Cambia lo superficial
Cambia también lo profundo
Cambia el modo de pensar
Cambia todo en este mundo
Se ha vuelto un tópico a considerar que el cambio sería siempre una solución en sí misma y se tiende a asumir que el cambio es siempre beneficioso. Sin embargo, no cabe duda que el cambio, al poner en movimiento elementos que configuran el sistema organizacional, no sólo genera posibilidades de optimización y desarrollo de la organización, si no que igualmente debilita las bases sobre las que se sustentaba el equilibrio organizacional previo, pudiendo eventualmente abrir la puerta a la inexperiencia y a veces a improvisaciones sin rumbo.
por Carlos Díaz Cánepa
Las últimas décadas han estado marcadas por una particular atención a los requerimientos de flexibilidad y cambio en las organizaciones. Esto como producto de los nuevos desafíos planteados por el paso desde una lógica industrial instalada en las certezas de los principios de la modernidad y de lo tangible, hacia un escenario en el que irrumpe lo contingente y lo virtual, generando la percepción de desmaterialización del quehacer organizacional y de acortamiento del horizonte en el que este quehacer se proyecta.
Si bien resulta comprensible el esfuerzo que realizan las organizaciones por adecuarse a las nuevas demandas que plantea este contexto, no es menos cierto que los cambios en las organizaciones introducen efectos a menudo inesperados, exacerbando la casuística operacional, generando incertidumbre y redundando a menudo en una degradación del clima organizacional, del estrés y su correlato en licencias médicas y rotación del personal.
La actividad de las personas estaría en buena medida mediado tanto por las características de la estructura organizacional, de las prescripciones que regulan su quehacer, como por las herramientas sobre las que se apoyan para la realización de sus tareas. En ese contexto, las personas van construyendo prácticas que se inscriben en un entramado cultural, el que a su vez va estableciendo lo deseable, lo posible y lo importante a realizar. Cuando algunos de los aspectos que configuran el contexto organizacional cambian, las personas se ven enfrentadas a la exigencia de reestructurar la manera como se representan sus roles y prácticas, dando pie a la incertidumbre, el estrés y la resistencia a los cambios.
¿Qué Afecta a las Personas?
Distintos autores señalan que los cambios discontinuos serían psicológicamente más costosos que cambios continuos. Esto, por las mayores exigencias asociadas a las sucesivas adaptaciones que acompañarían a la discontinuidad de los procesos, así como por la eventual pérdida de sentido de congruencia que los saltos de un escenario de cambio a otro acarrearía para los miembros de la organización. También se reporta que, mientras más cambios experimenten las personas en su trabajo, como es el caso de transiciones mayores, más se reportarían emociones negativas.
Tales procesos tiene en común la presencia de importantes cuotas de incertidumbre, por lo que cabe recordar que incertidumbre y estrés en el trabajo son fenómenos que se encuentran comúnmente asociados.
Incertidumbre y Resistencia a Los Cambios
Se ha vuelto un tópico a considerar que el cambio sería siempre una solución en sí misma y se tiende a asumir que el cambio es siempre beneficioso. Sin embargo, no cabe duda que el cambio, al poner en movimiento elementos que configuran el sistema organizacional, no sólo genera posibilidades de optimización y desarrollo de la organización, si no que igualmente debilita las bases sobre las que se sustentaba el equilibrio organizacional previo, pudiendo eventualmente abrir la puerta a la inexperiencia y a veces a improvisaciones sin rumbo. Estas situaciones favorecerían a que las personas tiendan a presentar una actitud ambivalente frente a los cambios: por una parte, reconociendo la necesidad de realizarlos, pero por otra, manifestando dudas sobre algunos de sus aspectos o modos de realizarlos.
Por último, es posible señalar que por lo general las personas no se resistirían al cambio en sí, si no que a las eventuales pérdidas de status, de remuneraciones o de confort. A pesar que los cambios puedan brindar oportunidades para la renovación, sería habitual que las personas tiendan a percibir preferentemente las consecuencias negativas y a no visualizar crecimientos en su situación de trabajo o de la efectividad organizacional.
Publicado en RH Management. Post original aquí.
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