Por Andrés Alonso
Casi todo el mundo conoce a alguna persona que afirma disfrutar yendo a trabajar porque ello le sirve para salir del ajetreo de su vida casera o familiar, lo cual incluye desde los niños hasta las posibles discusiones-. Este fenómeno encaja con el hecho documentado de que muchos desempleados, incluso compensando por su pérdida de nivel de renta, están más descontentos que cuando trabajaban. Los recientes estudios de la economía de la felicidad cuantifican que el efecto no vinculado a la renta es más de cinco veces superior al efecto vinculado a la renta. Es decir, nuestro aumento de insatisfacción al pasar a estar desempleados proviene de dos vías: la primera es que somos más pobres, pero la segunda se deriva del mero hecho de no acudir a trabajar. Tanto es así que el propio Krugman ha utilizado la magnitud de este fenómeno como argumento para luchar aún más fuertemente contra el paro involuntario.
¿Cómo podemos gestionar nuestro estado de ánimo?
Un maravilloso post del blog Stumbling and Mumbling ilustra de forma brillante algunos de los aspectos relacionados con el estado de ánimo. Lo que más afecta a nuestro estado de ánimo es en realidad la variable principal de la gestión de carteras moderna: la correlación.
Nuestro nivel de felicidad disminuye realmente cuando sufrimos en varios aspectos de nuestra vida a la vez: cuando en el trabajo nos va mal, cuando discutimos con nuestra pareja y cuando nuestro amigo nos defrauda. Es decir, cuando la correlación entre los activos que determinan nuestros estados de ánimo es altamente positiva. En cambio, si invertimos nuestra felicidad en activos pocos correlacionados, estamos aplicando el pilar central de la teoría de gestión de carteras: la diversificación como herramienta de mitigación del riesgo “de mercado” (en nuestro caso, del riesgo a ser infeliz en general).
Un empleo no demasiado apasionante pero estable nos puede ayudar a compensar una mala jornada en casa. Esto justifica porqué en ocasiones oímos que las parejas que trabajan juntas son más propensas a las discusiones en familia: la correlación positiva juega en su contra. Debemos buscar la gestión de riesgos de nuestros de ánimo, para lo cual es clave tener en nuestra cartera de felicidad activos no correlacionados.
La diversificación no es la única herramienta de la gestión de carteras aplicable a la felicidad. Otros curiosos ejemplos serían:
::La religión, que en el fondo es lo que se denomina una cobertura en gestión de carteras. Cuando el resto de activos caen de valor (problemas en casa o trabajo) la religión nos aporta bienestar. Esta correlación negativa es lo que le aporta valor a mi cartera de felicidad.
:: Flujos de los activos: cada activo tiene unos flujos (monetarios en el caso de activos financieros) que debemos descontar para hallar su valor actual. Esto ayuda a explicar por qué la gente que se dedica a ver la televisión tras el trabajo suele ser más infeliz que los que realizan otras actividades como, por ejemplo, tocar un instrumento: la televisión no genera el flujo de ingresos descontados suficiente como para afectar al valor actual de nuestra cartera (estado de ánimo) de manera significativa. En cambio, tocar un instrumento exige una mayor concentración, es decir, aporta más flujos y afecta más rápidamente al valor de nuestra cartera de felicidad.
Rentabilidad y riesgo de gestionar tu felicidad
Del mismo modo que la correlación de una cartera se reduce al comprar bonos alemanes con rentabilidad negativa, cuando las cosas marchan mal en la vida personal, tener trabajo puede aportar (además de dinero) un sentimiento de utilidad que aporta, en términos subjetivos, felicidad. Por eso, aunque el trabajo en sí mismo no me da felicidad como actividad aislada, al igual que para un gestor de carteras un bono alemán con rentabilidad negativa es una mala inversión en términos aislados, al observar su efecto dentro de toda la cartera de inversión, el bono alemán reduce la correlación global del conjunto de inversiones, ayudando al gestor a tener una cartera más eficiente en términos de rentabilidad/ riesgo.
Por último debemos recordar que la diversificación es una herramienta muy potente para gestionar los riesgos de nuestra cartera de felicidad, pero, como siempre en Finanzas, el binomio rentabilidad / riesgo es inseparable. Del mismo modo que reduce nuestro riesgo (cambios en estado de ánimo) también reduce nuestra rentabilidad potencial (felicidad máxima). Es decir, aquellas personas que disfruten de una vida interior dedicada al trabajo, al estudio o a la introspección se mantendrán incorrelados (protegidos) de las desdichas del mundo exterior, y por lo tanto nunca verán su corazón roto, pero a la vez ¡nunca conocerán la gloria del amor verdadero!
Publicado en Sintetia. Post original aquí.
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