Por Merce Roura @merceroura
¡Se escribe tanto sobre cómo comunicar! Como si hubiera normas muy concretas, que haberlas las hay, pero ignorando que lo más importante sobre la comunicación es esa parte que nunca podremos aprender en un manual. Eso que saldrá de nosotros y que hará que los demás nos escuchen y nos presten atención. Ese hilo invisible entre las personas que hace que a algunos les escuchemos con la boca abierta y a otros les dediquemos apenas un segundo.
Seamos sinceros, a hablar en público se puede aprender, cierto. Yo misma he impartido cursos y he notado grandes progresos en personas que el primer día venían a verme y me decían que nunca podrían conseguirlo. Les he intentado explicar cómo estructurar su discurso, qué enfatizar ante el auditorio y qué no. Les he hablado de la importancia de la voz porque transmite nuestra personalidad y del lenguaje no verbal, que nos delata siempre. Lo han entendido y asimilado. Sin embargo, cuando veo cómo mejoran, siempre me doy cuenta de que todo lo que les explico es accesorio.
No voy a echar tierra sobre mi trabajo, la verdad, no me malinterpretéis. Creo que es muy útil, muy necesario, pero que lo que realmente les hará hacerse un hueco como comunicadores o mejorar sus perspectivas a la hora de enfrentarse a un auditorio o una entrevista son ellos mismos. Es su coraje, su empatía con el mundo, su autoestima.
Mi trabajo consiste en hacerles entender que para comunicar hay que conectar con esa parte de ti mismo que desea compartir, que se muere por mostrarse y tocar a los demás con palabras y gestos, esa parte que te da a conocer como eres y sin artificio. Se trata de una parte de ti que consigue ser feliz mientras se relaciona y consigue trasmitir ese entusiasmo a los demás, eso hace que te escuchen y presten atención a tus palabras.
Cuando hables en público debes sentirte bien, gozar hablando, tener unas ganas inmensas de compartir con las personas que te miran lo que dices. Debes pensar que lo que les explicas es bueno, que les puede ayudar a aprender, conocer, mejorar, que les puede abrir la mente o sencillamente que les será útil para darse cuenta de que no están de acuerdo contigo pero con buenos argumentos argumentos.
Hay personas que me han sido muy útiles para saber lo que busco y otras para saber lo que no. Cuando hables en público debes transmitir la emoción que lo que cuentas suscita en ti. Debes convertirte en tu propio discurso. Tu discurso debe ser una parte de ti mismo.
Para vivir tu mensaje, debes creer en ti y en él. Si no crees, se darán cuenta. No subestimes a tu audiencia nunca. El menos leído de los que te escuchan sabrá si mientes. No habrá consultado nunca un libro de lenguaje no verbal, no le hace falta. Tiene intuición, instinto. La falsedad se nota en cada expresión, se huele porque se transpira. Se percibe porque se instala en la mueca y no te abandona. Cada uno de tus gestos reforzará que mientes si eres falso.
Por tanto, o crees en lo que dices, o haces lo posible por creer o lo dejas correr. La base fundamental para comunicar es ser honesto, ser uno mismo.
La gran ventaja es que si no mientes también se nota y eso no tiene precio, es tu gran valor, tu patrimonio.
Por tanto, al final, me doy cuenta de que mi trabajo al dar clases de hablar en público es un poco el de “comadrona”. Una persona que les acompaña y que les ayuda a sacar a la luz su potencial, pero el trabajo, lo hacen ellos.
A veces cometemos el error de creer que los grandes comunicadores son personas con voz sinuosa, un aspecto impecable, un gran vocabulario… Nada de eso es cierto. Ayuda, mucho, es verdad. Eso redondea al comunicador. Sin embargo, todos hemos conocido a grandes comunicadores con voces quebradas, poco agraciados, sin un vocabulario extenso. ¿Qué les hizo llegar a su público? ¿Eso que se llama carisma? Llegaron a su público porque eran uno con su mensaje, porque sentían cada palabra y supieron transmitir esa emoción a los demás. Porque no tenían miedo a mostrarse y topar con las miradas de su público.
La ausencia de miedo es un bálsamo para los que te miran. Deja que entren en ti y hurguen un rato, que noten lo que sientes, que se familiaricen con todas tus muecas y conecten con tu estado de ánimo.
Tú decides el grado y la linea que no pueden cruzar. Tú escoges hasta qué punto abres tus puertas y en qué faceta, pero ábrelas. Arriesga y muéstrate. Es la única forma de que ellos se reconozcan en ti y valoren lo que cuentas.
Para seducir no hace falta ser el más guapo. El buen comunicador es un gran seductor, pero un seductor de fondo no de bar. No un encantador de serpientes ni un chulo de playa. Es alguien que seduce porque muestra en cada gesto una parte de si mismo capaz de apasionar. Todos lo tenemos, incluso, vosotros también… Seguro que muchos sabéis cuál es. Hay que perder el miedo a mostrarla. El tiempo corre y cada día que no somos brillantes es un día menos de esplendor. Unas horas que nos alejan de conseguir algo que merecemos.
Comunicar bien no es hacer un discurso de académico. No es un discurso florido. Puede serlo si la persona que comunica lo es y la audiencia lo reclama, conviene recordar que siempre tenemos que adaptarnos a las personas para las cuales hablamos. Comunicar bien es otra cosa. Es hacer un discurso adecuado a quién lo escucha que salga de dentro del orador. Un buen discurso puede consistir en salir a un escenario y decir una palabra. Una sola. O formular una pregunta. Y eso puede impactar tanto a quién nos mira como un emocionante discurso elaborado para acceder a una importante academia ante catedráticos exigentes. Si la palabra es la que necesitaban oír o la pregunta suscita emoción o les remueve por dentro ¿qué más da incluso si podría estar mejor estructurada? Imaginemos que la pronuncia un niño que empieza a leer, alguien que nunca ha podido hablar y emite su primer sonido, un atleta que llega a la meta y apenas puede respirar y dice un “va por ti” refiriéndose a una persona a la que ama… Seguro que a todos eso nos emociona ¿verdad? Porque es auténtico, porque es vivido, porque es honesto y apela a nuestras emociones, apunta directamente a nuestra humanidad. Eso demuestra que el gran orador es el que siente y hace sentir. El que aprieta ese interruptor que llevamos dentro y conecta nuestras conciencias. Porque en realidad el gran comunicador es el que se desnuda ante todos y mantiene la mirada.
Al fin y al cabo, la publicidad, que hace mil años que se dio cuenta de dónde tenemos el interruptor y cómo apretarlo. Nunca vende en el fondo los productos que anuncia, vende estados de ánimo. No vende coches, vende a los triunfadores que los conducen. No vende perfumes, vende la sensualidad que supone ponerse unas gotas de ese elixir preciado en las muñecas o tras las orejas. No vende detergente, vende orden y limpieza, seguridad. La publicidad lleva al extremo las normas de la comunicación y juega a desnudar modelos para hacerte creer que puedes llegar a ser como ellos. Vende ilusión ¿alguien no la compraría?
Nosotros debemos aprender el mecanismo, pero aplicarlo sólo a vender nuestro mensaje, con fines honestos y sólo cuando realmente creamos en lo que decimos. Nunca debemos fingir, debemos creer. Debemos pensar que nuestra audiencia lo merece y nosotros también. Si tratamos de engañarles, lo notarán y, al final, será como si nos engañásemos nosotros mismos.
Primera norma no escrita para llegar a comunicar y hablar en público : estar dispuesto a desnudar tu alma.
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Diez técnicas para una comunicación asertiva
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4 comentarios en “Merce Roura: Hablar en público. “Desnuda tu alma”.”