La verdadera conversación prende fuego

Por Antonia Arévalo @AntoniaAreval

Hace ya un par de años escribía, en este nuestro espacio, sobre nuestra naturaleza relacional y la necesidad de mantener aquellas conversaciones  que consideramos “importantes”  y que, sin embargo rehuimos  generalmente porque los miedos se apoderan de nuestra voluntad, miedos de muy diversa naturaleza y un solo objetivo, que es bloquear nuestra necesidad más auténtica de relacionarnos de una manera sincera, a corazón abierto.

Nuestras relaciones personales se configuran a partir de las conversaciones que mantenemos con los otros, conversaciones y relaciones son una misma cosa. Mantenemos una relación con alguien mientras estemos en una conversación abierta y continua, si por cualquier razón la conversación se interrumpe o termina, la relación también se interrumpe o termina… Por más que aparente lo contrario.

Hace unos días, llegó a mí la siguiente cita de Theodore Zeldin:

La verdadera conversación prende fuego. Se trata de algo más que emitir y recibir información. (…) En la conversación no se trata sólo de conseguir información o compartir emociones, ni es únicamente una manera de meter ideas en la cabeza de los demás. (…) La conversación es un encuentro de mentes con recuerdos y costumbres diferentes. Cuando las mentes se encuentran, no sólo intercambian hechos: se transforman, se remodelan, extraen de ellas implicaciones diferentes y emprenden nuevas sendas del pensamiento. La conversación no sólo vuelve a mezclar las cartas, sino que crea cartas nuevas”.

Dicho esto, entenderéis que no sepa  qué más añadir, me parece precioso!! Cómo a través de la verdadera conversación somos capaces de desarrollarnos, de estar más cerca de la verdad, de gestionar los conflictos, de aclararnos a nosotros mismos, de acompañar al otro, de intercambiar, de crecer, de aprender, desaprender, ajustar, reajustar, descubrir, reprogramar, crear…

Quizás, caer de nuevo en la queja de  qué pocas conversaciones reales mantenemos. Quizás hacer la autocrítica, quizás poner en estas líneas una reflexión compartida que nos permita seguir avanzando.

A mi sentir, es curioso que no acabemos de sacar todo el jugo al lenguaje, a nuestra capacidad de relación, de interacción. Creo que escribimos mucho sobre relaciones tóxicas y cómo afrontarlas o eliminarlas de nuestra vida. A veces siento que acumulamos herramientas como el que acumula armas, para ir a la guerra, a la conquista, en defensa. Como para sobrevivir en un entorno poco favorable. En pocas ocasiones leemos artículos que nos animen a ser curiosos con los demás y con nosotros mismos. Que nos animen a descubrir qué hay detrás de esas relaciones tóxicas o de esos entornos poco favorables, que nos animen a descubrir por qué nos resultan de ese modo, a descubrir dónde está la toxicidad, a enriquecer nuestra verdad, a mantener conversaciones en las que podamos expresar y escuchar desde la intención de crear algo nuevo, no desde el querer ganar, brillar, conquistar. O si, pero querer ganar, brillar, conquistar una verdad más enriquecida, una relación más respetuosa para con todos.

En demasiadas ocasiones soy testigo de conversaciones planteadas en términos de ganar/perder, con objetivos preestablecidos que no somos capaces de remodelar en base a nuevas informaciones, enredándose en una especie de espiral hacia quién tiene la razón, en la que se difumina el contexto, en la que se pierde el verdadero objetivo de. En ocasiones a grito pelado, en ocasiones bajo exquisita forma y escaso fondo.

En demasiadas ocasiones escucho eso de ya he hablado con, ya se lo he dicho, cosa que ya me satisface porque supone que se ha tenido la valentía de afrontar esas conversaciones. El siguiente nivel o el único, en realidad, es el modo en el que las afrontamos. Estamos dispuestos a prender ese fuego del que nos habla Zeldin? A crear nuevas cartas?  O seguiremos enredados en nuestras metas y nuestros miedos?

Creo que fue  Anne Dickson quien afirmó que  “En una conversación, lo que recibimos suele ser reflejo de lo que damos”  Estamos dispuestos a investigar, a experimentar sobre esta afirmación? Estamos dispuestos a “arriesgar”? A aceptar que no estamos en posesión de toda, ni gran parte de la verdad? Para que no? Cuál es nuestro beneficio real al no prestarnos al experimento? Yo misma me regaño por no hacerlo más a menudo, por perderme en mis propios registros. Realmente, el resultado más bonito, lo he podido sentir cuando me he dejado en el fluir de una conversación, cuando me he dejado ser curiosa, cuando he prestado interés sincero en lo que allí ocurría, cuando he dejado un espacio de crecimiento a mis palabras, a mis pensamientos, cuando huyendo de batallas, hemos sido capaces de entrelazar pensamientos y palabras.

“La conversación no sólo vuelve a mezclar las cartas, sino que crea cartas nuevas”.

Barajas?

Se os quiere!

Os dejo con Yuna y Deeper Conversation

“And if you don’t mind
Can you tell me
All your hopes and fears
And Everything that you believe in
Would you make a difference in the world
I’d love for you to take me to a deeper conversation
Only you can make me
I let my guard down for you
And in time you will too”

Photo credit: Pixabay Póquer

Publicado en Mayeutika. Post original aquí.

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Saber escuchar para saber hablar

hablar-y-escuchar

por 

Muchas veces habrás estado hablando con otras personas y no has sabido cómo hacer para dominar la conversación. No es difícil, solo hace  falta paciencia. La suficiente como para dejar que tu interlocutor hable a su gusto, incluso por los cuatro costados, mientras tú le escuchas.

Piensa que quien domina una conversación no es quien está hablando, sino quien está escuchando. Escuchar te permite conseguir una gran cantidad de información que no lograrás mientras hablas. Por ejemplo, podrás saber sobre los gustos de tu interlocutor y sus posibles debilidades y fortalezas.

Si escuchas detenidamente, toda esa información te va a permitir saber cosas de quien está hablando, te podrás hacer una composición de lugar y conocer mejor al otro.

Luego, te resultará mucho más fácil negociar con esa persona porque tú dispondrás de una información de la que él carece; desventajas de hablar por los codos. Así que si, por ejemplo, tienes que negociar te va a resultar mucho más fácil que a la otra parte porque has estado recibiendo información del otro.

Él, que se lo ha pasado en grande hablando de sí mismo pero que no ha obtenido información relevante sobre ti, está en desventaja.

Volviendo al tema del carisma al que me he referido en otras ocasiones. Si tú quieres ser carismático tienes que aprender las destrezas de los grandes escuchadores; la principal de ellas, aunque parezca de Perogrullo, es escuchar. Y después saber sacar la información adecuada y de interés de esa conversación.

Por eso no interrumpas nunca al que te está hablando, le harás sentirse mal y dejarás de recibir información. Bueno, he dicho nunca y quería decir casi nunca. Hay ocasiones en las que nuestro interlocutor es tan insufriblemente pesado que hay que huir de él a toda prisa. Pero eso sí, debemos huir con elegancia.

Si vas a interrumpir, porque consideras que debes hacerlo, intenta que sea en un momento en el que haya terminado una frase, para que no dé la sensación de que le dejas con la palabra en la boca.

Piensa que la gente te va a asociar con los sentimientos y sensaciones que provocas, por lo que debes intentar evitar crear asociaciones negativas; no hagas que se sientan mal o equivocados.

Y cuando te llegue el turno de hablar intenta ser lo más claro y gráfico posible.  Procura utilizar imágenes, metáforas y lenguaje rico para transmitir y convencer con un mensaje carismático.

No olvides que la ventaja de una persona carismática es que deja de ser persona para convertirse en personalidad.

Publicado en Pruebate Magazine. Post original aquí.

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Tercera derivada

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Por Antonia Arévalo @AntoniaAreval

Si la función f ‘ es derivable, podemos calcular la derivada de esta función y obtenemos una nueva función que llamamos derivada segunda de f y representamos por f ”. Si razonamos de forma análoga con f ”, podemos obtener la derivada tercera de f que llamamos f ”’ y así sucesivamente: f iv, f v,…
No me he vuelto loca, ni he reconvertido Mayeútika en un blog de exactas… Es sólo que me tiene impresionada nuestra complejidad y eso me ha llevado a los tiempos (hace ya…) en los que descubrí el maravilloso e infinito mundo de las derivadas, en el que suposición tras suposición, tras suposición, debíamos encontrar un resultado, a veces un punto de inflexión, aquel en el que la función cambia de sentido (o algo así creo que era).
Y vuelvo a ese mundo cuando me pierdo en la complejidad de nuestros comportamientos, cuando me pierdo en la complejidad de las interpretaciones, de las suposiciones, cuando me faltan datos, cuando las lagunas me impiden entender qué está pasando. Cuando la necesidad de entendimiento, de comprender, hace que rellene esos espacios en blanco. Es entonces que empiezo con las derivadas y para cuando me doy cuenta aparezco en un lugar desierto, un lugar árido, un lugar inventado, un punto de inflexión. Que poco o nada tiene que ver con lo que quizás sea porque una de las derivadas que introduje fue el miedo, otra fue la protección, otra la rabia, otra los celos, quizás venganza, quizás resentimiento, inmovilismo, instinto de conservación, cualquier cosa menos esencia, menos intuición auténtica, menos amor.
Y ya te puedes reír, pero sé que a ti también te pasa.


Son aquellas situaciones en las que las relaciones no están claras, porque no es clara la conversación. Aquellas situaciones que nos llegan al alma, cuando esperamos una respuesta en un sentido y no llega, pero tampoco llega en el contrario, llegan respuestas sin sentido. Hoy si, mañana no, hoy lo propio, mañana lo contrario. Algún quizás entre tanto. Cuando deseamos una señal del otro, una señal clara y…el otro no nos la manda. O sí, pero emborronada. Es entonces que se inicia el mundo de las derivadas: Me ha dicho que no quiere saber nada, pero me desea los buenos días, será por… Me ha dicho que le olvide, pero me da likes, será por… Me ha dicho que le espere, pero no viene, será por… No me ha confirmado la promoción, pero creo que lo hará, será por…. No hemos concretado la fecha pero me quiere ver, será por…. No ha contestado a mi correo aunque me dijo que le escribiera, será por…
Nos falta información y en automático la rellenamos con los “será por…” y a ese será por, le sigue un “entonces es que… “ Seguido de un “porque claro si… entonces…” Y superamos la tercera derivada y entramos en el mundo de las derivadas sucesivas.
Confiesa, a ti también te pasa.
Vaya por delante que, como ya dije en https://mayeutika.es/2015/11/07/silencio-cobarde/, no soporto ese silencio que nos deja colgados en el limbo, en la necesidad de derivarnos. Nada podemos hacer con el silencio del otro, en nada podemos obligar a rellenar ese silencio, esas lagunas, sus motivos tendrá, sus razones, sus límites, sus capacidades, su momento, sus circunstancias, sus, sus, sus…
“Sus” que como no sabemos, no nos podemos inventar y menos desde ese escenario que nos lleva a ningún lugar. Si está de nuestra mano decidir qué hacemos nosotros con esas lagunas, cómo y desde dónde las rellenamos. Porque rellenarlas, las necesitamos rellenar.
He aprendido que lo mejor es actuar desde lo que nosotros necesitamos, desde lo que nosotros deseamos, desde nuestra propia libertad, sin interpretaciones del otro, sin hacernos trampas.
Una laguna nos genera mucha inseguridad, incertidumbre, impaciencia, por ello solemos reaccionar desde el miedo, desde la defensa a un hipotético ataque. Y es entonces que vamos a ese ningún lugar, que la fastidiamos. Echamos la culpa al otro por generar lagunas, cuando cabe la posibilidad de que tal laguna sólo exista a nuestros ojos, a nuestro sentir, que para el otro no sea tal, por tanto, la opción que más beneficio nos reporta es la de actuar proactivamente, desde lo que queremos conseguir, en lugar de reactivamente desde lo que “entendemos” que el otro quiso decir.
Una laguna se puede rellenar con lo que queramos, como cualquier línea de puntos, como cualquier línea en blanco. Por qué entonces eliges rellenarla con lo que más daño te hace, con lo que menos posibilidades te da, con lo que cierra puertas, con lo que quema tu libertad?
Las cosas deben ser más simples, más fáciles, más fluidas, de hecho lo son. Las complicamos con nuestros miedos y sus infinitas derivadas.
Te propongo que ante una laguna, actúes desde el amor, verás que desaparecen las lagunas, se evaporan. No hay derivadas, porque lo que hay es amor, confianza, legitimidad, para aclarar, para preguntar, para proponer, construir, avanzar. Déjate de derivadas, déjate de interpretar, déjate de usurpar al otro y sé tú, Qué tú quieres? Qué tú necesitas decir? Qué tu necesitas saber? Qué tu quieres contestar?
El amor no tiene derivadas, sólo es amor, es simplicidad.
Actuando desde ese lugar, cuanto menos lo que te garantizo es que tu no te vas a perder, nunca sabemos el otro, pero tu no te vas a perder, actuarás desde tu autenticidad, desde lo que eres, desde lo que debería tener en cuenta el otro para integrar, cualquier otra cosa nos lleva a perdernos, a integrar esas lagunas desde un falso yo, a que la relación sea débil, construida sobre falsos cimientos, antes o después, se derrumbará.
Sólo sé tu y olvídate de las derivadas…lo harás? Quieres intentarlo a ver qué pasa?
………………………………………………………………………………………….. (Rellénalo con lo que a ti te apetezca!!)

Os dejo con Mercedes Sosa y “Volver a los diecisiete”

“…Lo que puede el sentimiento no lo ha podido el saber
Ni el más claro proceder, ni el más ancho pensamiento
Todo lo cambia al momento cual mago condescendiente
Nos aleja dulcemente de rencores y violencias
Solo el amor con su ciencia nos vuelve tan inocentes…”

Mil besos!

Photo credit: Giant Twisters in the lagoon Nebula- everystockphoto

Publicado en Mayeutika. Post original aquí.

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De que hablamos cuando no hablamos de lo que deberíamos hablar?

hablar

Por Antonia Arévalo @AntoniaAreval

Cuantas cosas no dichas, cuantas cosas escondidas, cuantas cosas ahogadas, cuantas cosas sobre entendidas, cuantas cosas negadas, cuantas conversaciones calladas, cuantas palabras mudas……De qué hablamos cuando no hablamos de lo que deberíamos hablar? Os lo habéis preguntado alguna vez? Conversaciones pendientes, temas sin cerrar que nos encierran, que nos dificultan el avance porque ocupan nuestra mente, nuestras emociones, nuestro cuerpo, nuestro yo entero. Conversaciones que nos sabemos de memoria, que hemos repetido y repetido y repetido tantas y tantas veces…..conversaciones en cautiverio, conversaciones encerradas. Para qué no las dejamos salir? Qué podemos perder que no hayamos perdido ya? Y qué conservamos que no necesitamos? Qué las retiene? De qué hablan? Me dijo, le dije, le tenía que haber dicho, la próxima vez le diré …. A veces no afrontamos esas conversaciones por temor a enfadarnos, discutirnos, a romper el vínculo a que no nos consideren, a perder una relación o un supuesto estatus o posición.  A veces se nos quedan atascadas a medio camino…… Cuando precisamente la solidez de las relaciones se basa en la confianza, una buena relación exige de mejores conversaciones. Nuestras relaciones personales se configuran a partir de las conversaciones que mantenemos con los otros, conversaciones y relaciones son una misma cosa. Mantenemos una relación con alguien mientras estemos en una conversación abierta y continua, si por cualquier razón la conversación se interrumpe o termina, la relación también se interrumpe o termina….. Y si de organizaciones empresariales hablamos, no son otra cosa que unidades, sistemas, construidos a partir de conversaciones específicas basadas en la capacidad de los seres humanos para efectuar compromisos mutuos (Rafael Echevarría) Como escribió A. Machado “Sólo se pierde lo que se guarda, sólo se gana lo que se da.” Entonces…….Cómo abordar esas conversaciones pendientes, esas tan difíciles, intelectual y emocionalmente? Esas qué tanto tememos que nos salgan mal? Lo primero que debes plantearte es qué es lo que pretendes con esa conversación? ¿Restaurar una relación deteriorada o deteriorarla aún más? Si la respuesta es restaurarla, te sugiero:

  • Prepara bien el mensaje que quieres transmitir, considera tanto lo que quieres como lo que no quieres decir.
  • Cárgate de fundamentos.
  • Descárgate de prejuicios y suposiciones.
  • Muestra apertura para escuchar y para modificar tu punto de vista.
  • Busca un escenario distinto, cómodo, neutro, confiable.
  • Pon corazón, tu destinatario debe sentir que para ti es importante lo que surja de esa conversación.
  • Respira hondo, habla con la mirada, ” la mirada suele ser cómplice de nuestro corazón y en ocasiones hasta amiga de la razón” (W.Shakespeare)

Si lo que quieres es deteriorarla más, no cambies nada, ya vas por el buen camino. Pensar que saldrá bien quizás sea un acto de fe por tu parte, pero pensar que saldrá mal también lo es. Entonces….. Mejor creer en aquello que nos ayudará a avanzar, no te parece? Y si no…. De qué hablarás cuando no hables de lo que quieres hablar?

Publicado en Mayeutika. Post original aquí.

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Comunica y seduce

Por Merce Roura @merceroura

comunicar-y-seducirPara comunicar hay que darle a quién te escucha una parte de ti mismo. Para llegar a las personas y saltar barreras no basta con decir las palabras idóneas y dar una información rigurosa. Para eso están los libros. Cuando comuniques, cuenta una historia. Emociona a tu público y que se note cuánto te emociona a ti lo que dices. Que se vea lo que deja en ti cada palabra. Que sepan que eres humano e imperfecto. Que se den cuenta de que estás implicado hasta las cejas en lo que dices… Sé uno con el mensaje.

Mira a los ojos cuando hables. No te dejes a ninguno. Que sepan que no son una masa informe sino un grupo de personas que te importan una a una. Que se sientan reconocidos y apreciados. Que sepan que son necesarios e imprescindibles. Que recuerden que son únicos…

Si te atreves, pregunta, interpela. Sonríe con la mirada y si lo tienes, usa el sentido del humor con cautela.

Cuando comuniques no olvides nunca quién eres. Habla desde tus valores y principios. Ofrece tu visión de lo que cuentas y personaliza tu discurso. No des demasiados datos porque aturden. No prescindas de ellos tampoco, que no parezca que no te preparas a conciencia.

Sé coherente y honesto. La sinceridad convence más que nada. Recuerda que la mentira se huele desde lejos. Si mientes o no eres sincero del todo con lo que dices, te delatarán tus ojos o tus manos. Somos nuestras palabras, pero también nuestros gestos y muecas, a veces, descontroladas. Nuestro cuerpo usa un lenguaje paralelo. Si coincide, arrasas. Si difiere, incluso el menos docto de tu audiencia sabrá que mientes y todo habrá terminado. Nunca subestimes a las personas a las que te diriges.

Hazlo fácil. Cuando te hablen, no te concentres en dar una respuesta, escucha sus palabras. Que lo que te dicen sea importante, que se note que te importa.

Guíate por tu intuición, pero antes de dar un paso, piensa si pisas o arañas a otros, si en tu camino dejarás migas de resentimiento o invadirás perímetros que otros no quieren que cruces.

Cuando hables de tú a tú y en distancia corta, que lo que salga de tu boca sea hermoso. Si lo que vas a decir duele, busca una forma amable. Si no puedes callar, no calles. Las palabras acumuladas en el pecho se vuelven rabiosas y se convierten en pirañas. No tragues palabras, si no puedes callarlas, intenta que sean sabias y mejoren el momento.

Si lo que dicen otros te hace daño, disculpa su torpeza, tal vez no sepan más. Si saben más, diles que te duele, intenta que lo sepan y pregunta el por qué de sus términos. Si no les importa… ¿Por qué va a importarte a ti lo que digan? Deja que sigan su camino…

No busques excusas, admite errores y lagunas. Aprende de tus pequeños desastres y atesora los grandes para el gran libro de tu vida. No brindes demasiadas explicaciones si no hacen falta, parecerá que buscas coartadas. Y date cuenta de que no eres el centro del mundo. Aunque eres enorme si quieres y aún puedes ser mejor si te lo propones…

No te creas ni mejor, ni peor. No te hundas, ni te subas al pedestal. Sé uno con tu público. Busca su registro y el lenguaje adecuado para dirigirte a ellos sin traicionar tus formas. Ponte a su altura, pero siéntete distinto. Sé distinto. Busca qué te hace diferente y no lo escondas. Muéstralo, difúndelo, haz que forme parte de la huella que dejas. Recuerda que tu marca personal está impresa en todas tus acciones y está siempre en constante evolución contigo. No seas un logotipo. No te estanques con cuatro premisas sobre ti mismo y acabes confundiendo un medio con un fin. Supérate siempre…

Si tienes que leer una parte de tu presentación, que el papel te sirva para sujetarte y no para envolverte. Úsalo para dar rigor a tus datos. Que sea sólo un recurso. Que puedas soltarlo y seguir sin inmutarte y que sepan que puedes hacerlo cuando quieras.

Mántente erguido, pero no tenso. Suéltate y respira hondo… Deja que el discurso fluya por todo tu cuerpo. Gestiona tus silencios porque marcan tus prioridades, porque dan calado a tu discurso y mejoran tu oratoria. Siente las palabras y piensa qué dices. Marca tus frases y huye de la monotonía. La fluidez convence y la energía seduce.

Que tu discurso sea corto e intenso. Deja con ganas, no hartes. La seducción depende también de no mostrarlo todo de golpe. Deja que imaginen qué más puedes ofrecer, que te busquen, que te reclamen de nuevo.

Arriesga un poco cada vez. Prepara tu riesgo. Ten claro qué vas a decir y busca un hilo conductor para todos los temas que deseas abordar. La improvisación es necesaria, pero debe tomarse a pequeños sorbos, en un margen controlado… A partir de ahí, sube tu listón cada día. Recuerda que sólo se aprende si te pones a prueba, si te expones al fracaso. Haz que tus fallos sean puntos de apoyo.

Piensa en los grandes. Sé tú mismo, pero recuerda qué hacen y cómo lo hacen aquellos que consiguen lo que tú deseas. Aduéñate de sus conocimientos y reconoce siempre sus méritos y autorías. Copia lo bueno y difúndelo. Una vez hayas aprendido de los mejores; innova, crea, arriesga… Los grandes oradores se saltan muchas normas porque su autenticidad está ya fuera de duda.

Sé tú, siempre. Recuerda que es mejor equivocarse siendo tú mismo que acertar intentando ser otro porque te quedarías sin entender la moraleja.

No tengas miedo, todo pasa… Brilla, brilla todo lo puedas como si cada vez fuera la única…

Y ama ese momento… Disfruta, disfruta mucho. Eso se nota y se contagia. Contagia tu entusiasmo…

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El arte del buen escuchador

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por 

A todos nos gusta hablar por los codos, que nos escuchen, que la gente esté pendiente de lo que decimos nosotros. Que digan lo majos que somos, cuánto sabemos y cómo sabemos dirigir una conversación. Todo eso está muy bien, pero como te comenté en otra ocasión lo importante no es gustar a los otros, sino que los otros estén convencidos de que te gustan a ti.

Es decir, no se trata de que yo te impresione a ti, sino de que yo sea capaz de conseguir que tú me impresiones a  mí. Si lo logro, habré ganado la partida. Si no lo consigo puede que te gane o puede que no. Probablemente la perderé.

Y ahí es donde entra en juego el arte del buen escuchador. Se trata de dejar hablar al otro y conocer algunas pequeñas técnicas que nos permitan salir  victoriosos de ese difícil arte que es lograr que los otros nos impresionen.

Para ser un buen escuchador solo hay que seguir una regla muy simple; eso sí, a rajatabla: no interrumpir nunca. No interrumpas incluso aunque te sientas compulsivamente impulsado a hacerlo. Permite que la otra persona acabe de hablar. Tú puedes decirme que puede que no acabe de hablar. Bien, en ese caso, y dependiendo del interés que tengas en la conversación, improvisa. Una supuesta llamada al móvil te puede permitir, con una excusa, salir airoso de ese trance donde no te dejan meter palabra y marcharte a otro lugar.

Por supuesto, esto no sirve para los debates de radio ni de televisión ni, tampoco, para los tertulianos, que suelen tener la fea costumbre de interrumpir a los otros, aunque apenas haga diez segundos que terminaron su turno de palabra.

Si eres un buen escuchador no solo no interrumpirás sino que sabrás permitir a los otros interrumpirte. No creas que es fácil, ni mucho menos. Es todo un arte y, como tal, sometido a los vaivenes del momento. Esto no es una ciencia exacta, sino que hay que saber adaptarse a cada situación.

Tú, como gran escuchador que se supone que eres, permitirás a los otros que te interrumpan. Lo que no significa que estén en su derecho de hacerlo. Piensa que probablemente no te hará ninguna gracia que el otro te corte en medio de una frase. En ese caso tienes tres opciones: pegarle un tiro, lo que no te recomiendo porque no merece la pena acabar en la cárcel hablando con las paredes, lograr que ese otro se sienta mal o conseguir que se sienta bien.  Es decir, intentar impresionarle o permitir que él te impresione a ti.

Y si ves que tu interlocutor está agitado intentando hablar, procura hacer tus frases más cortas y dejar frecuentes pausas para que pueda interrumpirte. Repito, es todo un arte.

Para dominarlo tienes que practicar la llamada escucha activa, interesándote por conocer las necesidades y sentimientos de tu interlocutor mediante preguntas  y reflexionando sobre las respuestas obtenidas. Saber escuchar es difícil, pero no imposible.

No siempre se acierta. Yo suelo preguntar mucho cuando conozco a alguien y me cuentan de todo, algunas de esas cosas por su crudeza no se podrían repetir en público. Generalmente esto ocurre la primera vez que nos vemos esa persona o yo. Aunque no siempre funciona. En una ocasión le pregunté a un tipo que quería participar en el programa de televisión en el que trabajo si tenía hijos y su respuesta fue: ¿Qué pasa, es esto un interrogatorio? No lo hizo en broma sino con muy mala leche, así que no volví a interesarme por él. No nos hemos vuelto a ver.

Generalmente cuando le preguntas a alguien por sus hijos te cuentan lo maravillosos que son, abren su corazón y tú consigues que ellos logren impresionarte, que es de lo que se trata, ¿no?

En otras ocasiones te cuentan de todo, desde que tienen problemas familiares o de pareja hasta que no logran quedarse embarazadas o que tienen miedo de perder su trabajo. Todo ello la primera vez que nos hemos visto, no porque yo sea más listo que otros a la hora de mantener una conversación y obtener información, sino simplemente porque muestro interés por los sentimientos de las personas con las que hablo. Me estoy refiriendo a la empatía.

Por cierto, la empatía no es un arte, es un don, el don de la humanidad. Ser humano y comportarte como tal te hace empático. Puede que alguna vez no funcione, como en el caso que te comentaba antes, pero generalmente sí. Claro que para ello tienes que mostrar verdadero interés en esa persona, ponerte a su altura y no ser hipócrita intentando demostrar que empatizas con una situación que te trae al pairo.

Para lograrlo intenta mantener el contacto visual, muestra interés y empatía con tu tono de voz, evita el impulso incontrolado de contestar antes de que el interlocutor haya finalizado su intervención o de argumentar cuando muestre algún tipo de enfado. Tampoco está de más asentir con la cabeza indicando atención, controla tus emociones si estás en desacuerdo, sé flexible y trata de adaptarte a la personalidad que tienes delante. No olvides que nos estamos refiriendo a encuentros cordiales, no a debates a cara de perro.

La escucha activa no es ni más ni menos que escuchar con interés para entender el punto de vista de la otra persona, lo que no significa que lo compartas. A esto añádele que es necesario observar su lenguaje corporal y controlar el tuyo.

¡Qué no es fácil! ¡Ya lo sé! ¡Nadie ha dicho que lo sea!

Publicado en Pruebate Magazine. Post original aquí.

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Atrapar la emoción (II)

Por Javier Villalba (@j_villalba)

AtraparEmoción2Hacer que las personas se sientan respetadas no solo se consigue observando fórmulas de cortesía en el trato personal con los colaboradores, sino mediante el reconocimiento de derechos laborales, entre los que figura el derecho a la información pertinente y de calidad y a ser escuchados, la articulación de mecanismos de integración efectiva, el derecho a desarrollarse como profesional y como persona y ser objeto de un exquisito miramiento por tan solo detentar la condición humana, cuestión que cabe demostrarse mediante el establecimiento de políticas de flexibilidad laboral, conciliación familiar, igualdad y no discriminación, antimoobing y defensa de los empleados; pero también por medio de cuestiones que tienen que ver con la “customización” de los puestos de trabajo, la creación de entornos limpios y agradables, el diseño de espacios confortables para la realización del trabajo y los momentos de expansión, dotación de prendas funcionales, elegantes y de calidad, provisión de medios, utillajes y herramientas suficientes y conformes con estándares de actualidad, por citar algunos aspectos susceptibles de ser intervenidos para hacer sentir la consideración de que se es objeto por parte de la marca.

No son pocas las ocasiones de que se dispone para trasladar la estima y consideración que los trabajadores despiertan a la empresa, lo que se traduce en demostraciones de afecto sin afectación. Ejemplos de ello se vinculan con las políticas de ingreso, acogida, integración y desarrollo y también con pequeños actos de apreciación de la singularidad y, en consecuencia, la toma en consideración de acontecimientos y situaciones que afectan las historias personales de los trabajadores (emancipación, mejora social, celebraciones, aniversarios, cumpleaños, bodas, natalicios, bautizos, óbitos). También el aprecio se manifiesta mediante la propuesta de respaldos posibles a sus vidas materializados en políticas sociales y asistenciales y facilitando el disfrute de otras ventajas con aportaciones económicas establecidas con lógica y medida, entre las que pueden considerarse, por citar alguna, los préstamos subvencionados al estudio.

Como se ve, la definición de la propuesta de valor interna brinda otra ocasión para trascender de la mera relación proposicional si se articula con miras a demostrar un aprecio sincero que hay que saber ganarse. La función de comunicación interna, concretada en acciones dirigidas a emocionar, puede ser un excelente aliado de la marca para crear significados y diseñar experiencias que impriman sentido al trabajo y estimulen el compromiso de los trabajadores.

Otros planes que trasladan mensajes de aprecio se relacionan con la creación de condiciones para ser una empresa familiarmente responsable, la adopción de políticas de responsabilidad social interna (empleabilidad, formación y desarrollo, gestión del cambio, participación e integración) y el interés por el fomento, consecución y mantenimiento de un buen ambiente de trabajo (best workplaces).

Solo lo que consideramos valioso ocupa nuestro tiempo y acapara nuestra atención, lo que evidencia la pauta de lo que nos importa. Demostrar un sentimiento de valor a las personas tiene que ver con la frecuencia y calidad de las intervenciones, tiene reflejo en las prácticas de escucha y en las rutinas de solicitud de opinión, se percibe en las propuestas de participación y en las políticas de reconocimiento, se refrenda en hechos que tienen que ver con la asunción de iniciativas, la superación de riesgos, la obtención de logros y el afrontamiento de responsabilidades.

El reparto de poder, los márgenes de libertad para actuar, el apoyo a iniciativas, el estilo de tratamiento de errores, las inversiones en desarrollo del talento, los planes de carreras, las políticas de promoción, relevo y sucesiones son cuestiones de las que puede inferirse el valor que representan las personas en la organización.

Para despertar el sentimiento de adhesión en las personas, hay que estar de su lado, es necesario conocerlas, hay que identificar sus inquietudes y necesidades siendo conscientes de que ello supone estar dispuestos a resultarlas útiles a sus fines. Solo desde la solidaridad es posible hacer emerger la complicidad.

Informando, haciendo participar, integrando, dando voz y voto son solo algunas técnicas para promover sentimientos de complicidad, un activo emocional al que se llega con quienes se han compartido numerosos sucesos, buenos y malos. Nuevamente las acciones de comunicación interna y las propuestas de responsabilidad civil interna vienen en auxilio de la creación de vínculos, como también ayuda desarrollar lemas de equipo, crear conceptos visuales, asociar una banda sonora con una historia de la que se es parte.

Que el trabajo entusiasme es una condición para enamorarse de la actividad que uno realiza. ¿Puede hacerse que el trabajo resulte interesante? Seguramente sí, es cuestión de buscar su sentido, es cuestión de contextualizar la actividad, es cuestión de crear significados. Dar una significación especial al trabajo, acertar a maridarlo en un todo, recrear una historia real que invite a sentirse parte única, singular y esencial resulta revelador.

Seduce lo que atrae; cautiva lo que parece apetecible. Estimula lo que se vislumbra posible. Resulta placentero demostrar que se pueden alcanzar retos; resulta convincente contar con referentes cercanos cuyas historias pasan a formar parte del acervo cultural de la empresa. Seducir es retar, es atraer, entraña estimular y conduce a sentirse llamado para la gloria.

De nada sirve crear efectos sensoriales, producir historias o recrear momentos estelares si el verdadero protagonista se siente relegado a un papel secundario y se percibe como mera comparsa. Las experiencias que cobran sentido son aquellas en las que el sujeto se reconoce en el papel principal, luego hacer que los trabajadores se sientan lo que son, protagonistas, supone saber poner en el centro de las organizaciones a las personas, verdaderos artífices del éxito empresarial.

El principio más elemental de todos es aprender a reconocer méritos y deméritos, obrar en consecuencia y despertar la autoestima de quienes merecen ser destacados por sus contribuciones al conjunto. Si somos capaces de dar sentido al trabajar aquí y ahora, nos  apoyamos en valores reales, sinceros y creíbles, construimos historias verdaderas y con encaje en nuestras vidas de trabajadores, es muy posible que estemos proporcionando satisfacción, pues el diseño emocional aplicado a las relaciones laborales debe enfocarse amejorar el vínculo psicológico de los trabajadores con la marca empleador. No se trata ni de crear estereotipos ni de pergeñar decorados, sino de poner cimientos para hacer germinar relaciones duraderas y ventajosas para ambas partes.

Foto:  jugarsan, distribuida con licencia CC BY-SA 2.0

Publicado en Con tu Negocio. Post original aquí.

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Atrapar la emoción (I)

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¿Qué te convierte en un gran comunicador?

Por Merce Roura @merceroura

comunicaciom¿Qué te convierte en un gran comunicador?

Una pregunta básica, de respuesta complicada. Siempre he considerado que no hay buenos ni malos comunicadores, porque cuando comunicamos mal, sencillamente no comunicamos  y el hilo invisible que nos une con nuestro público se corta. Lo que sí ocurre es que con nuestra “no comunicación” informamos a los demás de muchas cosas que tal vez no quisiéramos compartir. Falta de rigor, falta de preparación, falta de conocimientos, falta de valor… Seguramente, mucho de esto no es cierto, pero es lo que transmiten nuestra cara de pánico y nuestros titubeos.

Cuando pregunto a veces en un aula qué creen los alumnos que hace de alguien un gran comunicador, en la mayoría de ocasiones, se dedican a enumerar una serie de aptitudes o puntos fuertes.

La verdad es que el talento innato ayuda, pero se puede aprender a comunicar con esfuerzo y empeño si se le ponen ganas y se hacen ejercicios para superarse con ayuda de profesionales, tal vez.

Si se pude conseguir con aptitud y con esfuerzo, entonces, ¿por qué no hay por ahí grandes comunicadores en las esquinas? ¿lo puede hacer cualquiera?

Este cóctel de esfuerzo y  talento es una fórmula de éxito que muchos de los grandes aplican, sin duda. Aunque yo siempre he creído que no hay mucho secreto, si intentas algo cien veces tienes más posibilidades de conseguirlo que si lo intentas una vez. Si no lo intentas, tal vez te caiga un día de cielo sin haber hecho nada por ello pero seguramente no sabrás gestionarlo.

Lo que nos cuesta conseguir se convierte en oro. Y no sólo cuando ya lo tenemos y tocamos, ya es oro para nosotros durante el esfuerzo porque nos está ayudando a cambiar y evolucionar.

Hay, sin embargo, tantas personas con talento que se esfuerzan y no lo consiguen (hecho que no significa que no consigan nada, seguramente encuentran mil retos mejores en ese camino que les hacen grandes y sabios).

¿Qué te ayuda a comunicar?

¿Una hermosa voz? Os pondría mil ejemplos de personas que tienen voces desgarradoras y estresantes y son grandes comunicadores. Algunos incluso tartamudean y, a pesar de ello, llegan a nosotros cuando hablan.

No me molestaré en citar la buena presencia. Claro que todos preferimos ver en el atril a alguien agraciado físicamente, pero la mayoría de mis referentes en comunicación son personas que no destacan por ello.

¿Es lo que dices? ¿hace el mensaje que seas un gran comunicador? No lo creo, pienso que un gran comunicador puede trasladar cualquier mensaje mientras crea en él y sepa que lo que está contando es algo valioso que puede ayudar a quiénes le escuchan.

¿Son las técnicas aprendidas y los cursos de oratoria? Seguramente son de gran apoyo y te permiten mejorar, te dan recursos para explorar y te ayudan a encontrar esa parte de ti que conecta con tu público… Pero ¿qué te hace conectar con tu público? ¿qué puedes ofrecer tú que no ofrecen otros y que hará que tu audiencia se quede con tus palabras y tus gestos?

Si talento y esfuerzo son necesarios pero tal vez no bastan, ¿qué más hace falta para comunicar?

Tú. Tu esencia y tu forma de ver la vida. Después de dar mil vueltas, he llegado a la conclusión que comunicar es una cuestión de actitud. De ser capaz de ponerse ante un auditorio y contar tu propia versión. Desgranar una parte de ti, hasta donde quieras o necesites, y mostrarte sin temor. Por eso siempre insisto en que para comunicar es necesario haber hecho bastante el ridículo. Cuando digo esto, no me refiero a quedar en evidencia porque sí, me refiero a defender tu versión de la vida hasta donde haga falta sin avergonzarte de ella. Mirar al mundo a la cara sin bajar la vista. Ser tú sin esconderte porque sabes que eres digno y puedes ofrecer mucho a los demás y a ti mismo. Ser valiente cada día, con tus palabras, con tus gestos, con cada una de tus miradas… Plantar cara sin herir, no arrugarse… Cuando alguien ha superado unos cuantos ridículos y malas caras por defender su manera de vivir, está preparado para deslumbrar al mundo con el tesoro que ha conseguido. Cada golpe superado te hace más capaz de comunicar. Cada peldaño que subes hacia ti mismo y tu plenitud te hace crecer lo suficiente como para ser que otros puedan aprender de ti y tú de ellos. Cada vez que sales de una habitación con la cara bien alta después de haber lidiado con una situación adversa te impregnas de algo que te hace más atractivo como ser humano y más interesante. ¿El gran comunicador es el que ha tenido más tropiezos? en gran parte, seguramente, sobre todo si de cada uno de ellos ha salido airoso, no por ganar si no por aprender.

Tú eres la respuesta que buscas. Ofrecer a los demás un poco de esa emoción que te recorre el cuerpo cuando expones tu discurso. Disfrutar de ese momento y hacer que ellos disfruten y compartan tu entusiasmo. Acercar el discurso a los demás y contar tu historia… Los grandes comunicadores siempre cuentan historias. Ahora lo llamamos storytelling pero hace siglos que se practica. No hemos inventado nada, lo hemos catalogado y redescubierto, le hemos dado valor a lo que se ha hecho siempre y lo hemos divulgado y sistematizado…

¿O es que ninguna de vuestras abuelas practicaba networking cuando iba al mercado? O cuando nuestros padres o nosotros mismos nos apuntábamos a una entidad para hacer actividades extra escolares no nos comportábamos como en una red social compartiendo conocimiento y haciendo relaciones públicas? ¿No llegábamos y nos dábamos a conocer poco a poco hasta integrarnos en el grupo?

Lo que hace de alguien un gran comunicador es que deje a su público entrar en una pequeña parcela de su alma para que hurgue en ella. Mostrar desde la honestidad una parte de sus experiencias, rendirse ante ellos y mostrar la yugular para decir “no tengo miedo, soy así, tengo mucho que ofrecer y ganas de escucharte”.

Para comunicar hay que soltarse sin dejar de llevar el timón. Para soltarse hay que sentirse bien con uno mismo y saber que has saltado algunos muros que te hacen superar el perímetro de tus miedos. Ser vulnerable no es negativo. Nada seduce tanto como ser capaz de mostrar tus debilidades sin temor, porque al hacerlo, empiezan a ser tus fortalezas… Y es entonces cuando controlas la situación y no pierdes el timón.

¿Qué hace de ti un gran comunicador? La confianza, la autoestima, la emoción.

Nada te acerca tanto a tu público como ser capaz de emocionarle porque consigues transmitir tu propia emoción… Para emocionar es necesario exponerte y correr el riesgo de dar algo que forma parte de ti… Algo que, por otro lado, nadie puede robar ni perder porque es tuyo, conseguido fracaso o fracaso, golpe a golpe y día a día de ganas de infinitas de ser mejor. Tu marca personal…  Tu coherencia contigo mismo y con el resto del mundo. Se habla tanto de este increíble  y casi indefinible concepto ¿a caso no es tu forma de ver la vida y todo lo que has aprendido? ¿no es una especie de amasijo entre tus sueños, tu esfuerzo, tus logros y tu forma de enfrentarte a las adversidades? Lo que dejas tras de ti cuando marchas y hace que los demás te recuerden. Tu necesidad de compartir conocimiento…

Querer ser mejor te hace un gran comunicador también… Si eres capaz de decirlo en voz alta y acompañarlo de tus miradas y gestos. Cuenta tu historia, que sepan quién eres y qué te mueve en la vida, qué buscas y qué has encontrado por el camino mientras buscabas… Qué te ha dejado marca.

Porque al final, comunicar es ser persona… Cierto, pero sobre todo, saber mostrarlo… Ser capaz de abrirse en canal y compartir tu esencia.

Publicado en MERCEROURA, la rebelión de las palabras. Post original aquí.

Del mismo autor en este blog:

Hablar en público. “Desnuda tu alma”

El poder de la empatía

El arte de entusiasmar

Para seguir leyendo:

El falso debate de RRHH sobre comunicación 2.0.

Empatía y comunicación. Primera “Aptitud social” de la inteligencia emocional

La comunicación, esencial para dirigir en tiempos de crisis

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Atrapar la emoción (I)

Por Javier Villalba (@j_villalba)

montaña-rusaDesde los ritos iniciáticos al storytelling, pasando por neuromarketing hasta arribar en el diseño emocional, sin olvidar los ancestrales rituales catárticos, colmados de gestos apotropaicos, y la inducción psicodélica a la búsqueda de estados hipnotizantes, por citar algunos ejemplos, la creación de experiencias con una fuerte componente emocional ha sido una constante que ha acompañado la evolución de la humanidad, lo que desde el siglo pasado viene cobrando fuerza bajo la denominación genérica de diseño de experiencias de usuario, en un esfuerzo creciente por descubrir fórmulas seductoras con capacidad para atraer y retener clientes, bajo la secreta aspiración de alcanzar la consideración de lovemarken el propio segmento de actividad.

No es necesario demostrar que las emociones son el motor que mueve mundo, países y hogares; a estas alturas, tenemos claro que el posicionamiento de marca ha emigrado de la mente del consumidor a los corazones de las personas. Por ello nos interesa revisar los estilos relacionales con nuestros grupos de interés y averiguar cómo accionar resortes emocionales para edificar vínculos más profundos y duraderos, lo que también es posible que nos interese hacer extensivo a los trabajadores, de quienes decimos que son uno de los principales activos diferenciales, condición que, por sí sola, justifica hacer algo más para estrechar el diálogo social.

La cuestión que planteo consiste en preguntarse si es posible en el trabajo diseñar experiencias laborales cargadas de significado, dirigidas a estimular el deseo de pertenencia por evidenciar un panorama más atractivo, alentador y que gusta experimentar, toda vez que evoca sentimientos que proporcionan satisfacción. Tal planteamiento, orientado a incrementar el compromiso de las personas, exige construir un significado propio para el trabajar aquí y ahora, partiendo de los atributos de que se pretende dotar a este trabajo, identificando las emociones que interesa despertar y construyendo los escenarios que lo hagan posible.

Una cuestión que se ha de tener en cuenta es que atrapar la emoción es un asunto que se requiere acometer con una perspectiva holística, abarcando el mayor número de capas experienciales que impactan en los sujetos en su relación con el producto, el servicio o, como es en este caso, en el acto de trabajar en un ecosistema dado.

Ocho atributos me parecen universalmente demandados por los trabajadores, condiciones que deberían poder percibirse, en el acto diario de trabajar, para hacer del empleo una actividad más satisfactoria: respeto, aprecio, valía, complicidad, seducción, protagonismo, reconocimiento e integridad.

El diseño emocional aplicado a las relaciones laborales debe enfocarse a mejorar el vínculo psicológico de los trabajadores con la marca empleador. No se trata ni de crear estereotipos ni de pergeñar decorados, sino de poner cimientos para hacer germinar relaciones duraderas y ventajosas para ambas partes.

Crear experiencias con significado que resulte agradable y estimulante abrazar, dispara un sentimiento de vinculación traducido en compromiso con la marca.

Foto:  Arturo de Albornoz, distribuida con licencia CC BY-SA 2.0

Publicado en Con tu Negocio. Post original aquí.

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