad esbozar algunas técnicas para poder decir ‘NO’ con Eficacia sin por ello buscarte un problema o parecer poco proactivo. Una cosa no tiene que ver con la otra.
Y llamaremos de forma cariñosa a las personas que nos interrumpen como ‘interruptores’.. recordemos que muchas veces de forma inconsciente podemos ser nosotros mismos los que interrumpimos
Antes de ver estas técnicas, dejadme dejar bien claro que desde mi punto de vista, las organizaciones y los profesionales tienen que ser:
High Performance, orientados a desplegar todo su potencial
Y para ello tienen que ser Productivos, Eficaces, de elevado Talento, y Proactivos.
Pero es que esta filosofía no choca con el poder decir ‘NO’. Es más, se refuerzan mutuamente para crear una organización altamente eficiente.
En resumen, no confundamos el decir ‘NO’ con Eficacia con la falta de Proactividad, Compromiso, Talento y High Performance.
Veamos 18 Técnicas para Aprender a Decir NO con Eficacia y de forma justa, ética, de buenas maneras, y con una orientación al High Performance:
1. El Super-Concentrado
Interruptor: ¿Tienes 5 minutos?
Nosotros: ¿Te importa si hablamos luego?, ahora estoy super-concentrado en esto y voy a perder el hilo de lo que estoy haciendo y luego me costará el doble completarlo. Gracias.
2. El Meeting urgente
Interruptor: ¿Podemos hablar sobre un tema ahora?
Nosotros: Empiezo una reunión en 5 min y necesito prepararla. ¿Te va bien hablar esta tarde a las 4 pm? Quedamos así / (si tenéis NT) te envío un ‘meeting request’.
3. La Super-Prioridad
Interruptor: Necesito que hagas esto ahora, por favor
Nosotros: Tengo que acabar este tema para mi jefe / el jefe de mi jefe en la próxima hora y necesito todo el tiempo para ello. Cuando acabe vengo a verte y me lo explicas.
4. La Suma de Temas
Interruptor: Tengo que hablar un par de temas contigo. ¿Hablamos ahora?
Nosotros: Yo también tengo unos temillas a comentar. Como tenemos varios, mejor ponemos en la agenda 1 hora en los próximos días y así los cubrimos todos.
5. Educando al Interruptor (I):
Interruptor: Creo que tengo varios temas a hablar contigo. ¿Hablamos?
Nosotros: Yo también. Mira, si acaso apúntate todos los temas y exactamente qué necesitas para cuándo, yo hago lo mismo, y así nos los pulimos todos de golpe.
6. La Agenda. Para esto está.
Interruptor: Tenemos que hablar urgentemente de este proyecto.
Nosotros: Es verdad. Coincido. Mi agenda está actualizada y allá ves los espacios libres que tengo. Ponme una reunión de 45 min si te parece en el primer hueco libre.
7. El Café
Interruptor: Me gustaría comentarte un tema.
Nosotros: No hay problema. Tenía planificado hacer un café en 10 min. Te aviso en cuanto vaya y lo hacemos juntos y así aprovechamos
8. El Teléfono
Interruptor: (Llamada telefónica) Hola, ¿puedes hablar? tengo un tema a tratar contigo ahora.
Nosotros: Justo estoy acabando una reunión. Te puedo llamar en unos 10 min, ¿en cuánto la acabe? gracias.
9. El E-mail
Interruptor: Te acabo de enviar un e-mail. ¿Lo podemos comentar ahora?
Nosotros: Déjame que lo lea tranquilamente, lo piense, y te propongo unos pasos siguientes en función de cómo lo vea, por e-mail, teléfono o montamos una reunión.
10. El Chat
Interruptor: (por chat) hola, necesitaría esto urgentemente. ¿Me lo puedes enviar?
Nosotros: (En Meeting) / …. /(Do not disturb / …… / (Busy) – ahora no puedo , te lo mando a última hora de la tarde, ok ? / (Available) – Ahora te lo mando.
11. El ‘Tiempo de Calidad’
Interruptor: Este tema es muy importante y necesitamos hablarlo con urgencia.
Nosotros: Tienes toda la razón. Debemos invertir tiempo de calidad. Ahora solo tendría unos minutos. Miro tu agenda y te propongo un meeting en el primer hueco que vea en nuestras dos agendas.
12. El ‘Cualificador’
Interruptor: Necesito que hagas esto urgentemente.
Nosotros: Te pongo un meeting y me lo explicas perfectamente. Me dices cómo lo necesitas, para qué hora y de qué forma de manera que pueda adecuarme exactamente a tus necesidades. Si lo entiendo bien lo haré mejor.-
13. El ‘Contra-trabajo’
Interruptor: Necesito que hagas esto urgentemente. No creo que te lleve más de 2 horas.
Nosotros: Vale. No hay problema. Pero por favor envíame un e-mail especificándome exactamente cómo lo quieres y todo lo que quieres, y si no te importa me puedes montar ya la tabla/template que quieres que te rellene.
14. El ‘Challenger’
Interruptor: Necesito que hagas esto antes de mañana a las 2 pm. No creo que te lleve más de 2 horas. Es mejor si me lo envías hoy.
Nosotros: Debo entender un poco mejor lo que necesitas y entonces te digo cuánto me llevará. ¿Cuándo es la reunión para lo que lo necesitas? ¿Para qué lo necesitas? Realmente necesitas toda la información.
15. El ‘Renegociador’
Interruptor: Necesito que hagas esto antes de mañana a las 2 pm. No creo que te lleve más de 2 horas. Es mejor si me lo envías hoy.
Nosotros: Necesito más tiempo porque tengo que hacer estas otras cosas. ¿Seguro que lo necesitas para mañana? Si la reunión es en 3 días quizá si te lo paso en 2 días estará bien no?
16. Educando al Interruptor (II)
Interruptor: Necesito que me ayudes a preparar esto hoy. Sólo te llevará 2 horas.
Nosotros: Ostras, lo siento, pero estas son las tareas que tengo que hacer para hoy. Tarea 1, Tarea 2, Tarea 3, que me ocuparán todo el día. Me sabe muy mal pero como no me has avisado con unos días de antelación no he reservado el tiempo y ahora tengo otras tareas de igual prioridad a realizar. Lo ideal de ahora en adelante es que me avises con unos días de antelación y así me reservo el tiempo.
17. Prioridad de ‘manager’ o ‘jefe’
Interruptor: Necesito que me ayudes a preparar esto hoy. Sólo te llevará 2 horas.
Nosotros: Ostras, lo siento, pero tengo ya todo el tiempo ocupado en esta Actividad 1, 2, y 3, que me ha dado mi jefe/manager. Si crees que lo tuyo es más prioritario, por favor háblalo/renegocia con él y si él está de acuerdo entonces pospongo una de las actividades y ponga la tuya en su lugar.
18. El ‘Tal Vez / Algún Día’
Interruptor: Deberías mirarte este artículo y luego tener una reunión conmigo para hablar conmigo.
Nosotros: Parece interesante. Gracias por la información. Lo guardo en la carpeta de Tal Vez / Algún día y cuando ese día llegue (o no) lo leo y lo hablamos.
19. El principio ‘GTD’ (‘Getting Things Done’)
Interruptor: Te he pasado esto por e-mail. No tardarás más de unos minutos en hacerlo.
Nosotros: Sí, me he mirado el e-mail, y aplicando los principios GTD…. Y a) tenías razón, era un momento. Ya lo he hecho. Ó b) lo he dejado para hacer, calculo que me durará más tiempo, he bloqueado 30 min en mi agenda para hacerlo mañana.
Espero que os sea de utilidad. Y recordad, ‘Aprender a decir NO con Eficacia‘ no es una lista para dejar de hacer cosas ni asumir nuestras responsabilidades, es una lista para hacer más cosas y que las que hagamos sean las que realmente queremos y debemos hacer. Y que con ello ayudemos a nuestra Empresa, Negocio o Organización a ser más exitoso.
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El adjetivo “eficacia” proviene del latín efficax (eficaz, que tiene el poder de producir el efecto deseado), cuyo significado en castellano es “hacer o lograr”, de acuerdo con el diccionario de la lengua española de la Real Academia Española, eficacia significa “Capacidad de lograr el efecto que se desea o se espera”.
Dicho término hace énfasis a los resultados, promueve el hacer las cosas correctas y sobretodo en lograr objetivos sin importar el costo o el uso o mal uso de los recursos. Una determinada iniciativa es más o menos eficaz según el grado en que cumple sus objetivos, toma en cuenta la calidad del producto y le deja el problema del cómo obtenerlo a la otra variable de la función efectividad, la que llamamos eficiencia.
Desde el punto de vista de la empresa, especialmente en los más altos niveles jerárquicos, la eficacia es de una importancia única, de hecho, en la formulación de su Planificación Estrategia, al tratar de darle respuesta al ¿Qué?, ¿Por qué?, ¿Para qué?, el enfoque que necesariamente debe prevalecer, tanto en la formulación de los objetivos como en la formulación de las estrategias, es el de la eficacia.
El enfoque de la eficiencia se presenta a la hora de responder el ¿Cómo?, efectivamente, surge en el momento en que se definen los planes, el presupuesto y las acciones para lograr cristalizar lo previsto en la Planificación Estratégica.
Según Peter Drucker, un líder debe tener un desempeño eficiente y eficaz a la vez, pero, aunque la eficiencia es importante, la eficacia es aun más decisiva, y sigue diciendo: No basta con hacer las cosas correctamente (eficiencia), hay que hacer las cosas correctas (eficacia)…
Siguiendo este orden de ideas, podemos afirmar que solo la eficacia nos permitirá responder a: ¿Cuáles son nuestros objetivos? ¿Cuáles son los resultados (productos) que queremos alcanzar?, ¿Para qué lograrlos?.
Perfecto, en este punto tenemos un buen porcentaje del camino recorrido, tenemos claro que debemos hacer y para qué, pero nuestro problema no termina aquí, o es que acaso no nos importa el Como, o tal vez no tiene importancia la posible optimización de gastos. Tanto usted como yo sabemos que el siguiente paso a seguir es abocarnos en hacer las cosas correctamente y por ende, entra en escena la eficiencia.
El adjetivo “eficiencia” proviene del latín efficientia, cuyo significado en castellano es “acción, fuerza, virtud de producir”, es el criterio económico que revela la capacidad de producir el máximo de resultados con el mínimo de recursos, energía y tiempo.
Tanto la elaboración del concepto como la interpretación del termino eficiencia resultan más complejas que en el caso de eficacia, pero para no enredarnos, asociemos eficiencia con optimización ya que ésta busca apoyarse, entre otras cosas, en los mejores métodos y procedimientos que fueron debidamente planificados con un único objetivo, asegurar la optima administración de los recursos disponibles.
Ahora bien, en sintonía con muchas autoridades en la materia, podemos afirmar que a medida que subimos de nivel en la estructura organizativa, la eficacia toma más fuerza, mientras que al bajar de nivel, la eficiencia es quien adquiere mayor relevancia y así surge un nuevo concepto, el sustantivo “efectividad” proveniente del verbo latino efficere cuyo significado en castellano es “ejecutar, llevar a cabo, efectuar, producir, obtener como resultado”. En definitiva, no es más que la relación entre eficacia y eficiencia, dicho en otras palabras, es la medida de la calidad de las metas que hemos alcanzado.
Excelente pero, en definitiva ¿Cómo debemos trabajar, con eficacia o con eficiencia?.
Indiscutiblemente debemos buscar el punto de equilibrio entre los dos adjetivos para lograr así la mayor efectividad. Con la eficacia logramos los objetivos deseados y con la eficiencia garantizamos la optimización de los recursos.
Bien cabe destacar, que dicho punto de equilibrio es dinámico, es decir, no necesariamente se encuentra localizado en un punto fijo, equidistante de ambos adjetivos, dicho punto se desplaza hacia uno u otro dependiendo del nivel jerárquico en que usted se encuentre y así, tanto el empleado operativo como el ejecutivo de alto nivel, serán efectivos cuando manejen adecuadamente la mezcla o proporción de eficiencia y eficacia requerida por su posición dentro de la estructura organizativa.
Evidente y necesariamente deben existir ambos adjetivos. Si solo usamos una de sus variables (la eficacia o la eficiencia) la función efectividad será negativa o en el mejor de los casos igual a cero. Y así, indiscutiblemente y sin lugar a dudas, ambas variables o adjetivos, deben necesariamente coexistir.
Todo esto suena como muy engorroso, más bien complejo, no se ve tan sencillo el establecer la proporción adecuada, pues déjeme decirle mi querido lector, deténgase un instante, tome conciencia de su posición dentro de la estructura organizativa de su empresa, analice sus actuaciones pasadas, apóyese en los históricos, estudie y analice sus errores, aférrese y sáquele provecho al mejoramiento continuo y verá como las proporciones irán mejorando cada vez más, logrando así, incrementos positivos constantes en su función efectividad.
Anímate, no, no es magia, es simplemente tu estudio, dedicación y tu constante búsqueda de la Excelencia los que te permitirán mejorar, día a día, tu efectividad.
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En un mundo cada vez más complejo, la toma de decisiones se ha convertido en una tarea hercúlea para los líderes de hoy en día. Hay una tendencia a prolongar, e incluso evitar, la toma de ciertas decisiones difíciles. Esta falta de decisión es problemática, ya que se traduce en una ausencia de acción, y hace que el líder sea ineficaz, debiéndose analizar esta ausencia de “proactividad” desde una perspectiva conductual.
La indecisión puede hacer que los líderes sean ineficaces. Con el tiempo, no tomar decisiones puede traducirse en situaciones muy incomodas para las organizaciones, que finalmente no se pueden arreglar. La clave para combatir este tipo de situaciones es que los líderes sean claros sobre lo que quieren hacer (visión) y cómo quieren hacerlo (implementación), además de tener el control tanto desde el punto de vista emocional, como desde el punto de vista estratégico.
Muchas emociones negativas, como el miedo, pueden hacer que ciertas decisiones estratégicas se aplacen, perdiendo la objetividad requerida, por lo que un gran desafío para los líderes es aprender a regular sus impulsos o emociones.
El miedo a lo desconocido disuade a los líderes en la toma de decisiones, incluso cuando es evidente que la situación actual ha sido provocada por errores pasados. Los individuos suelen vivir en su zona de confort, y es poco probable que acepten nuevas situaciones a menos que sean muy atractivas. Incluso en tiempos de crisis, a los líderes les resulta más fácil no hacer nada que elegir entre una serie de opciones que pueden suponer un riesgo mayor.
El miedo a lo desconocido disuade a los líderes en la toma de decisiones
Los líderes deben examinar todas sus opciones alternativas antes de tomar cualquier decisión. Cuando hay muy poca diferencia entre las opciones, se hace más difícil su decisión, sin embargo, cuando una alternativa es claramente superior, puede ser mucho más fácil.
El comportamiento de un líder está fuertemente influenciado por su contexto social, ya que la toma de decisiones le convierte en el centro de atención. Si toma una decisión buena son elogiados, pero en caso contrario serán criticados públicamente. Por lo tanto, los líderes tienen un conflicto de intereses en el que el miedo a la evaluación negativa puede tentarlos a posponer sus decisiones.
Otro factor importante a la hora de tomar decisiones es la confianza. La falta de ésta, ya sea por parte del líder o de sus seguidores, tiene un efecto negativo, por lo que debe ser consistente en sus acciones y reflexiones, además de permitir la participación de sus colaboradores, comunicándose regularmente con ellos.
Por lo tanto, ya que es de capital importancia para generar entornos favorables, las organizaciones deben comprender el “cómo” y el “por qué” existentes detrás de las indecisiones de sus líderes.
El “cómo”
Se relaciona con factores intrínsecos y extrínsecos. Los factores intrínsecos se refieren a ciertos rasgos de la personalidad, señalando tres en particular:
– El miedo del juicio de los demás.
– Evitar el conflicto.
– Comportamientos incoherentes.
Las organizaciones deben identificar a los líderes que muestran o puedan mostrar este tipo de actitudes.
Los factores extrínsecos están relacionados con el entorno del líder, y en muchas ocasiones, los diferentes niveles de indecisión debidos a estos factores suelen estar conectados con rasgos de su personalidad. Situaciones en las que el líder es el centro de atención, o con un alto contenido moral, por ejemplo, pueden influir negativamente en la toma de decisiones.
El “por qué”
Se identifican tres factores que conducen a la indecisión:
– Dificultad para controlar ciertos impulsos y sentimientos.
– Una imagen de sí mismo negativa.
– La comprensión imperfecta de los valores personales de los individuos.
Para poder corregir estas conductas, los líderes deben:
– Conocer su mapa de emociones.
– Construir una autoimagen positiva.
– Conocer los sistemas de valores personales, y cómo encajan dentro de las culturas corporativas.
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Los japoneses, después de la II Guerra Mundial, consiguieron en poco más de dos décadas convertir su exánime país en un gigante económico. “El milagro japonés” se logró gracias a que los nipones supieron abrirse al mundo y adaptarse a las tecnologías, pero también a que sus empresas aplicaron un antiguo concepto filosófico: el kaizen.
Kaizen significa mejora continúa. En las principales industrias y empresas japonesas, como es el caso de Toyota, rezaba una máxima: “No debe pasar ni un solo día sin que, en algún lugar de la compañía, se haya hecho alguna clase de mejora”. Esta filosofía se basa en la mejora continuada de los procesos de producción y en ella se implica a todos los trabajadores, desde el menos cualificado al más alto gerifalte.
Para mejorar cualquier cosa se puede intentar que se haga de forma:
Más fácil
Más precisa
Más rápida
Más barata
Más segura
Más satisfactoria
Estar alerta para detectar procedimientos que representen una mejora, sin detrimento de otras ya alcanzadas, es la base del kaizen. Cuando en nuestra vida cotidiana nos abrimos a este enfoque, las cosas cambian. Si en vez de comportarnos como autómatas, estamos atentos en mejorar, percibiremos que hay rutinas que podemos eliminar, incluir o simplificar.
Se consigue eficacia cuando el objetivo y el método que se utiliza para conseguirlo están equilibrados.
Un método es inadecuado cuando resulta insuficiente para conseguir un objetivo y es un derroche cuando el despliegue de recursos es excesivo. Sólo optimizando el método se consigue la eficacia.
Mira a tu alrededor, en todas partes hay derroche o inadecuación. Trata cada día de optimizar un poco tus métodos. Ten en cuenta que lo que no suma, resta.
A finales de diciembre os envío un link para que hagáis balance de situación de vuestros objetivos. Estamos casi a finales de marzo. Puede ser un buen momento para hacer una revisión de cómo está marchando el año. Siéntate y tranquilamente estudia tus puntos fuertes y puntos débiles y, a día de hoy, que mejora puedes implementar. No esperes a Nochevieja para hacer cumplir tu lista de buenos propósitos.
Que tengáis un buen día.
Montse
Fuente: Buenhabit, por Montse Vila. Post original aquí.
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Los grandes ejecutivos pueden ser carismáticos o sin , generosos o tacaños, visionarios u orientados a los números. Pero ejecutivo eficaz sigue ocho reglas sencillas.
Un ejecutivo eficaz no necesita ser un líder en el sentido que actualmente se le da a este término. Harry Truman, por ejemplo, no tenía ni una pizca de carisma, pero fue de los jefes de Estado más eficaces en la historia de Estados Unidos.
Durante mis 65 años de carrera como consultor, algunos de los mejores CEO corporativos y de entidades sin fines de lucro con los que he trabajado no eran líderes estereotípicos.
Eran muy diversos en términos de personalidad, actitudes, valores, fortalezas y debilidades. Variaban de extrovertidos a solitarios, de relajados a controladores, de generosos a parsimoniosos.
Lo que los volvía eficaces a todos es que seguían las mismas ocho prácticas:
Preguntaban ¿Qué hay que hacer?
Preguntaban ¿Qué le conviene a la empresa?
Desarrollaban planes de acción.
Asumían la responsabilidad de sus decisiones.
Asumían la responsabilidad de comunicar.
Se centraban en oportunidades en vez de problemas.
Conducían reuniones productivas.
Pensaban y decían ¿nosotros? en vez de ¿yo?.
Las dos primeras prácticas les permitían obtener el conocimiento que necesitaban. Las cuatro siguientes les ayudaban a convertir ese conocimiento en acción eficaz. Las dos últimas aseguraban que toda la organización se sintiera responsable.
1. Obtenga el conocimiento que necesita
La primera práctica es preguntar qué hay que hacer. Nótese que la pregunta no es ¿Qué quiero hacer?. Preguntar qué hay que hacer y tomarse el asunto en serio es fundamental para el éxito gerencial. Si no se hace esta pregunta, hasta el más capaz de los ejecutivos se vuelve inútil.
Cuando Truman asumió la presidencia en 1945, sabía exactamente lo que quería hacer: completar las reformas sociales y económicas del New Deal de Roosevelt, las que habían sido postergadas por la Segunda Guerra .
Sin embargo, nada más hacerse la pregunta sobre qué había que hacer, Truman comprendió que las relaciones internacionales tenían prioridad absoluta. Organizó su jornada de de modo que comenzara con informes sobre política internacional que le daban los secretarios de estado y de defensa. Así, se convirtió en el presidente más competente en asuntos internacionales que haya tenido Estados Unidos. Contuvo el comunismo tanto en Europa como en y, con el Plan Marshall, dio origen a 50 años de crecimiento económico mundial.
De modo similar, cuando Jack Welch asumió como director ejecutivo de General Electric comprendió que la expansión intercontinental que pretendía lanzar no era lo que había que hacer. Debía deshacerse de las de GE que, independientemente de su rentabilidad, no podían ser la primera o la segunda en sus sectores.
La respuesta a la pregunta ¿Qué hay que hacer? casi siempre incluye más de una tarea urgente. Pero los ejecutivos eficaces no se fragmentan. Si es posible, se concentran en una sola tarea. Si son de esas personas que trabajan mejor con un cambio de ritmo en su jornada laboral (una importante minoría), emprenden dos tareas.
Pero nunca he conocido a un ejecutivo que aborde más de dos tareas a la vez y siga siendo efectivo. Por lo tanto, después de preguntarse qué hay que hacer, el ejecutivo eficaz establece prioridades y se apega a éstas. Para un CEO, la tarea prioritaria puede ser redefinir la misión de la . Para un director de unidad puede ser redefinir la relación de su división con la matriz. Las otras tareas, independientemente de su importancia y , son postergadas.
Pero después de completar esa primera tarea prioritaria, el ejecutivo vuelve a definir las prioridades en vez de pasar a la número dos de la lista original. Hace la pregunta ¿Qué debe hacerse ahora?. Ello generalmente conduce a prioridades nuevas y diferentes.
Mencionaremos nuevamente al CEO más conocido de Estados Unidos. Según su autobiografía, cada cinco años.
Jack Welch se preguntaba a sí mismo ¿Qué hay que hacer ahora?. Y cada vez daba con una prioridad nueva y diferente.
Pero antes de decidir en qué concentraría sus esfuerzos en los siguientes cinco años, Welch también reflexionaba sobre otro tema. Se preguntaba para cuál de las primeras dos o tres tareas de la lista estaba más preparado. Luego se centraba en esa tarea y delegaba las demás. Los ejecutivos eficaces intentan enfocarse en trabajos que hacen especialmente bien. Saben que las empresas tienen un buen desempeño si la alta gerencia se desempeña bien, y lo mismo al revés.
2. ¿Qué le conviene a la empresa?
La segunda práctica de los ejecutivos eficaces, que es tan importante como la primera, consiste en preguntar:
¿Es esto lo correcto para la empresa?. No preguntan si es correcto para los dueños, para el precio de las acciones, para los empleados o los ejecutivos. Desde luego, saben que los accionistas, empleados y ejecutivos son actores importantes que deben apoyar una decisión, o por lo menos aceptarla, si optan por ser eficaces.
Ellos saben que el precio de la acción no sólo es relevante para los accionistas, sino también para la empresa, ya que la relación precio-utilidad determina el costo del capital. Pero también saben que una decisión que no es correcta para la empresa, en última instancia tampoco lo será para ninguna de las partes interesadas.
Esta segunda práctica es especialmente importante para los ejecutivos de empresas o manejadas por una familia (que son la mayoría de las empresas en todos los países), sobre todo cuando toman decisiones sobre personas. En una empresa familiar exitosa, sólo se asciende a un familiar si, en términos medibles, es mejor a todos los empleados del mismo nivel. En DuPont, por ejemplo, cuando la empresa aún era manejada como un negocio familiar, todos los altos ejecutivos (excepto el contralor y el abogado) eran parte de la familia propietaria.
Todo hombre descendiente de los fundadores tenía derecho a un trabajo de nivel de entrada en la empresa. Después de eso a un miembro de la familia sólo se lo ascendía si un jurado compuesto principalmente por ejecutivos ajenos a la familia juzgaba que esa persona era mejor, en habilidad y desempeño, que los demás empleados del mismo nivel. La misma regla se aplicó durante un siglo en la empresa familiar británica J. Lyons & Company, que ahora es parte de un importante conglomerado, cuando dominaba el sector de los servicios alimentarios y hoteleros de Gran Bretaña.
Preguntarse ¿Qué es lo correcto para la empresa? no garantiza que se tomará la decisión correcta. Hasta el más brillante de los ejecutivos es humano, por lo tanto, propenso a errores y prejuicios. Pero no hacerse la pregunta virtualmente garantiza una decisión equivocada.
3. Escriba un plan de acción
Los ejecutivos hacen cosas, ejecutan. Para ellos, el conocimiento es inútil hasta que no haya sido traducido en hechos. Pero antes de pasar a la acción, el ejecutivo debe trazar su plan. Debe pensar en los resultados deseados, las posibles restricciones, las futuras revisiones, los puntos a considerar y las consecuencias de la forma en que utilizará su tiempo.
Primero, el ejecutivo define los resultados deseados al preguntar: ¿Qué contribuciones debe la empresa esperar de mí en los próximos 18 a 24 meses? ¿A qué resultados me puede comprometer? ¿Con qué plazos??. Después considera los límites a su accionar: ¿Es ética esta línea de acción? ¿Es aceptable al interior de la organización? ¿Es legal? ¿Es compatible con la misión, los valores y las políticas de la organización??. Respuestas positivas a estas preguntas no garantizan una acción eficaz. Pero violar estos límites ciertamente conducirá a una acción tan equivocada como ineficaz.
El plan de acción es una declaración de intenciones antes que un compromiso. No debe convertirse en una camisa de fuerza.
Debe revisarse muchas veces, porque todo éxito, y todo fracaso, crean nuevas oportunidades. Lo mismo sucede con cambios en el entorno de la empresa, el mercado y especialmente en las personas dentro de la empresa. Todos esos cambios exigen que el plan sea revisado. Un plan escrito debería anticipar la necesidad de flexibilidad.
Además, el plan de acción necesita crear un sistema para controlar los resultados en función de las expectativas.
Los ejecutivos eficaces suelen incluir dos controles de ese tipo en sus planes de acción. El primer control se hace a medio camino del plan, por ejemplo, a los nueve meses. El segundo tiene lugar al final, antes de trazar el siguiente plan de acción.
Por último, el plan de acción debe servir de base para la administración del tiempo del ejecutivo. El tiempo es el recurso más escaso y más valioso de un ejecutivo. Y las organizaciones (sean organismos estatales, empresas o entidades sin fines de lucro) son inherentemente derrochadoras de tiempo. El plan de acción será inútil si no permite determinar la manera en que el ejecutivo utilizará su tiempo.
Napoleón supuestamente decía que ninguna batalla exitosa jamás siguió el plan original. Sin embargo, Napoleón planificaba meticulosamente cada una de sus batallas, bastante más que cualquier general antes de él.
Sin un plan de acción, un ejecutivo se vuelve prisionero de los acontecimientos. Y sin elementos de control para reexaminar el plan a medida que los acontecimientos se desarrollan, el ejecutivo no tiene manera de saber qué sucesos son realmente importantes y cuáles sólo son una cortina de humo.
Actúe.
Al traducir sus planes en acción, los ejecutivos deben prestar especial atención a la toma de decisiones, la comunicación, las oportunidades (en vez de los problemas) y las reuniones. Consideraré estos aspectos uno a uno.
4. Asuma responsabilidad por las decisiones
Una decisión no se toma mientras las personas no sepan:
– el nombre de la persona encargada de realizarla;
– el plazo;
– el nombre de las personas que se verán afectadas por la decisión, y que, por lo tanto, deben estar al tanto de ésta, entenderla y aceptarla (o al menos no oponerse demasiado a ella) y
– el nombre de las personas que deben ser informadas de la decisión, aunque no se vean directamente afectadas.
Un enorme número de decisiones organizacionales se convierten en problemas porque no consideran estos principios. Tuve un cliente hace 30 años que perdió su posición de liderazgo en el mercado japonés, que estaba creciendo a un ritmo acelerado.
Después de decidir hacer un joint venture con un nuevo socio japonés, la empresa nunca dejó en claro quién informaría a los agentes de adquisiciones que el socio había hecho su especificación en metros y kilos, en vez de pies y libras, y nunca nadie transmitió esa información.
Revisar periódicamente las decisiones (en un momento preestablecido) es tan importante como tomarlas con cuidado al inicio. Así, una mala decisión puede corregirse antes que produzca un daño real. Estas revisiones pueden considerar de todo, desde los resultados hasta los supuestos que apoyan la decisión.
Una revisión de ese tipo es especialmente importante para las decisiones más relevantes y difíciles, aquellas relacionadas con contrataciones o ascensos. Los estudios sobre decisiones acerca de gente muestran que sólo un tercio de estas decisiones resultan verdaderamente exitosas. Es probable que un tercio no sean ni un éxito ni un fracaso total. Y un tercio son simplemente fracasos.
Los ejecutivos eficaces saben esto y revisan (seis a nueve meses después) los resultados de las decisiones que tomaron acerca de personas. Si encuentran que una decisión no ha tenido los resultados esperados, no concluyen que esa persona haya sido improductiva. En vez de ello concluyen que ellos mismos cometieron un error. En una empresa bien manejada, se entiende que si a una persona le va mal en un trabajo nuevo, especialmente después de un ascenso, no es necesariamente la responsable de ello.
Los ejecutivos también les deben a la organización y a sus empleados el no permitir que haya personas improductivas en puestos importantes. Puede que el empleado no sea responsable por su desempeño deficiente, pero, aún así, debe ser removido. Si a una persona le ha ido mal en un nuevo cargo debería tener la opción de volver a un trabajo y un salario similar al que tuvo antes. Pero esta opción rara vez se lleva a cabo.
Estas personas suelen irse de manera voluntaria, al menos si sus empleadores son empresas estadounidenses. Pero la sola existencia de esta posibilidad puede tener un poderoso efecto, al alentar a las personas a dejar un trabajo seguro y cómodo para asumir tareas nuevas y riesgosas. El desempeño de la organización depende de la disposición de los empleados a aprovechar posibilidades como esas.
Una revisión sistemática de las decisiones también puede ser una gran herramienta para el desarrollo personal.
Revisar los resultados de una decisión en función de las expectativas muestra a los ejecutivos cuáles son sus fortalezas, dónde deben mejorar y en qué les falta conocimiento o información. Les muestra sus sesgos. Muchas veces les muestra que sus decisiones no dieron resultados porque no escogieron a las personas adecuadas para el trabajo. Asignar las mejores personas a los puestos adecuados es una tarea crucial pero difícil, que muchos ejecutivos descuidan, en parte, porque las mejores personas están siempre ocupadas. La revisión sistemática de las decisiones también les muestra a los ejecutivos sus propias debilidades, especialmente las áreas en las cuales simplemente son incompetentes. Los ejecutivos inteligentes no toman decisiones ni actúan en esas áreas. Lo que hacen es delegar. Todos tenemos esas áreas.
El ejecutivo que sea un genio en todo no existe.
Muchos de los debates en torno a la toma de decisiones suponen que sólo los altos ejecutivos toman decisiones, o que sólo importan las decisiones de los altos ejecutivos.
Esto es un error peligroso.
En todos los niveles de la organización se toman decisiones, empezando por profesionales externos que contribuyen a la empresa y los supervisores de primera línea. Esas decisiones, aparentemente de bajo nivel, son sumamente importantes en una organización basada en el conocimiento. Se supone que los trabajadores del conocimiento saben más acerca de su especialidad (por ejemplo, de contabilidad tributaria) y, por lo tanto, es probable que sus decisiones afecten a toda la organización.
Tomar buenas decisiones es una habilidad clave en todos los niveles. En organizaciones basadas en el conocimiento esto debe enseñarse explícitamente a todo al mundo.
5. Asuma la responsabilidad de comunicar
Los ejecutivos eficaces se aseguran que tanto sus planes de acción como sus necesidades de información sean comprendidos.
En concreto, esto significa que comparten sus planes con todos sus colegas (superiores, subordinados y pares), y les piden comentarios al respecto. Al mismo tiempo, le señalan a cada persona qué información necesitarán para realizar el trabajo.
El flujo de información del subordinado al jefe es lo que generalmente atrae mayor atención.
Pero los ejecutivos necesitan prestar la misma atención a las necesidades de información de sus pares y superiores.
Todos sabemos, gracias al clásico de Chester Barnard Las funciones del ejecutivo, de 1938, que las organizaciones se mantienen unidas por la información más que por la propiedad o el mando. Aun así, demasiados ejecutivos actúan como si la información y su flujo estuvieran a cargo de un especialista de la información, por ejemplo, el contador.
En consecuencia, reciben una enorme cantidad de datos que no necesitan o no pueden usar, pero poco de la información que sí necesitan. La mejor manera de enfrentar este problema es que cada ejecutivo determine la información que necesita, la pida y siga insistiendo hasta conseguirla.
6. Céntrese en las oportunidades
Los buenos ejecutivos se centran en las oportunidades en vez de los problemas. Por supuesto que hay que enfrentar los problemas, no deben ser ignorados. Pero la resolución de problemas, aunque necesaria, no produce resultados, sino que previene daños. Aprovechar las oportunidades sí produce resultados.
Ante todo, los ejecutivos eficaces toman el cambio como una oportunidad en vez de una amenaza. Observan sistemáticamente los cambios, dentro y fuera de la empresa, y se preguntan: ¿Cómo podemos aprovechar este cambio para que sea una oportunidad para nuestra empresa?. En concreto, los ejecutivos examinan estas siete situaciones en busca de oportunidades:
– un éxito o fracaso inesperado en la empresa, en un competidor o en el sector;
– una brecha entre lo que se hace y lo que podría hacerse en un proceso, producto, servicio o mercado (por ejemplo, en el siglo 19 la industria del papel utilizaba 10% de cada árbol que podía transformarse en pulpa de papel, e ignoraba totalmente las posibilidades del 90% restante, que se desechaba);
– una innovación en un proceso, producto o servicio, ya sea dentro o fuera de la empresa o del sector;
– cambios en la estructura del sector y del mercado;
– datos demográficos;
– cambios de disposición mental, valores, percepción, estados de ánimo o significado, y
– nuevos conocimientos o una nueva tecnología.
Los ejecutivos eficaces también se aseguran de que los problemas no ahoguen las oportunidades. En la mayoría de las empresas, la primera página del informe mensual de la dirección contiene la lista de los problemas clave. Es mucho más sensato mostrar la lista de oportunidades en la primera página y dejar los problemas para la segunda.
A menos que haya una verdadera catástrofe, en las reuniones de dirección no se abordan los problemas hasta que no se hayan analizado y tratado debidamente las oportunidades.
La asignación del personal es otro aspecto importante del ejecutivo que enfoca las oportunidades. Los ejecutivos eficaces asignan a sus mejores personas a las oportunidades y no a los problemas. Una manera de asignar personal según las oportunidades es pedirles a los miembros del grupo directivo que cada semestre preparen dos listas: una de oportunidades para toda la empresa y otra con las personas de mayor desempeño en la empresa. Las listas se analizan y luego se fusionan en dos listas principales, de modo de hacer coincidir a las mejores personas con las mejores oportunidades.
En Japón, por cierto, esta tarea es considerada una de las principales funciones del área de recursos humanos en las grandes corporaciones o agencias gubernamentales. Esta práctica es una de las fortalezas clave de las empresas japonesas.
7. Haga que las reuniones sean productivas
El ejecutivo no gubernamental de mayor visibilidad, poder y eficacia en los Estados Unidos de la Segunda Guerra Mundial y los años posteriores no fue un hombre de negocios. Fue el cardenal Francis Spellman, el jefe de la Arquidiócesis católica de Nueva York y consejero de varios presidentes de EE.UU. Cuando Spellman asumió su cargo, la diócesis estaba en quiebra y totalmente desmoralizada. Su sucesor, en cambio, heredó la posición de liderazgo en la Iglesia Católica de Estados Unidos. Spellman solía decir que durante el día únicamente estaba solo dos veces: los 25 minutos que rezaba al levantarse cada mañana, y los 25 minutos que oraba antes de acostarse. El resto del tiempo pasaba rodeado de gente en reuniones, comenzando con un desayuno con una organización católica y terminando con una cena con otra organización.
Los altos ejecutivos no están tan atrapados como el arzobispo de una importante diócesis católica. Pero todos los estudios de la jornada laboral de los ejecutivos muestran que incluso los ejecutivos en cargos más bajos y los profesionales pasan más de la mitad de la jornada con otras personas, esto es, en algún tipo de reunión. Las únicas excepciones son unos pocos investigadores de alto nivel. Hasta una conversación con una sola persona ya es una reunión. Por lo tanto, si quieren ser eficaces, los ejecutivos deben conducir reuniones productivas. Deben asegurarse de que las reuniones sean sesiones de trabajo y no juntas de cotorreo.
La clave para conducir una reunión eficaz es definir previamente qué tipo de reunión se hará. Diferentes tipos de reunión requieren diferentes formas de preparación y diferentes resultados:
– Una reunión para preparar una declaración, un anuncio o un comunicado de prensa. Para que esta reunión sea productiva, previamente un participante debe haber preparado un borrador. Al final de la reunión, un participante designado con anticipación debe asumir la responsabilidad de divulgar el texto final.
– Una reunión para anunciar algo, por ejemplo, un cambio organizacional. Esta reunión debe limitarse al anuncio y a un debate en torno a éste.
– Una reunión en la cual un participante presenta un informe. No se debe tratar nada más excepto el informe mismo.
– Una reunión en la que varios o todos los miembros presentan un informe. O bien no hay ninguna discusión, o el debate debe limitarse a preguntas aclaratorias. Una alternativa es que para cada informe se realice un pequeño debate en el cual todos los participantes puedan hacer preguntas. De ser así, los informes deben distribuirse a todos los participantes con bastante anticipación. En este tipo de reunión, cada informe debe limitarse a un tiempo determinado, por ejemplo, 15 minutos.
– Una reunión para informar al ejecutivo que convoca. El ejecutivo debe escuchar y hacer preguntas. Luego debe resumir la sesión, pero no hacer una presentación.
– Una reunión cuya única función es colocar a los participantes en la presencia del ejecutivo. Las reuniones de desayuno o cena del cardenal Spellman eran de este tipo. No hay manera de lograr que estas reuniones sean productivas.
Son los gajes del oficio. Los altos ejecutivos son eficaces a medida que logran evitar que estas reuniones interfieran con su jornada de trabajo. Spellman, por ejemplo, era eficaz porque limitaba estas reuniones al desayuno o la cena, y así se liberaba el resto de la jornada.
Para realizar una reunión productiva se precisa mucha autodisciplina. Se requiere que los ejecutivos determinen qué tipo de reunión es la apropiada y luego se mantengan fieles a ese formato. También es necesario terminar la reunión apenas se haya cumplido su propósito específico.
Los buenos ejecutivos no levantan otro tema a debatir. Resumen y cancelan la sesión.
Hacer un buen seguimiento es tan importante como la reunión misma.
El gran maestro del seguimiento era Alfred Sloan, el ejecutivo más eficaz que jamás he conocido. Sloan, que dirigió General Motors desde los años 20 hasta los 50, ocupaba la mayor parte de su semana de seis días hábiles en reuniones: tres días en reuniones de comité formales con un grupo establecido de participantes, los otros tres días en reuniones ad hoc para tratar temas específicos con ejecutivos individuales de GM o un grupo pequeño de ejecutivos.
Al comienzo de una reunión formal, Sloan anunciaba el objetivo de la reunión. Luego escuchaba. Nunca tomaba notas y rara vez hablaba, excepto para aclarar algún aspecto confuso. Al final resumía, daba las gracias a los participantes y se iba. Enseguida escribía un breve memo dirigido a uno de los participantes. Allí resumía la sesión y sus conclusiones y explicaba claramente cualquier tarea que se había decidido en la reunión (incluyendo una decisión de realizar otra reunión sobre el tema o de examinar algún asunto).
Especificaba quién sería el ejecutivo responsable por ese trabajo y el plazo para realizarlo. Enviaba una copia del memo a todos los que habían asistido a la reunión. Con esos memos, que eran pequeñas obras maestras, Sloan se convirtió en un ejecutivo sumamente eficaz.
Los ejecutivos eficaces saben que una reunión o es productiva o es una pérdida total de tiempo.
8. Piense y diga ¿nosotros?
La última práctica es ésta: No piense ni diga ¿yo?; piense y diga ¿nosotros?. Los ejecutivos eficaces saben que tienen la responsabilidad final, y que ésta no puede ni compartirse ni delegarse. Pero sólo tienen autoridad porque cuentan con la confianza de la organización. Esto significa que piensan en las necesidades y oportunidades de la organización antes de pensar en sus propias necesidades y oportunidades.
Esto tal vez suene simple, pero no lo es y debe ser seguido estrictamente.
Los Recursos Humanos.com es realizada por un equipo de estudiantes y graduados de las carreras de Relaciones del Trabajo y Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires (U.B.A.) que por iniciativa propia editan y distribuyen desde 2001 la Revista ENLACES de Recursos Humanos, con el fin de ampliar desde la práctica sus conocimientos sobre muchos conceptos y teorías adquiridos en la Universidad. El portal Los Recursos Humanos, está en la red desde Diciembre de 2004. [Conocer mas acerca de Los Recursos Humanos.com]
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Me gusta levantarme temprano y ver amanecer. Cerca de casa hay un mirador desde el que se ve el norte de Madrid y su “imponente” centro de negocios de las “4 torres“.
Esta mañana, observándolas y ante el panorama del rescate de hoy, no he podido por menos que reflexionar sobre la sociedad que hemos construido, una sociedad en la que una gran mayoría vive para trabajar y en la que su vida diaria es una lucha por la supervivencia. Pensando sobre ello, seguimos en la misma dinámica que cuando habíamos de defendernos de animales; donde antes había alimañas ahora hay “facturas” y “deudas”, mercados y negocios que van a escatimar hasta el último céntimo sin darse cuenta que, escatimando hasta el último céntimo, están segando la hierba bajo sus pies.
Actualmente tenemos muchos negocios y muy pocas empresas. La diferencia sustancial es que para un negocio el foco está en los números y el corto plazo de tiempo. Para el negocio el fin justifica los medios. Todo vale con tal de conseguir sus objetivos y en ese conseguir objetivos crean crisis, eso sí, nos las venden como sistémicas, del sistema que intentan perpetuar, claro.
La base de los negocios es la imagen, la publicidad engañosa y el todo vale con tal de vender. Para los negocios y negociantes las formas son importantes, más que el contenido. Se mueven en círculos y circuitos cerrados y son verdaderos vendedores de humo, maestros en el uso de la palabra y la dialéctica; ahora eso sí, ante preguntas directas responden con el silencio, “circunvalando” u ofendidos porque puedas dudar de ellos. Confunden seriedad, aburrimiento y presentismo con profesionalidad, eficacia y eficiencia y, por supuesto, la pasión y el disfrute queda fuera de su ámbito “competencial”.
Llegado un punto de “macro-crecimiento” se convierten en auténticos “goliaths” que presionan sobre gobiernos e instituciones internacionales amparados en su “importancia”. Corporaciones millonarias que se creen inmunes por su tamaño y supuesto valor, aunque vayan dejando tras sí un reguero de “cadáveres”, ya sea en forma de mercados arrasados, quiebras, deudas (también) millonarias, trabajo esclavo, por no hablar de las chapuzas y un servicio cada vez de peor calidad …
… temas que les lleva a tener que invertir ingentes cantidades de dinero en publicidad, resolución de conflictos, maquillar su imagen, apagar fuegos, sobornos, extorsiones, litigios … cuando si todo ese dinero lo invirtieran en políticas de calidad, salarios dignos … entonces ni nos encontraríamos en la situación en la que nos encontramos ni serían negocios, estaríamos hablando de empresas …
La cuestión con los negocios es que, llegado un punto, entran en vía muerta y, o bien rectifican o les termina mantando lo que yo llamo “el síndrome de Goliath” … ya, ya sé que muchos os reiréis de lo que digo y pensaréis que el sol del amanecer me ha fundido las neuronas pero atención al aviso … cuando una empresa deja de ser empresa y se convierte en negocio, está firmando su sentencia de muerte. Da igual el tamaño que tenga, después o antes comienza su ocaso, el cual puede aparecer de diversas formas:
Por alternativa: en el momento en el que hay una alternativa, talento, proveedores de calidad y clientes, que junto con los “números”, son bases que sustentan a una empresa, correran con los brazos abiertos a la alternativa (y estas siempre aparecen y, hoy en día, con internet, la posibilidad de I+D+i a “menor coste” y las redes como difusoras, este proceso se ha acelerado).
Por cambio de paradigma, un buen ejemplo de esto lo tenemos en España en Telefónica TPI (Telefónica Publicidad e Información – “páginas amarillas”), que buscadores tipo Google, Yahoo … los ha barrido y están a punto de cerrar ¿Quién lo hubiera dicho hace apenas 10 años?
Por ¿insostenibilidad? … ¿qué decir del sistema financiero español (y global)? ¿alguno de los aquí presentes hubiera dicho que nuestros bancos y cajas, junto con constructoras serían los responsables de uno de los mayores desfalcos de la historia económica de España y que sus malas prácticas estaban firmando su sentencia de muerte, perdón de ruina (y ya de paso la nuestra)?
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En resumen, a los negocios y negociantes les acaba perdiendo su soberbia. Están tan metidos en su “torre de Marfil”, que ésta termina convirtiéndose en una prisión que les impide ver los cambios que se avecinan y, cuando estos llegan, los arrasa como un tsunami.
Y para terminar, teniendo en cuenta la hora y el día que es (lunes, 16.00h), nada mejor que un trailer de una historia real que Julia Roberts inmortalizó en “Erin Brockovich“, donde podemos observar el tipo de argumentos al que están acostumbrados para conseguir sus propósitos y abrirse puertas estos grandes negocios o corporaciones. Argumentos que, tal y como estamos comenzando a observar, son cada vez menos válidos. Esperemos que pronto las “escuelas de negocio” comiencen a transformarse en “escuelas de empresa” (ese día, seguramente, despegará la nueva economía hacia la que nos dirigimos, pese a quien le pese):
P.S.: Emprendedor ¿quieres tener futuro y futuro de calidad? Crea empresa 3.0 (plana, sin “cargos” y sí con funciones, abierta a la innovación, al crowdsourcing o trabajo colaborativo y con beneficios 360º), seguramente te llevará algo más de tiempo pero, en el camino, adquirirás experiencia, ahorrarás energía, tiempo y dinero en devoluciones, preocupaciones, solución de conflictos …. Energía, tiempo y dinero que, además, podrás invertir en innovación, en futuro y en calidad de vida porque al final, aunque parezca que no, la vida es una paradoja, por un lado es una carrera de fondo y, por otro, cuando menos te lo esperas ha llegado a su fin. Merece la pena disfrutarla.
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