Abandonar la certeza… ¡bienvenido, miedo!

por María Abraham

Nos toca vivir un momento único, inédito. No lo elegimos, no podemos adjetivarlo, solo transcurrirlo y sumergirnos en él. Estos momentos críticos tienen un factor común: la incertidumbre. No sabemos cómo terminan, cuándo, cómo nos afectarán, cuáles serán sus consecuencias últimas. Ante la incertidumbre, es irremediable la aparición del miedo. Nos sentimos inseguros.

Vamos a desmitificar el miedo, esa emoción que muchas veces hemos considerado como negativa y paralizante. Mucho se ha escrito sobre el miedo, incitando a superarlo y a imaginar que todo lo que fervientemente deseamos está “al otro lado del miedo”. Sin embargo, ¿es realmente negativo el miedo? ¿Puede transformarse en una emoción capacitante? ¿Lo podemos usar positivamente?

A lo largo de nuestra vida, nos hemos enfrentado a muchos miedos. Cuando éramos pequeños, tenían la forma de figuras fantasmagóricas o enormes monstruos. Crecimos y las experiencias negativas nos hicieron poner etiquetas a aquello que temíamos. Hace unos meses atrás apareció un factor de temor para muchos y desconocido hasta el momento: CORONAVIRUS. Y ese temor empezó a agrandarse cuando ya no era solo el miedo a la enfermedad y la muerte misma, sino el aislamiento, la pérdida económica, el cambio en nuestro modo de vivir.

Los monstruos que estaban debajo de la cama cuando éramos pequeños hoy se mudaron a nuestro interior, les abrimos la puerta a nuestro cerebro y nos dejamos poseer por ellos. ¿Qué implica esto? Que el miedo dejó de ser una emoción para pasar a ser un estado que poco a poco se fue naturalizando en nosotros. Pasamos de ser una persona con miedo a ser una persona miedosa. Es ahí cuando el miedo nos atrapa y llama a su pariente: la ansiedad. Comenzamos a somatizar porque el cuerpo responde a este llamado. El miedo como estado logra encarcelarnos, empobrecernos, limitarnos.

La clave está en saber qué es realmente el miedo, cuál es su esencia, qué función tiene en nuestra vida y cómo transformarlo en algo positivo. El miedo surge cuando yo siento una amenaza y, al compararla con los recursos que tengo para enfrentarla, la considero mucho mayor. Por ejemplo, si alguien me apunta con un arma para robarme, siento miedo porque esa arma es una amenaza mucho más grande que mis posibilidades de defenderme. Pero, de repente, me doy cuenta que el arma es de juguete. La cosa cambia, entonces. Mis recursos toman otra dimensión. Soy más corpulenta que mi asaltante, mi bolso es pesado y puedo defenderme con él. La relación entre la amenaza y mis recursos cambió totalmente. Aquí aparece, entonces, la primera definición importante: mi cerebro compara la amenaza con mis recursos. Si esta es mayor, dispara la emoción del miedo como una forma de protegerme y alentarme frente a esa amenaza.

Pero ahora yo tengo una herramienta: interrogar a ese miedo. ¿De qué amenazas concretas me está informando? ¿Qué recursos tengo en este momento? ¿Qué recursos me harían falta para poder enfrentar y resolver con éxito esa amenaza? Amigo lector, te invito a que hagas este ejercicio. Toma una hoja, dibuja una línea en el medio para tener dos columnas. En una escribe “amenazas” y en la otra “recursos”. Y empieza a listar. Conéctate profundamente con tu miedo y escribe todas las amenazas que sientes, todas y cada una. Concretamente. Y lista también los recursos que hoy tienes: tus fortalezas, tu red de vínculos, tus conocimientos y habilidades, tus posesiones útiles… Lista todo.

Si sientes miedo, la columna de amenazas tendrá un mayor peso específico que la de los recursos. Por eso, ahora trabajaremos con ello. Toma cada una de las amenazas y fíjate qué recursos necesitarías para que se produjera un equilibrio en ti. Si no tienes ese recurso, ¿hay alguno de los que sí tienes que puede facilitarte el adquirirlo? ¿Podrías usar alguna fortaleza para aumentar tu sensación de poder? ¡Márcalo! Agrega lo que haga falta.

Dedica tiempo a este ejercicio. Mira a tu miedo cara a cara e interrógalo. Escribe tus recursos y posibilidades. Y cuando logres equiparar en el papel tus recursos y amenazas, traza tu plan de acción. Toma el control. Protagoniza este momento. ¿Y sabes qué pasará entonces? Si amplías tus recursos, la amenaza empieza a verse distinta, más pequeña, y el miedo da lugar a la confianza. Transformarás el miedo en confianza. Lo importante de esto es que no estás negando la amenaza o mirando para otro lado. En este proceso, estás creciendo, aumentando tu resiliencia, ampliando tus posibilidades de respuesta y, con ello, expandiendo tu zona de confort.

El miedo es ahora una emoción capacitante. Una información valiosa que dispara la magia de hacerte cargo de tu propio desarrollo. Puedes valorar el miedo como fundamental en tu vida desde esta perspectiva e imaginar la cantidad de cosas estúpidas frente a amenazas reales que haríamos si no tuviésemos miedo. Eso sí, es importante también descubrir desde dónde nosotros analizamos la amenaza. Si un adulto de un metro ochenta ve un perro lo considera pequeño. Si un niño de un año ve el mismo perro lo puede considerar un gigantesco monstruo.

El psicólogo Albert Bandura nos lo explica maravillosamente con su autoeficacia percibida. Considera que la autoeficacia es “la creencia en la propia capacidad de organizar y ejecutar los cursos de acción necesarios para gestionar las situaciones posibles”. Para Bandura, la percepción de la propia eficacia proviene de diversas fuentes:

  • Los logros que he conseguido en el pasado.
  • La observación de cómo otras personas ejecutan exitosamente una actividad y mi creencia que yo mismo puedo hacerlo igual.
  • La persuasión verbal o lo que me dicen personas cercanas.
  • Mi estado fisiológico, cómo me siento, ya que puede ser interpretado como ineptitud o capacidad.

Entonces, cuando nos enfrentamos a esta amenaza, inmediatamente hacemos una deducción de nuestra capacidad para enfrentarla y sacamos una conclusión en cuanto a sentirnos confiados (alta autoeficacia percibida) o paralizarnos de miedo (baja autoeficacia percibida).

Es clave dónde me sitúo frente a esta situación. Si cualquier resultado negativo que he tenido a lo largo de mi vida lo saco del acontecimiento específico en que sucedió y lo incorporo en el ahora, cuestionando mi propia capacidad, entonces esta amenaza presente se verá gigantesca, y yo y mis recursos nos veremos diminutos. Esto es otro factor importante a considerar cuando hago mi evaluación. Aquí y ahora es el momento para transformar mi ecuación de poder. En este preciso instante puedo decidir hacerme cargo, crecer, aumentar mi confianza. Y para lograrlo, debo trabajar en mi plan de acción.

La base de tu plan tiene que ser metas pequeñas. Prioriza el recurso que quieres desarrollar para enfrentar la amenaza y ponte metas pequeñas, diarias o semanales, pero pequeñas. Registra el logro cuando consigas cada una de esas metas y sigue con la siguiente. Este es el método de Bandura para aumentar tu confianza.

Y el tercer factor clave para transformar el miedo es mantener el enfoque en el resultado que quieres conseguir. ¿Cómo te imaginas el día después? ¿Cómo logras verte cuando hayas superado la amenaza? ¿Cómo te sentirás con todos estos nuevos recursos? Enfócate en esa imagen. Enfócate en el día después. Aférrate a eso y no distraigas tus energías en ninguna otra cosa. Este es un momento para tener mucha claridad. ¡Siéntate con tu ejercicio! ¡Lista tus amenazas y recursos!

Querido lector, que cada miedo te sirva para generar algo nuevo en ti, para crecer. Que cada amenaza que percibas te ayude a encontrar nuevos recursos internos y a empoderarte, que te haga sentir más fuerte, que te conecte con lo importante en tu vida para que puedas enfocar. Que encuentres tu verdadero poder y que esta amenaza sea una gran fuente de autoconocimiento. Bienvenido, miedo, que me ayudas a habitar plenamente mi vida, a valorar lo realmente importante, a enfocar en los resultados que quiero y a descubrir mi verdadero poder.

Es facilitadora, neurocoach, conferencista internacional, autora, investigadora y especialista en desarrollo personal, directivo y organizacional. Es Master in Business Administration (MBA) de la Universidad de Lleida en España, con especialidad en Negocios Internacionales. Es titular de la cátedra de Comercialización II de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Cuyo y ha dado conferencias, talleres y cursos en destacadas universidades y Escuelas de Negocios en distintas partes del mundo. Estudia e investiga para crear modelos que contribuyan significativamente al desarrollo humano y organizacional. Así, ha creado Gestión del Optimismo, Gestión de la Confianza, Conquista tu Selva (un modelo de eficacia personal); Desarrollo de Equipos Directivos, Neurocoaching, Neuroliderazgo, Gestión del Compromiso y Coachsulting, entre otros. Es socia directora de MSR Consulting Group (Europa), directora de Fundación Mass y CEO de Neuroaplica.

Publicado en GESTION. Post original aquí.

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Cuando la única certeza es la incertidumbre

por Cristian Kuklis

El 65% de los jóvenes recientemente encuestados afirma que si el dinero no fuese una preocupación en sus vidas, no necesariamente ocuparían su tiempo en lo que lo invierten actualmente, sino que, en estricto orden del ranking de respuestas: en primer lugar viajarían y conocerían culturas diferentes y en segundo, trabajarían en “algo que les guste”.

En la misma sintonía, destacan las experiencias positivas de trabajo por sobre la retribución monetaria a sus esfuerzos. El dinero no figura en ningún ítem consultado como motivación ponderada al buscar un empleo, pero casi dos de cada tres jóvenes desearían que sus trabajos les permitiesen conocer otros países y culturas, y son contundentes en los atributos que buscan en un trabajo: Debe ser creativo, innovador y permitirles desarrollarse personal y profesionalmente. Es revelador que en una encuesta que busca identificar la empresa de los sueños, el 57% de los encuestados considere que ninguna compañia merece tan destacado atributo.

Para las nuevas generaciones, no hay, o no debería haber al menos, distinciones entre vida laboral y vida personal. Han crecido con la premisa de que “ser feliz” es una obligación y no un horizonte utópico e inocuo, lo cual justifica sobradamente la necesidad de que exista un real emparejamiento entre vida y trabajo. Pretender bienestar y plenitud en el ambiente laboral no es visto por los encuestados como un deseo exagerado que debe mantenerse en secreto. Al contrario, es una proclama válida, es una suerte de “Declaración de Principios”.

Es lógico que las presentes reflexiones de las nuevas generaciones impacten en los valores y creencias de las anteriores, que fueron formadas bajo premisas muy distintas. Durante mucho tiempo, la lógica de que el trabajo duro en la juventud y la adultez casi ineludiblemente permitía una vejez digna y sin sobresaltos fue absolutamente válida. No obstante, la máxima que proclamaba que el sacrificio del presente implica un futuro próspero y tranquilo fue jaqueada, y por consiguiente, los más jóvenes analizan con apatía y desconfianza cualquier indicio de supresión de la satisfacción en el ”aquí y ahora”, y expresan su deseo de sentirse plenos mientras trabajan, aprender de sus líderes y tener experiencias que los enriquezcan.

La única certeza para las nuevas generaciones que comienzan a dar sus primeros pasos en el ambiente laboral es que deberán lidiar con la incertidumbre. En el contexto actual no existe un camino certero y unívoco para lograr el éxito. No hay garantías de trabajos perfectos ni tampoco hay carreras universitarias que aseguren la felicidad. Es probable, como se expresa en la encuesta, que para la mayoría de los jóvenes ya no existan empresas con las cuales soñar ingresar a trabajar. Por lo tanto, un desafío atractivo y vital para las nuevas generaciones en el futuro es precisamente crearlas.

Director de Centras RH, Consultoría en Recursos Humanos.

Publicado en Clarín. Post original aquí.

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Liderar desde la certeza… de la incertidumbre

Por Felipe Landaeta Farizo

Vivimos en una cultura que (sobre) valora la certeza. En el ámbito del liderazgo esto es más

que claro, conocido y lugar común. Es uno de los temas que los ejecutivos y personas en cargos de liderazgo asumen en privado: ¿Qué dirían de mi si reconozco que no sé? ¿Qué opinaría mi jefe o mi equipo si reconozco que no tengo la respuesta?. Esta es una tremenda encrucijada.

¿Cuántas veces las personas en sus trabajos inventan una respuesta, o dicen que saben cuando en realidad no? ¿Conoces casos en que alguien de tu trabajo (o tu mismo) no reconociste no saber y esto generó un problema mayor?. Este asunto está basado en un nivel con la confianza: confianza en poder reconocer que “no sé”, confianza en que asumir no saber no tendrá un efecto negativo, confianza en que mi reputación no se va a dañar por juicios, descalificaciones, o malas evaluaciones por el simple hecho de no saber.

Pero más allá de la confianza me pregunto ¿cuántos problemas tienen su origen en que una parte está (demasiado) segura de tener la razón o de estar en lo cierto?

El asunto de “estar seguro” es en muchos casos el problema más que la solución. En el ámbito de la creatividad, la innovación, la investigación, el desarrollo de nuevos productos, servicios, líneas de negocios, siempre nos adentramos en un borde semi- conocido y semi-desconocido. En esta aventura la única certeza es que nos adentramos en terrenos inciertos, esto es al mismo tiempo una amenaza y una oportunidad. Amenaza porque muchas veces sabemos donde comenzamos, pero no dónde terminamos. El saber acotar los tiempos, tener foco, saber converger cuando la divergencia es lo atractivo es clave para optimizar recursos y alcanzar alguno de los objetivos planteados.

Por otro lado es una oportunidad: oportunidad de desarrollar nuevas competencias, descubrir nuevos horizontes, encontrar un mundo de oportunidades, nuevos océanos o mercados hasta ahora desconocidos. La exploración de nuevos bordes además invita a la combinación, el “efecto Medici” como lo llama Frans Johansson: la capacidad para intersectar teorías, modelos o maneras que son diferentes para crear y hacer surgir algo novedoso, original, creativo y tal vez innovador.

Liderar desde la certeza de la incertidumbre requiere un trabajo personal: aprender a liderar la propia vida con las incertidumbres y desafíos que ella trae. La vida interior está llena de desafíos, muchos de ellos surgen asociados a las etapas vitales que nos toca vivir. Otros desafíos que acompañan al liderazgo son las preguntas sobre el bien, el mal, la ética, el lugar desde el cuál se toman las decisiones, y también cómo abordo la incertidumbre, la existencia de información deficiente o escasa, y cómo navego en aguas inciertas. La gestión emocional es clave para que la incertidumbre en lugar de agobiar a mi equipo sea un fuego que inflame y motive aún más a quienes se aventuran a lo desconocido.

Producción RH Management.

Publicado en RH Management. Post original aquí.

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12 tendencias de futuro en innovación

Por Xavier Ferrás

Tras más de una década desde la irrupción de la innovación como concepto transversal y disruptivo en management, lo que sabemos hoy del fenómeno innovador es mucho mayor de lo que se conocía al inicio. Y, una de las cosas que más claramente se han contrastado es la emergencia de un nuevo contexto competitivo, en el cual se confrontan dos mundos: el interno (de la organización), con tecnologías, procesos, productos y estructuras definidos; y el externo (del entorno), cada vez más ambiguo, incierto, desdibujado, dinámico y turbulento.

La certeza frente a la incertidumbre. La innovación, en la frontera entre ambos mundos, emerge como proceso de aprendizaje y mecanismo de adaptación; y se convierte en proceso experimental, de corte científico, orientado a descubrir los límites del conocimiento de mercado y convertirlos en ventajas competitivas empresariales. Exactamente igual que la ciencia opera en los límites del conocimiento humano, la innovación opera en los límites del conocimiento de mercado, desarrollando y contrastando nuevas hipótesis para avanzar en la terra ignota del incierto contexto competitivo. La innovación utilizará el método científico para validar hipótesis de nuevos productos y modelos de negocio, pero operará en un campo de experimentación dinámico, ambiguo y borroso. Podríamos hablar de fuzzy innovation.

¿Hacia donde va la innovación? Actualmente, existen una serie de tendencias emergentes que van a fusionarse en los próximos años, generando un nuevo cuerpo de conocimiento estratégico y operativo para las organizaciones que deseen seguir avanzando en el descubrimiento y explotación de nuevos mercados y nuevas oportunidades de negocio:

1.- La emergencia de los enfoques dinámicos e introspectivos de la estrategia. Dado que la certeza está en el interior (en el exterior, todo es incertidumbre), se construirá la estrategia desde las capacidades y los recursos interiores: en qué podemos ser excelentes y cómo lo vamos a explotar en entornos cambiantes.

2.- La práctica sistemática del cambio estratégico: en base a nuestras capacidades, ¿en cuántos sectores y/o negocios podemos estar? Pivotaremos sobre las capacidades para evitar costes de oportunidad (los derivados de no hacer cosas, de no abordar otros mercados, de no aprovechar las ventanas de oportunidad). La empresa se transversaliza y diluye su riesgo operando en diferentes negocios y mercados, pivotando sobre las mismas capacidades esenciales. Deberemos saltar de una ola de ventaja competitiva transitoria a otra, operando en diferentes combinaciones de mercado, producto y tecnología.

3.- La emergencia de los enfoques push de desarrollo de negocio: a partir de las capacidades y recursos (talento, equipo, know-how, activos, contactos, habilidades específicas, cartera de tecnologías…), el reto será descubrir y desarrollar nuevos mercados (tierra incógnita, espíritu pionero), lo cual es un proceso interactivo de aprendizaje.

4.- El imperativo de las lógicas “lean”: todo lo que no añada valor al producto, es coste. En japonés, recuperaremos el concepto de muda (desperdicio, waste). Para los métodos de lean production japoneses, un empleado sobre un toro mecánico almacenando stock en una estantería era muda. No generaba valor al producto. Sólo era coste (financiero, de salario, de mermas, de alquileres, de obsolescencia…). Y el objetivo operativo de toda organización era eliminar toda muda. En la actualidad, también, toda actividad que no genere aprendizaje es muda. En los próximos años, veremos como desaparecen masivamente capas de control, procesos burocráticos, organismos centralizadores y de autoreporting en las grandes organizaciones (*)

5.- El predominio de la cultura start-up: tomar la iniciativa en condiciones de extrema incertidumbre. Experimentar rápido (y barato, con experimentación controlada). Capturar información de mercado, y realimentar el desarrollo de producto o de modelo de negocio. Las decisiones críticas las tomará quien más sepa (por autoridad), no quien más mande (por poder).

6.- El diseño de productos, servicios, y nuevos modelos de negocio, con el usuario situado en el centro de las decisiones. El objetivo: dar máximo valor al usuario. Valor que quizá el propio usuario no conozca, no pida y no imagine. Las metodologías experimentales de design thinking y observación antropológica de la conducta del consumidor irán ganando terreno a las prácticas clásicas de investigación de mercados.

7.- La empresa como incubadora de nuevas oportunidades. El proceso clásico de innovación (gestión de cartera de proyectos), derivará en el desarrollo de contextos organizativos que permitan libertad creativa, experimentación y fluidez para generar y hacer crecer start-ups internas. Eso significará normalizar la extracción de recursos del día a día (procesos operativos) para dedicarlos íntegramente a las nuevas oportunidades (procesos estratégicos). Sistematizar la creación de high performance teams (equipos de élite internos) y separarlos de la estructura operativa como embriones de nuevas divisiones y nuevas futuras empresas.

8.- Sistema de recursos humanos al servicio del proceso innovador. Para que lo anterior suceda, es crítico que el sistema de recursos humanos incentive la participación del personal en el desarrollo de la cartera de oportunidades estratégicas (de las nuevas start-ups internas). Y ese incentivo debe ser económico y de reconocimiento (status). El mejor talento organizativo debe desear liderar una nueva start-up corporativa antes que ascender a director funcional y fosilizarse. La carrera profesional dejará de ser vertical.

9.- Capital riesgo interno. Las nuevas oportunidades deben financiarse con criterios de capital riesgo, instrumentando mecanismos internos similares al de los fondos de capital riesgo profesionales. Los presupuestos de innovación se convertirán en capital early-stage interno, gestionado profesionalmente por consejos de administración mixtos (internos y externos).

10.- Descentralización obsesiva y final de la burocracia. Todo ello llevará a procesos orgánicos de crecimiento en nuevas divisiones o nuevas compañías, sobre una plataforma de recursos y habilidades común. Los recursos corporativos centrales se destinarán a las divisiones que más crezcan. La velocidad, flexibilidad, adaptabilidad y retorno que ofrece la captura rápida de oportunidades en entornos dinámicos superará la lógica tradicional de búsqueda de economías mediante centralización, jerarquización y uniformidad. Asistiremos a la muerte definitiva de la burocracia como mecanismo de gestión empresarial.

11.- Aprovechamiento del ecosistema local: no competirán las empresas solas, competirán los territorios innovadores. Estar inmerso en un ecosistema innovador, aprovechar sus recursos (talento, marca, capital, proveedores, infraestructuras de conocimiento…), capturar rápidamente sus flujos de información y establecer dinámicas de internacionalización aceleradas, apalancándose en el ecosistema, serán críticas.

12.- Innovación abierta y nacimiento global: si el ecosistema local marcará el carácter de la empresa (como la casa de los padres nos marca nuestro carácter), el campo de juego competitivo es el mundo. Deberemos nacer con visión global, y establecer sólidas alianzas estratégicas internacionales para competir. El nivel de inversiones de la innovación es cada vez más elevado, y el tiempo de amortización más corto. Por ello, los mercados deben ser globales, y el conocimiento, las ideas o el talento se deben extraer de allá donde se encuentren (será imposible generarlos internamente de forma íntegra)

Estamos asistiendo, en primicia, al nacimiento de un nuevo concepto de empresa.

(*) Imprescindible leer “The Lean Start-Up“, de Eric Ries

Sobre el autor:

Xavier Ferrás. Decano, Facultad de Empresa y Comunicación. Universitat de Vic- Universitat Central de Cataluny

Publicado en Sintetia. Post original aquí

Del mismo autor en este blog:

Origen del Pensamiento Estratégico y los mecanismos de la creatividad

El fin de la estrategia

Para seguir leyendo:

El cerebro emocional que nos engaña y bloquea la innovación

Más allá de la innovación

Amy Tan: ¿Dónde se esconde la creatividad? – Ted Talks

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Acerca de tomar decisiones bajo incertidumbre

por José Manuel Rodríguez

“No tratéis de guiar al que pretende elegir por sí su propio camino”, William Shakespeare

Decidirse es parte fundamental del cambio. A cada cambio siempre le antecede una decisión.

Decidir implica decirle SI a algo, pero también NO a otras cosas.

Para decidir puedes usar un dado, una moneda o cualquier otro método de azar. También tienes la intuición (ese estado “subconsciente” que parece funcionar bien solo en algunos) o puedes preferir avanzar por un camino “racional”, evaluando la situación y las opciones disponibles.

Si vas por esto último, ten en cuenta que las “decisiones racionales” realmente no existen.

Tus decisiones siempre son moduladas por lo que sientes, tu historia, lo que crees saber, lo que piensan otros y el tiempo disponible.

Descubrir cuántas decisiones son producto de nuestros genes y su interacción con el entorno, es como asomarse a un abismo. El libre albedrío pierde sentido en la medida en que descubrimos lo “esclavos” que realmente somos.

En 1957, el psicólogo Herbert Simon propuso el término “racionalidad limitada” para definir el tipo de racionalidad que podemos tener. Es una racionalidad acotada por nuestros sesgos cognitivos.

El concepto de sesgos cognitivos fue luego desarrollado por Daniel Kahneman y Amos Tversky.

Por sus trabajos en psicología cognitiva aplicada a las decisiones económicas, Herbert Simon y Daniel Kahneman recibieron el Premio Nobel de Economía, en 1978 y 2002, respectivamente.

Se han descrito más de 50 posibles sesgos y Dolors Reig preparó una infografía sobre algunos de los más conocidos.

Es un tema fascinante y turbador.

No obstante de la misma forma que la física de Newton tiene sentido bajo ciertas circunstancias, podemos simplificar y creer que las decisiones “racionales” pueden funcionar en la mayoría de los casos donde se supone que se pueden tomar “decisiones racionales”.

Y en la medida que tengas más conciencia de tus propios sesgos cognitivos, más “racional” pueden llegar a ser tus decisiones.

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Decidir es fácil cuando tienes suficiente información disponible coherente y procesable (demasiada información puede ser un problema), cuando cuentas con todo el tiempo del mundo y cuando de tu decisión no depende la vida de nadie. Es lo que se conoce como “toma de decisiones bajo certeza“.

Pero no es en esos casos cuando pasamos apuros, sino ¿qué ocurre cuando el tiempo se te acaba, tu decisión es de vida o muerte, no cuentas ni remotamente con información suficiente de buena calidad… pero tienes que decidir?

Incluso en situaciones como estas nos encontramos con dos grados de complejidad. En algunos casos, podemos definir las posibles situaciones que enfrentaremos, su probabilidad de ocurrencia y sus impactos. Cuando es así, te puedes equivocar, pero analizando las probabilidades puedes decidir de una forma relativamente similar a como cuando lo haces teniendo bastante control de la situación. A esto se llama “toma de decisiones bajo riesgo“.

Es en este tipo de situaciones en que combinando probabilidades se pueden calcular, por ejemplo, valores esperados.

Pero el caso más grave es cuando no tienes idea de cuáles son todas las posibles consecuencias de tu decisión y mucho menos puedes asignar un grado de probabilidad a estas. A esto es lo que llamamos “toma de decisiones bajo incertidumbre“.

¿Qué hacer en estos casos?

Digamos que tenemos tres momentos para evaluar la situación:

– Antes de que tengas que decidirte,

– En el momento de la decisión, y

– Luego que te decidiste.

Antes de decidirte, bien valdría la pena que meditaras si te estás haciendo las preguntas correctas.

Decía Alvin Toffler: “Formular la pregunta correcta es mucho más importante que buscar respuesta a la pregunta equivocada.”

Claro también decía el señor Miyagi en Karate Kid: “La pregunta es importante solo si la respuesta es correcta.” jeje 😉

Pero en fin, cuestionarte tus premisas, deseos, preguntas, por lo general es un buen ejercicio cuando lo que tienes al frente es un mar de incertidumbre. En más de una oportunidad puedes descubrir que te estás ahogando en un vaso de agua.

Luego, llega el momento de decidirse y básicamente pudieras manejar tres tipos de enfoque para abordar la situación.

Si por naturaleza te sientes pesimista o tienes una gran aversión al riesgo, puedes pensar cuál es el peor de los escenarios posibles y asumir la mejor estrategia posible para esa situación extrema.

Por el contrario, con una visión muy optimista, puedes optar por aquella estrategia que te lleve a obtener el máximo de beneficio si se diera el mejor de los escenarios posibles.

Y como la mayoría de las personas no son extremadamente optimistas o pesimistas, un criterio que podría serte atractivo es el de buscar la frustración mínima; esto es, haces un análisis de escenarios o simulación, y te decides por aquella estrategia que parezca funcionar mejor en la mayoría de los escenarios que logras visualizar.

En cualquier caso, te recomendaría que también cuentes con indicadores tempranos que te permitan ver cómo va resultando la estrategia y que estés preparado para cambiar rápidamente de rumbo. Con tanta incertidumbre, la probabilidad de equivocación puede ser grande, así que si puedes detectar que no está resultando cómo esperabas, aún pudieras probar una estrategia alternativa.

Tom Robbins: “Mantente comprometido con tus decisiones, pero sé flexible con tu enfoque”.

En fin, buscarás múltiples formas para intentar reducir la incertidumbre pero con frecuencia no será posible.

Así que entramos al tercer momento, el que para mi es el más importante de todos: la forma cómo asumes las decisiones que tomas bajo incertidumbre.

Esto es fundamental.

Muchos se “defienden” restándole importancia a la incertidumbre, autoengañándose para convencerse de que tienen más control del que tienen. Se niegan a ver opciones que no están bajo su control y entran en un estado de “ceguera mental”. A lo mejor esto sirve para reducir ansiedad, pero con mucha frecuencia lleva a decisiones erradas.

Otros sufren de parálisis. Al no tener control, no pueden decidir. Esto tiende a ser lo peor que puedes hacer.

La peor decisión es la que no se toma… generalmente. 😉

Si te paralizas es porque entras en pánico.

Evalúa tus miedos. Pilar Jericó resumen muy bien a qué le tenemos miedo.

El tipo de miedo que típicamente sentimos cuando nos enfrentamos a una decisión difícil es el miedo al fracaso. Todos, en mayor o menor grado, necesitamos obtener logros en nuestra vida, pero sabemos que nos podemos equivocar y con ello, pudiera sentir rechazo, pérdida de poder o incluso, riesgo de no supervivencia.

Por eso es tan común que cuando estamos frente a un gran cambio, nos lleguen varios de estos miedos y de allí, el frecuente rechazo a asumir riesgos.

¿Cómo enfrentarlos? Lo que sugiere Pilar, lo resume en siete enunciados:

1.- Sueña y escoge
2.- Ten pasión
3.- Aprende y crea nuevos hábitos
4.- Transforma tu emoción en emociones que te impulsen
5.- Conviértete en referente para los demás
6.- Desarrolla tu poder personal
7.- Comprométete.

Para profundizar sobre este tema, te recomiendo el excelente libro No miedo de Pilar.

Finalmente, cualquiera sea tu decisión, trata por favor de no “tomártela tan a pecho”.

Fracasar, probar, aceptarse, innovar, es parte de vivir. Así que ¡vive!

Siempre puede ocurrir que te topes con un cisne negro y te lleves una grata sorpresa.

¿Y que me cuentas de tu experiencia? ¿Has tenido que enfrentar situaciones de toma de decisiones bajo mucha incertidumbre? ¿Cómo las resolviste?

“El que no abandona nada a la suerte hará mal pocas cosas, pero hará muy pocas cosas.”
George Savile

Publicado en Xtratexia. Post original aquí.

¿Seguir leyendo sobre este tema?

Liderazgo en Tiempos de incertidumbre

Liderazgo en Tiempos de Incertidumbre (parte 2)

La incertidumbre del cambio

La gestión de la Incertidumbre. El Desafío del Liderazgo en Contextos Inestables

Toma de decisiones e incertidumbre

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