Por Dolors Reig
Encontraba hace unos días nuevas evidencias sobre la idea de hiperconexión, de lo hipersociales que realmente somos y de cómo la red, esas redes sociables de las que hemos hablado ya tanto aquí nos resultan un espacio natural.
La idea, que profundiza en la que ya se nos planteaba en un libro que recomiendo siempre para iniciarse en el tema de redes sociales, “Conectados”, de Fowler y Christakis (concluye, después de estudiar las conexiones sociales de cinco mil personas a lo largo de 30 años, que algunas actitudes y conductas parecen contagiarse), se resume en los siguiente:
Resulta más fácil empatizar con las personas que están social y emocionalmente cerca de nosotros. La investigación ha demostrado que ver a un ser querido sufriendo, provoca en la red de dolor de nuestro cerebro una especie de simulación de su sufrimiento. Incluso si la relación es superficial emergen mecanismos de conexión suficientes para producir un reflejo de sus emociones e incluso de su ritmo cardíaco.
En dos estudios comentados en BPS, David Cwir y sus colaboradores preguntaron a docenas de estudiantes universitarios sobre sus intereses culturales y lugares favoritos para visitar. Entre una a diez semanas después, para que pensaran que era un estudio completamente independiente del anterior, los mismos estudiantes tomaron parte de otros experimentos que se describieron como un estudio sobre personalidad y cognición y otro sobre los efectos fisiológicos del ejercicio.
El formato general fue el mismo para ambos estudios: cada participante fue emparejado con otro alumno que, sin saberlo, fue cómplice que trabajó para los investigadores. El procedimiento se inició cuando el experimentador preguntó al participante y al otro estudiante sobre sí mismos. Con las respuestas de la encuesta obtenidas semanas antes, los investigadores hicieron las cosas artificial y disimuladamente, de manera que el participante y el otro estudiante compartieran la mayoría de intereses entre ellos.
Esta organización se diseñó para provocar sentimientos de empatía entre los participantes. Posteriormente, se realizaron preguntas sobre cuán cerca se habían sentido del otro estudiante y que querían saber sobre el otro.
En el primer estudio, la etapa de la entrevista para conocerse mejor, continuó con la asignación aleatoria de una tarea, según la cual el participante o el otro estudiante tendrían que dar una breve presentación. En verdad, esto fue fijado anteriormente y el otro estudiante tenía que hacer la charla. Actuó preparándose para dar la charla y mostró todos los signos de estar muy estresado y ansioso por ello. Por su parte, los participantes respondieron a un cuestionario de personalidad en el que se preguntaba sobre su actual estado de ánimo y emociones.
El hallazgo clave fue que los participantes que se habían sentido cercanos a su pareja informaron que se sentían más estresados (se había producido en ellos un reflejo de las emociones del otro) que los participantes que no se habían sentido conectados. La empatía, al parecer, se movilizó entre los desconocidos a través del débil vínculo que los unía y unificaba sus reacciones.
El procedimiento fue similar para el segundo estudio, pero esta vez en lugar de prepararse para una presentación, al otro estudiante se le asignó la tarea de correr enérgicamente durante tres minutos. En esta ocasión, el ver al compañero corriendo causó en los participantes un aumento del ritmo cardíaco y de la presión arterial, en comparación con los participantes que no fueron incitados a sentirse socialmente conectados con el otro. El delgado vínculo que unía a estos desconocidos los había llevado
a latir al mismo ritmo.
La investigación sugiere que psicológicamente, el yo y el otro pueden desdibujarse y que el tema puede ser fundamental en el caso de los llamados “vínculos débiles”, cuyo número se amplía enormemente en la red: “Incluso las relaciones sociales mínimamente instauradas pueden conducir a las personas a experimentar estados psicológicos y fisiológicos iguales” dicen los autores.
Las relaciones en internet serían, así, como venimos defendiendo aquí desde hace tiempo, bastante más trascendentales en términos de solidaridad y empatía, que lo que algunos dictaminan.
Si vínculos sociales breves pueden tener tales efectos, cuando el grado en que las experiencias psicológicas de los individuos coinciden con las de otras personas es más alto, la influencia puede ser todavía más fuerte.
Publicado en El Caparazón. Post original aquí.
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